El 62% de los argentinos prefiere un trabajo en el sector público, mientras que el 34% opta por un empleo privado. Así lo revela un estudio del Centro de Estudios en Comunicación Aplicada (Cecap) de la Universidad Austral, de Buenos Aires. El proyecto se publicó por primera vez en 2017 (con trabajo de campo realizado en 2016) y este año presenta su tercera edición (con valores de 2020). Los datos son coincidentes con los arrojados en las dos ediciones anteriores, solo que ahora se ha acentuado notablemente la elección.
El análisis fue liderado por los investigadores Juan Pablo Cannata y Augusto y Máximo Reina. "Lejos de cambiar, las preferencias de la opinión pública se han consolidado al cabo de cuatro años", dijeron. ¿Qué elegiría si tuviera dos propuestas de trabajo exactamente iguales, pero una en el sector privado y la otra en el público?, fue la pregunta puntual que hicieron los analistas. En lo que se refiere al cruce por edad, se observa que el 66 % de los que tienen entre 18 y 29 años prefiere trabajar en algún organismo estatal. También ha votado por esa opción el 73 % de los que se ubican en la franja que va de los 33 años a los 44 años.
En cambio, en la otra punta de la pirámide (más de 60 años) se equilibra la apetencia: un 46% ha manifestado su gusto por las empresas privadas contra el 49% que se ha declarado a favor del Estado.
Un dato más antes de intentar explicar el fenómeno: se trata de una tendencia que se impone en todos los estratos sociales, incluso en los medios y altos. En concreto, los investigadores encontraron que las preferencias sobre el Estado son ampliamente mayoritarias en los segmentos más bajos y que esa tendencia disminuye a medida que aumenta el nivel socioeconómico; aún así, hasta el 54 % del sector más alto (ABC1) se inclinó por un puesto rentado en el gobierno.
Ahora, ¿por qué? ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué razones esgrimen los entrevistados? La mayoría menciona la estabilidad como una de las principales cualidades del empleo público, frente a la incertidumbre que genera el empleo privado en cuanto a garantizar la permanencia laboral, indica la investigación. "La capacidad de la empresa pública para provocar confianza ha aumentado en los últimos años. De forma complementaria, ha caído levemente la elección de la empresa privada", evaluaron. Básicamente, la tranquilidad de no ser despedido es uno de los fundamentos de mayor peso y atraviesa gran parte de los diálogos de los participantes.
Otra asociación positiva del empleo público es que se piensa que en él existe una "mayor protección". Los encuestados plantearon que en el Estado se tiene en cuenta la vida familiar y los problemas cotidianos. "Existen permisos ante situaciones imprevistas y hay más comprensión y tolerancia con las ausencias o las licencias", puntualizaron.
No obstante, también existe una visión negativa del empleo público, pues es criticado por la falta de exigencia. En los segmentos socieconómicos más altos, es visto como un espacio burocrático donde las influencias terminan por primar frente al desempeño. En tanto que el empleo privado tiene pocas virtudes, a juzgar por los resultados de este documento universitario. Entre ellas, se destaca la posibilidad de progresar.
"En un país expuesto a crisis sistemáticas, que derivan en fuertes incrementos del desempleo y en precarización laboral, el empleo público se muestra como una alternativa para mitigar esas crisis. Se oye razonable que los individuos prefieran el empleo público en virtud de la estabilidad en contextos adversos", coincide la economista Florencia Correa Deza, del Laboratorio de Políticas Públicas para el Desarrollo Humano Equitativo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
Pero, ¿qué más se esconde detrás de este fenómeno? ¿Es posible tener una mirada lineal ante el dato cuantitativo de que seis de cada 10 argentinos prefieren el Estado? ¿O habría que pensar en múltiples causas? "Esta estabilidad laboral forma parte de un combo más extenso de bondades que posee el trabajo en las oficinas estatales, como la flexibilidad y la posibilidad de combinarlo con otro tipo de actividades laborales, familiares o de esparcimiento", responde la especialista. Luego aporta dos datos que abonan esta teoría esgrimida por ella: primero -dice-, si miramos la performance durante las restricciones de la pandemia, encontramos que los trabajadores y trabajadoras del sector público pudieron remotizarse en más de 70%, según el según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). En segundo lugar -prosigue-, la mayor proporción de mujeres en el sector público respecto al privado podría significar que efectivamente este tipo de empleo permite conciliar las tareas domésticas y de cuidado. "Estimo que por estas razones se verifica una valoración positiva del empleo estatal independientemente del sector económico. También suena razonable que sean los jóvenes quienes muestren mayor interés", evalúa.
Entonces, ¿esto significa que para las nuevas generaciones el trabajo representa un medio y no un fin en sí mismo? Sin ningún atisbo de duda, el psicólogo José Blunda, especialista en Recursos Humanos, contesta que para los millenials y centenials el trabajo no funciona como un ordenador de la vida. "En ellos, es un área; una faceta como cualquier otra", dice. Enseguida menciona otras dos causas que explicarían esta tendencia. Por un lado, afirma que los jóvenes se vienen topando con niveles de desempleo en el mundo privado desde hace años. "Obviamente, esto ocasiona que dejen de pretender puestos allí", apunta. Por otro lado, postula que las condiciones laborales tampoco son alentadoras. "En el ámbito privado, los estilos de liderazgo no son inspiradores. En general, los líderes ni motivan ni dan buenas señales. Se percibe que no valoran los aportes, no son flexibles y no atienden los intereses de las personas. Esto funciona como un obturador", razona.
Ante este panorama, el sector público aparece como una solución paliativa para subsitir, apunta. "Los resultados de esta encuesta son preocupantes. Los jóvenes representan hoy el 60 % de la fuerza laboral. Es decir, es una masa crítica. El trabajo no debería ser el lugar en el que uno busque un ingreso, únicamente; debería representar un espacio en el cual crecer, desarrollarse y progresar. Uno debe tener una misión o una causa por la cual ir a trabajar, más allá de 'te doy mi tiempo, dame mi salario'", concluye.