Las bolsas de todo el mundo -y la de Argentina no fue una excepción- cayeron en picada este lunes negro, por el colapso de Evergande.
Durante más de dos décadas Evergrande fue la mayor compañía constructora de China, aprovechando un boom inmobiliario en una escala que el mundo nunca había visto. Con cada éxito, Evergrande se expandió a nuevas áreas: agua embotellada, deportes profesionales, vehículos eléctricos.
Los bancos e inversores alegremente aportaron dinero apostando a la clase media en crecimiento de China y su apetito por viviendas y otras propiedades. Más recientemente el negocio inmobiliario ha estado bajo el escudriño de los entes reguladores chinos que quieren terminar con los años de boom descontrolado y han forzado al sector a comenzar a pagar sus deudas.
La idea era reducir la exposición de los bancos chinos al sector inmobiliario. Pero en ese camino, los entes reguladores retiraron el dinero que los constructores como Evergrande necesitaban para terminar las casas, dejando a familias sin los hogares por los que ya habían pagado.
Hasta hace unas horas solo unos pocos conocían el nombre de este gigante inmobiliario chino. Ignoraban también lo que hoy sacude al mundo: la empresa 300.000 millones de dólares y tiene hasta 1,6 millones de departamentos sin entregar.
Se supo, incluso, que Evergande presionó a sus trabajadores para que le presten plata a la empresa.
Ahora, cientos de empleados se sumaron a los compradores de casas que están presos del pánico para exigir que Evergrande les devuelva su dinero, durante las protestas que se realizaron la semana pasada ante las puertas de las oficinas que la compañía tiene en todo China.
La compañía enfrenta demandas de acreedores y sus acciones han perdido más del 80% de su valor este año.
Los entes reguladores temen que el colapso de una compañía del tamaño de Evergrande pueda generar temblores en todo el sistema financiero chino. Y, sin embargo, Pekín hasta ahora no ha intervenido con un rescate, habiendo prometido dar una lección a los gigantes corporativos cargados de deudas.
Las iracundas protestas encabezadas por algunos compradores -y ahora los propios empleados de la compañía- pueden cambiar ese cálculo.