Todo fuera de manual y Manzur sin un Paladino

Todo fuera de manual y Manzur sin un Paladino

Todo fuera de manual y Manzur sin un Paladino

“El pueblo argentino -las bases, como suele decirse- ‘sobra’ a sus dirigentes. Yo diría que en esto casi no hay excepciones. El pueblo está harto de mentiras, trampas y promesas. Su nivel de conciencia desborda a la clase dirigente que le ha tocado. No es apático ni escéptico”.

Manzur se fue y no dejó en Tucumán un Jorge Daniel Paladino, menos un Héctor J. Cámpora, para que administre sus intereses políticos locales. Sus huestes están huérfanas, desconcertadas -ganaron, pero perdieron-, sin rumbo, aturdidas, sin directivas ni señales, sin un norte. El jefe les llevó hasta la brújula y en la urgencia por abandonar la provincia y hacerse cargo de la jefatura de Gabinete sólo bajó una consigna: que Sergio Mansilla sea el presidente subrogante de la Legislatura, el nuevo vicegobernador en la práctica. Un premio al verticalismo, impregnado de lealtad peronista, del que hace gala y se le reconoce al aguilarense. Alguien que no saca los pies del plato. Sin embargo, Mansilla no es el delegado político de Manzur en la provincia, no es el Paladino de Perón de los sesenta, no es el que tiene la responsabilidad de reordenar el manzurismo a nivel local. El gobernador no eligió a nadie para tal misión. El manzurismo hoy es una nube, está y no está.

Nada mejor que mirar segmentos del pasado de los compañeros para entender el concepto: Paladino -por cierto el autor de la frase del inicio de la columna-, fue secretario general del Movimiento Nacional Justicialista y en 1968 “el viejo líder”, desde Madrid, lo designó como su delegado personal para reconstruir y consolidar al peronismo en el país. “Se convertía en la voz más autorizada del peronismo, con su jefe exiliado en España, en el último año del decenio de los sesenta, la antesala de los setenta, la década más violenta de la Argentina moderna” (La trama de Madrid, Juan B. Yofre). Durante la gestión del dirigente se entregó el cadáver de Evita al general en septiembre de 1971. Paladino renunció y lo sucedió Cámpora en noviembre de ese año, quien fue presidente 49 días en 1973, con el famoso y potente eslogan político “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.

Manzur no dejó un Paladino, una voz autorizada en su nombre, mucho menos un Cámpora. No tuvo tiempo, solo el suficiente para registrar la foto de la paz con el vicegobernador, quien se abrazó al cargo y no lo abandonó, como pretendían los más fanáticos y exaltados adláteres del titular del PE. Fue una imagen para apaciguar ánimos y hacer borrón y cuenta nueva. Sin embargo, fue un duro golpe para los manzuristas, imposible de digerir, aún muchos están atragantados, incapaces de aceptar esta nueva realidad, ni siquiera a regañadientes. Es que lo que sucedió no está escrito en ningún manual y, por lo tanto, nadie tiene a qué aferrarse para avanzar; no saben qué hacer, no hay nada parecido a lo que ocurrió para atender: se estaban dividiendo y terminaron multiplicándose, cual si fuera verdad que no se estaban peleando sino reproduciendo.

Es que un imprevisto -la solicitud de Cristina y de Alberto a Manzur para que se sume al gabinete-, mutó sensaciones políticas y personales en cuestión de horas: los que ganaron sintieron que perdieron y los derrotados, que triunfaron. Los miedos y los festejos trastocaron de dueños. No hay manual que explique lo que pasó en Tucumán, por lo que habrá que observar cómo se escribe este capítulo novedoso, por lo menos hasta el 14 de noviembre. Y también cómo discurren las relaciones políticas, las institucionales y las personales, porque en la campaña se dijeron y se tiraron con todo.

¿Cómo pueden salir a hacer campaña todos juntos? Los manzuristas aguardan que quien se consolidó como conductor del PJ en las primarias abiertas y cómo líder del peronismo tucumano al imponerse al jaldismo desafiante regrese para ordenar la tropa, para bajarles indicaciones respecto de qué tienen que hacer, o por lo menos que les diga quién es el Paladino manzurista para que no se anarquicen y debiliten al espacio.

Porque sin instrucciones cada uno puede tratar de salvar la propia ropa en el nuevo esquema de poder con Jaldo al frente del Gobierno. O sea que el manzurismo empiece un proceso de disolución. Una forma de frenarlo sería conformar una mesa de conducción colegiada de manzuristas, donde estén representados funcionarios, legisladores, intendentes, concejales y comisionados rurales. Una suerte de consolidación como línea interna para que desde allí, en teoría, pueda surgir en el futuro el Cámpora que acceda a la gobernación.

Ese propósito, que por cierto sobrevuela en algunos referentes del oficialismo, requiere necesariamente de la venia del conductor y, por lo que se ha visto, Manzur no les envió señales -ni estaría hablando con ellos- para que se encaminen en tal o cual dirección. Incluso está hablando más con Jaldo que con los propios manzuristas. Se puede especular que eso ocurre a partir de lo que conversaron en esos 15 minutos que charlaron a solas el lunes pasado y con lo que le pidió Alberto Fernández al tranqueño: que Tucumán no sea noticia nacional por ninguna locura política. O sea: que Jaldo no empiece a correr ministros para no debilitar la figura del nuevo jefe de Gabinete o bien que los manzuristas no se rebelen contra el tranqueño.

