La cosecha del Pato
14 Septiembre 2021

Ricardo Kaliman - Doctor en Letras

A comienzos de 1950, un joven catamarqueño, todavía casi madurando su adolescencia, llegaba para afincarse en Tucumán. Venía, como tantos otros, a estudiar en la UNT, por entonces la única institución de formación profesional de alta calidad disponible en el NOA. Pero este joven, munido de una vocación y una breve pero talentosa experiencia, de un apego a los aires de su tierra y, al mismo tiempo, de una afinada sintonía con los lenguajes de la modernidad, traía también un par de zambas y un proyecto musical, de cuyas dimensiones quizá no tenía siquiera total conciencia en ese momento, pero cuya cristalización ha dejado profundos surcos, cuyos frutos seguimos y seguiremos cosechando los amantes de la música popular en esta parte del mundo.

De ese surco han brotado no sólo canciones sensuales, elegantes y siempre sentidas, sino también sonoridades (que recuperamos en los registros de las numerosas agrupaciones corales e instrumentales que creó y dirigió), trayectorias (que apreciamos en las reconocidas inspiraciones de tantos compositores e intérpretes de varias generaciones que disfrutaron de su magisterio, tan informal como sustancioso) y, sobre todo, una posición principada y noble sobre las responsabilidades del arte con la vida y la comunicación humana.

Reacio por temperamento y por convicción a la publicidad inducida, cultor de la interpretación minuciosa y pacientemente elaborada, la trayectoria de Luis Víctor Gentilini ha mirado siempre de soslayo, se diría incluso con indiferencia, a los circuitos de comercialización masiva y ha permanecido como ajena a la fama generalizada que sólo puede obtenerse a través de ellos, a pesar de que varias de sus creaciones obtuvieron premios de alcance nacional y otras fueron grabadas por intérpretes de vasto reconocimiento, como Mercedes Sosa, Buenos Aires 8, Los Trovadores del Norte, Melania Pérez y Lorena Astudillo.

La valoración de su obra sigue floreciendo entrañable en ámbitos más restringidos, entre los cultores mismos del folklore argentino (poetas, compositores, intérpretes, periodistas, escuchadores) que, a lo largo y ancho del país y aun fuera de él, la han abonado en recitales, en grabaciones y, claro está, en largas y profundas noches extendidas alrededor de una guitarra.

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