A mediados de mayo, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) informó que las personas que ya habían recibido ambas dosis de la vacuna contra la Covid-19 podían dejar de utilizar barbijo o tapabocas en la mayoría de los lugares en Estados Unidos. Esto resultó una sorpresa para gran parte de la población, que para ese momento ya acumulaba casi 33 millones de contagios y superaba las 585.000 muertes, pero el 36,41% ya había recibido ambas dosis y el 46,71% al menos una dosis. Sin embargo, en menos de dos meses todo cambió. Para fines de julio, el mismo organismo instó a las personas vacunadas a que reanuden el uso de tapabocas en lugares cerrados, en el marco del crecimiento de contagios por la difusión de la variante Delta. Lo mismo sucedió en Israel, donde con menos de 15 días de diferencia, las autoridades debieron dar marcha atrás con la flexibilización del uso del barbijo en medio de un aumento de casos registrados a fines de junio. Esta semana, el flamante jefe de Gabinete y gobernador tucumano en uso de licencia Juan Manzur y la ministra Carla Vizzotti anunciaron que dejaba de ser obligatorio el uso de barbijo en lugares abiertos. Manzur incluso aseguró que “estamos transitando quizás la última etapa de la pandemia”.
El anuncio también tomó por sorpresa a la población, y sobre todo a los expertos como infectólogos y neumonólogos, quienes, sin embargo, afirmaron que la medida podía llevarse a cabo siempre y cuando se respetaran los protocolos.
La comunicación del Gobierno fue específica. El barbijo sigue siendo obligatorio en el transporte público, en las escuelas, en lugares cerrados como bares, cines, teatros, en eventos, como partidos de fútbol y recitales y en el trabajo. Sólo deja de ser obligatorio cuando se circula solo o con una burbuja familiar. Esta diferenciación es fundamental a la hora de la responsabilidad ciudadana. Con promedios de 2.000 casos diarios y 100 muertes cada 24 horas, los epidemiólogos afirman que el virus circulante sigue siendo una preocupación y que la variante Delta es el peor enemigo. “El peligro está y lo que disminuyó es el riesgo, que son dos cosas diferentes”, opinó el infectólogo Gustavo Costilla Campero.
Desde el inicio de la pandemia, las recomendaciones siempre fueron las mismas, pero no siempre se cumplieron. El uso del barbijo, el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos y la ventilación cruzada son armas fundamentales para la lucha contra una pandemia que todavía no terminó. Las flexibilizaciones impulsadas por el Gobierno son importantes para la reactivación total de la economía, sobre todo en actividades que fueron muy golpeadas desde marzo del año pasado. Sin embargo, la responsabilidad social debe seguir primando en un país que por el virus perdió más de 114.000 personas y tuvo más de 5.000.000 de contagios. Por eso, y para no tener que repetir la experiencia de los países que tuvieron que dar marcha atrás con las flexibilizaciones, la infectóloga Aída Torres advierte: “cuando durante un buen tiempo el número de casos sea 0, recién podremos hablar de estar superando la pandemia, siempre y cuando la vacunación se mantenga en forma permanente para evitar una nueva emergencia del virus”. En ese sentido, Manzur fue claro en su mensaje: “estamos a poco más de 2 millones de dosis para poder llegar al 50%” de población inmunizada. Las vacunas están, está el stock asegurado y en los próximos 15 o 20 días estaremos alcanzando el nivel óptimo de cobertura”. Ojalá el anuncio se cumpla, pero mientras tanto, los ciudadanos debemos seguir extremando los cuidados. Creer que esta pesadilla que vivimos desde marzo del año pasado ya terminó puede ser nuestra peor equivocación.