Ricardo Arriazu: “en el corto plazo hay que resolver la macroeconomía”
En la economía, como en todos los órdenes de la vida, todo se hace en base al sacrificio, al esfuerzo y a la prudencia. Nada sucede como por arte de magia, señala a LA GACETA Ricardo Arriazu, doctor en Economía y socio fundador de Arriazu Macroanalistas, que hoy disertará en el marco de la 9° edición del Foro Económico del NOA (Fenoa), organizado por la Fundación Federalismo y Libertad. Por esa razón, la conducta que demuestre el país ante los mercados globales es fundamental para restablecer el factor confianza con el que se mueve la economía. Durante la entrevista concedida en el programa “Panorama Tucumano”, que conduce Federico van Mameren, Arriazu ha señalado que no hay posibilidades de que haya una hiperinflación, que habrá un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero con reformas estructurales, y que la única manera de parar la inflación es atacando, al mismo tiempo, los tres problemas que aquejan a la Argentina: estabilización del tipo de cambio nominal; dejar de emitir y el déficit fiscal y acabar con la indexación o la calesita de precios relativos.
-Suele decir que el factor fundamental para el desarrollo de la economía es la confianza. Pero la Argentina aún no lo ha demostrado...
-Siempre digo que la base de la economía es la confianza. Si la tengo, invierto, gasto, tomo riesgo y hago crecer la economía. Si tengo desconfianza trato de proteger lo que tengo, dejo de gastar y produzco una implosión económica. Así es como funciona la confianza. El segundo factor es ¿qué es la confianza? Los capitales van a donde consideran que tendrán la mejor tasa de retorno ajustada por riesgo. Cuando tengo mucho riesgo (desconfianza) busco proteger lo que tengo y, por lo tanto, mi miedo es que alguien se apropie de lo que tengo o fruto de mi trabajo. Para crecer tengo que fortalecer la confianza y asegurarle a la gente que lo mejor que puede pasar es invertir en la Argentina porque va a ser rentable.
-Pero en este estado de situación que tiene el país, con una inflación alta, con tasa negativa en plazo fijo y apetencia por el dólar, ¿cómo restituimos esa confianza?
-Lo que hay que ver siempre es la unidad de cuenta que usa la gente. Cuando yo hago las comparaciones internacionales, lo debo hacer en una misma unidad de cuenta. Me encantaría que el peso sea la unidad de cuenta de los argentinos, pero no lo es. ¿Por que? Porque no es estable. Todo pierde valor. Un peso de hace un año hoy en día vale 50% menos. Jamás voy a hacer un contrato. En la Argentina, el peso solamente sirve para transacciones de corto plazo. No sirve ni para ahorro ni para unidad de cuenta, ni nada. Hasta que no tengamos una unidad de cuenta estable, no vamos a tener transacciones a largo plazo y, al mismo tiempo, la gente va a buscar protegerse. ¿Cuándo comenzó la última de tantas crisis que tenemos en la Argentina? Fue el 23 de abril de 2018. Argentina puso un impuesto a los activos financieros que rompe el equilibrio entre tasa de retorno ajustada por riesgo. Entonces comienzan a irse los capitales. En ese momento había un sistema de flotación; cuando se iban los capitales, subía el tipo de cambio. ¿Qué hacen los argentinos cuando se observa esa tendencia? Van y compran dólares. Ahí comenzamos el gran problema. Ahora cuando yo compro dólares, baja el gasto interno de la Argentina. Alguien aumenta el gasto en los Estados Unidos, pero lo baja en la Argentina. En consecuencia, entramos en recesión, al entrar en problemas de balanza de pagos. Argentina en su historia defaulteó ocho veces. Es no confiable. ¿Qué hacemos? Gastamos demás. Pedimos prestado y luego no pagamos. Siempre decimos entonces que la culpa es de la deuda. Pero, de dónde sale esa deuda. Del déficit fiscal por haber gastado demás.
-Estamos en un año impar, electoral, y de expansión del gasto público y de una emisión monetaria incesante.