Manzur no bajó esa línea a los suyos, por eso en ese espacio reina la desorientación, aunque los muchachos deben entenderlo sin necesidad de que se les expliquen las razones políticas para que no hagan olas. Sólo pueden patalear y quejarse por lo bajo -como sucedió en Monteros, donde hubo quienes plantearon duras quejas por el desenlace institucional-, hasta que el jefe decida regresar y reunirse con todos para delinear la estrategia de supervivencia del manzurismo. La muchachada espera, unos más impacientes que otros.

Por ahora, al jefe de Gabinete le preocupa más que el Gobierno nacional imponga la agenda, recupere credibilidad y mejore la performance electoral del Frente de Todos en noviembre. En ese marco, Tucuman parece una cuestión menor en su libreta de prioridades, aquí ganó el PJ y garantiza dos senadores y dos diputados -si repite el resultado del 12-, por lo que Buenos Aires, Santa Fe y otras provincias merecen más atención. Puede desentenderse del manzurismo provincial por ahora, pero no dejar de tender líneas de comunicación con Jaldo para mostrar al país que en su provincia él asegura la calma política. Y que tampoco desatenderá a los intendentes que se jugaron la vida por él en las primarias; que no teman posibles represalias por parte de tranqueño ya que puede bajar recursos nacionales para atender sus necesidades; lo mismo que está haciendo Jaldo con los jefes municipales que lo acompañaron, para quienes destraba fondos que estaban en stand by.

Si cada uno defenderá sus respectivos espacios, delimitando ascendencias y diferencias en un clima de tensa tregua, ¿cómo conseguirán que todos trabajen codo a codo para la elección general? Hace 14 días eran enemigos acérrimos, se trataban de traidores y se insultaban; sin embargo, en las siete semanas que vienen deberán ser de nuevo compañeros, por aquello de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Y para garantizar, de mínima, los 50 puntos obtenidos en las PASO.

¿Cómo? Una idea sobrevuela: que cada dirigente territorial trabaje en su área de influencia de la misma forma que en las primarias; es decir, que no se junten jaldistas y manzuristas, que cada uno desarrolle acciones electorales por su cuenta sin necesidad de soportar la incomodidad de verse las caras: los manzuristas por Manzur, los jaldistas por Jaldo, pero todos por Alberto y por el Frente de Todos. Solución salomónica, así como lo fue la foto del gobernador y del vicegobernador juntos del lunes.

En nuestro movimiento político no puede haber luchas entre dirigentes, esas luchas solamente existen cuando los hombres trabajan discrecionalmente; cuando cada uno trabaja en una dirección propia, que es la mejor forma de matar la dirección del conjunto. (Perón, Manual de Conducción Peronista). Tal vez Manzur y Jaldo leyeron al General; lo cierto es que a ambos se les adelantaron los tiempos y están cumpliendo las misiones que soñaban para dentro de un par de años; uno siendo protagonista central en el escenario nacional y el otro alcanzando la gobernación. El que fracasa en su gestión, pierde.

Manzur tiene en sus manos la posibilidad de que se vuelva cierta su polémica afirmación de que Cristina ya fue. ¿Cómo, si fue ella la que lo encumbró? Porque igual que lo hizo Néstor Kirchner, la vicepresidenta recurre al peronismo tradicional, ortodoxo, de derecha para que le salve las papas después de una derrota. Muchos soñaron con que Alberto se divorciaría de su mentora y que diluiría el poder del cristinismo y del camporismo, pero se equivocaron. Cristina repite la historia, recurre a quien tiene buenas migas con los gobernadores, con la CGT, con empresarios y con los intendentes de Buenos Aires molestos con Kicillof. Manzur puede ser otro Alberto, o puede ser el mismo que armó en Tucumán un 17 de octubre que reunió a todo el peronismo sin Cristina. Si no fracasa, la puerta grande se le abre, caso contrario Tucuman y en especial los manzuristas lo esperarán con los brazos abiertos. Chau Paladino, y que se arme un Cámpora.

Jaldo tampoco puede equivocarse, primero debe respetar el acuerdo con Alberto y con Manzur y no generar conflictos que repercutan en Buenos Aires. Como por ejemplo no tocar a ningún ministro del gobernador para evitar títulos tales como “Jaldo desplaza ministros de Manzur”. El pacto fue que los ratificara a todos, lo que hizo. Ahora bien, Manzur no llevó a ninguno al gabinete nacional como para aliviarle la tarea a Jaldo, pero tampoco ningún ministro le presentó la renuncia al vicegobernador.

Eso sí, el tranqueño, entrampado en sus palabras de campaña, apuntó contra Maley y Lichtmajer. Los tiene en la mira, y si no obtiene los resultados que quiere, no le quedará más remedio que sacarlos del escenario. Candidatos no le faltan para armar un gabinete, de hecho cuando el martes ingresó a la Casa de Gobierno lo hizo acompañado de varios dirigentes de su espacio; mostró que tiene recambio. Rasputines. La imagen no cayó bien a los manzuristas, la interpretaron agresiva.

Seguridad, educación y viviendas, los tres aspectos que el vicegobernador expuso como aspectos centrales de la gestión El último punto se entiende si es que se recuerda que el 22 de enero Manzur firmó un acuerdo con Jorge Ferraresi por la construcción de 3.600 viviendas; y busca que se concreten.

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