-Sí. Vamos a dividir al año en dos partes. La primera parte, para sorpresa de todos, el déficit fiscal primario (sin intereses) bajó. Esa es la discusión entre la vicepresidenta (Cristina Fernández de Kirchner) y el ministro de Economía (Martín Guzmán). Es cierto que el gasto no bajó en términos reales, pero como hubo impuestos extraordinarios y distorsivos, el déficit descendió. Ahora desde mediados de junio para acá, el déficit comenzó a subir, porque aumentó el gasto por razones electorales. Hace poco escribí una columna en la que decía que los desequilibrios macroeconómicos empobrecen. Hay gente que cree que aumentando el gasto público vamos a ser más ricos. Si eso fuera así, Argentina sería una maravilla. Y si el problema del mundo pasaría por aumentar el gasto público y emitir. ¡Qué fácil sería la economía mundial! Todos estaríamos en el paraíso. Pero lo intentamos tantas veces y es hora que aprendamos que eso no es así. Si la torta no aumenta de tamaño (para eso hay que trabajar, producir, invertir y tener productividad), vamos a ser cada vez más pobres.
-Hay una constante subestimación de la política al calcular el presupuesto, sobre todo tomando en cuenta las dos realidades del año que usted ha planteado, con una recaudación que subió por encima del 60% y ahora se está gastando prácticamente todo lo que se había cosechado en la primera etapa, cuando había agrodólares.
-Seamos cuidadosos. Es cierto que la recaudación ha subido cerca del 70% y que bajó el déficit fiscal en la primera parte del año. Pero esa recaudación ha subido en base a impuestos distorsivos que, a la larga, afectan a la inversión y, por lo tanto, el crecimiento de mediano plazo. Aún ese déficit que bajó es peligroso. En 1913, la Argentina tenía un Producto por habitante que era tres veces el promedio mundial. Hoy en día es menos que el promedio mundial. Son 100 años de decadencia, con todo tipo de gobiernos. Cien años. No hemos aprendido en 100 años que estamos haciendo las cosas exactamente al revés. Tenemos una ventaja: los recursos naturales. Pero también eso puede ser una maldición. De los 25 países más ricos del mundo, sólo ocho tienen recursos naturales. Porque el crecimiento y bienestar es producto del sacrificio, del esfuerzo y la prudencia. Igual que en una casa. No hay magia y nosotros queremos hacer magia. Queremos comprar votos permanentemente.
-Me viene a la memoria una frase del ex presidente Eduardo Duhalde cuando dijo que la Argentina estaba condenada al éxito. ¿O es que estamos condenados a vivir de crisis en crisis?
-Si uno mira la actual tendencia, la Argentina creció en los últimos 40 años a razón de un 1,8% promedio por año, apenas superior al crecimiento de la población. Hubo 23 años de crecimiento, 18 de caídas del PBI; la mayor inestabilidad del mundo. Toda esa inestabilidad está generalmente asociada a crisis cambiarias y éstas, a su vez, a excesos de gastos. Igual a lo que sucede en una familia; si gasto de más, me endeudo y, tarde o temprano, tendré que pagar. Y si no la pago, tengo una crisis. Eso es exactamente igual a lo que sucede con el país. La Argentina, para bajar la pobreza al 10%, en 20 años tiene que duplicar la tasa de crecimiento, cosa que parece imposible mirando los últimos 40 años. Si seguimos así, esto no tiene que ver con política, la pobreza seguirá creciendo en forma permanente. ¿Es tan difícil cambiarla? No. Con sólo evitar los desequilibrios macroeconómicos, es decir gastar demás que es lo que me genera las crisis eternas, Argentina evitaría todas las crisis, crecería la tasa de inversión y podría aumentar casi dos puntos de crecimiento por año solamente siendo prudente. Ahora, imaginen lo que podría crecer el país aprovechando todas las ventajas comparativas que tiene, como la energía que somos extremadamente ricos en eso, pero desde el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia sólo tuvimos 17 años de superávit energético y más de 85 años de déficit energético.
-Nos encontramos con un mercado plagado de incertidumbre, con tantos cepos y modificaciones en el sistema de importación. ¿Hacia dónde nos lleva todo esto?
-Hay dos tipos de desequilibrios. Tenemos los macroeconómicos, que son básicamente la situación fiscal, de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Y están los desequilibrios micro, con tarifas congeladas, cepos, distorsiones, precios congelados y todo lo que impide que la economía crezca. En el corto plazo lo importante es resolver lo macroeconómico. Para el año que viene, tenemos vencimientos por U$S 18.000 millones (suponiendo que los que se deben pagar en diciembre de este año se los realice con las DEG). ¿Se pueden pagar? No. Ningún país paga su deuda; la renueva. El problema para la Argentina es que nadie le renueva. Entonces el año que viene hay dos alternativas: ¿me financiará el mercado ese vencimiento? No. ¿Lo harán Rusia, China e Irán? No. Y, así, tengo dos alternativas más: o hago un acuerdo con el FMI para que me resuelva la situación o no le pago. Si no lo hago, automáticamente seremos paria de todo el mercado financiero internacional y tendremos un problema económico, que no tiene que ver con la política ni con las reformas, como Venezuela. Como me quedo sin reservas, tendré problemas permanentemente. Le doy poca probabilidad de que esto último ocurra. Lo más probable es que haya un acuerdo. La pregunta sería así ¿qué tipo de acuerdo tendremos?
-El FMI querrá asegurarse que el país tenga capacidad de pago y surgirá aquello del ajuste. ¿Cuál será la actitud en el mediano plazo?
-En la primera parte del año tuvimos un déficit primario sin intereses de poco mas del 1% del PBI. Ahora lo estamos subiendo y posiblemente terminemos en tres puntos o marginalmente hacia el final del año en cinco. El FMI no le pedirá mucho ajuste a la Argentina. A Ucrania le pidió 5,2 puntos de déficit primario. El ajuste ya se hizo. Y es interesante porque todo el aumento de gasto que hace el Gobierno lo realizó con medidas que no son permanentes en el tiempo. Te doy un bono; transfiero plata para que las provincias destinen a gastos de capital, que puedo cortarlos automáticamente sin que me digan que estoy tomando medidas de ajustes. Tal vez algunas medidas sean de carácter permanente como la suba del salario mínimo o de las jubilaciones. Básicamente el problema no está allí. El FMI dará una facilidad ampliada, distinto a un “stand by”; me darán más plazo y más tiempo, pero tengo que hacer reformas estructurales. Tal vez algo laboral, tributario o claramente vinculado con las tarifas. El gran problema es qué me pedirá en materia cambiaria. El programa acordado en 2018 fue un desastre porque (el Fondo) no entendió que la Argentina es bimonetaria y que la unidad de cuenta es el dólar. Por lo tanto, la flotación no es el sistema ideal para la Argentina. Si me piden lo mismo, y al mismo tiempo que bajen las restricciones cambiarias, en ese caso tengo el peligro de que me pase algo como el Rodrigazo, un tipo de ajuste sin consenso que automáticamente causó suba de todos los precios.
-Si hacemos un ejercicio de memoria, y miramos qué pasará después del 14 de noviembre, hay varias cuestiones bajo la alfombra, que resolver como las anclas cambiarias y tarifarias. ¿Qué podemos esperar después de las elecciones?
-Es uno de los temas que trataré en la reunión de Federalismo y Libertad, la calesita de los precios relativos. Todo el mundo cree que su precio relativo está atrasado. El dólar, las tarifas, los salarios y los precios congelados. Entonces, ¿qué está adelantado? Nadie se pregunta eso. La economía determina precios relativos; no absolutos. Cuando uno mira un proceso más largo de tiempo, ve esos cambios de precios relativos. Un intento de cambiar todo al mismo tiempo sólo causaría una explosión inflacionaria. Se necesita que todo aquel que haga las políticas entienda cómo se desarrolla esto. La única manera de parar la inflación es atacando los tres problemas al mismo tiempo: la estabilización del tipo de cambio nominal, dejar de emitir y el déficit fiscal, y acabar con la indexación o con la calesita de los precios. Esto último se hizo dos veces: una con el Plan Austral, que duró un mes porque la rompieron; y la Convertibilidad, que cayó automáticamente y duró cuatro años hasta que se rompieron las condiciones básicas. Todo intento con parar con una de esas variables no va. En el largo plazo, es un fenómeno puramente monetario. Es un fenómeno del bien utilizado como unidad de cuenta. Si fuera un campo de concentración sería un paquete de cigarrillos; si se está en el Este de África, sería cabeza de ganado. Se usa la base monetaria como unidad de cuenta. En la Argentina, ¿cuál es la unidad de cuenta? En uno de mis libros explico que una devaluación exitosa se pasa 90% a precios en 12 meses, mientras que una mal hecha lo hace al 110% en el mismo período. Primero hay que entender cómo funciona todo esto. Segundo, hay que ser claros respecto de quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores, porque no se le puede dar todo a todo el mundo. Cada sector pretenderá volver a su máximo de precio relativo. El problema en la Argentina es que somos cada vez más pobres y estamos todos perdiendo y la gente no entiende eso.