Patricia Kreibohm
Internacionalista y especialista en terrorismo
Cuando los anarquistas y los socialistas rusos del siglo XIX concibieron la estrategia terrorista, lo hicieron a partir de una exigencia primordial: encontrar una forma de atacar con éxito al poderoso gobierno del zar. Así nació la doctrina terrorista, cuyos objetivos fundamentales era dos: aterrorizar al poder constituido con actos de violencia extrema y emplear dichos actos como instrumento de propaganda. Paulatinamente, estas ideas inspiraron a distintas organizaciones, que fueron creciendo, aprendiendo y perfeccionándose, en distintos países del mundo.
En 1880, Nikolai Morozov escribía: nuestra tarea hoy es fijar teóricamente y sistematizar en la práctica, esta nueva forma de lucha … que sólo necesita un pequeño número de hombres y algunos medios materiales para triunfar… Sabemos que esta lucha persistirá en el tiempo, pues cada acto de violencia originará muchos otros… y llegará el día en el que habrá atentados portentosos que demostrarán que los terroristas han triunfado.
Este augurio se cumplió escrupulosamente el 11 de septiembre de 2001. Ese día estos atentados “perfectos” alcanzaron todos los objetivos para los que fueron diseñados y ejecutados; tanto que, hasta el propio Bin Laden pareció asombrarse por sus resultados. Pero, además, ese día marcó un punto de inflexión en la historia y en las relaciones internacionales, pues ese martes de septiembre, el mundo volvió a girar.
Durante los años 90 - y a partir de la caída de la URSS y de la finalización de la Guerra Fría - se había gestado en el mundo la ilusión del comienzo de una nueva era; una era en la que la Humanidad abandonaría las confrontaciones para dedicarse a trabajar y a cooperar para solucionar sus problemas atávicos.
Sin embargo, el 11-S, forzó el retorno al eje del conflicto. La guerra contra el terrorismo dio su primer paso con la invasión a Afganistán y, en 2003, se amplió a Irak. Aparentemente, 20 años después, la situación está prácticamente igual.
¿Qué evaluaciones pueden hacerse sobre este proceso? Desde nuestra perspectiva, fundamentalmente tres. La primera: el debilitamiento político y geoestratégico de los Estados Unidos.
A los costos de los ataques, se les sumaron los de las campañas militares, que les insumieron miles de vidas, millones y millones de dólares y un perjuicio político y moral, difícil de calcular. Además, durante estas dos décadas en las que Washington se concentró en esas contiendas, China y Rusia aprovecharon para desarrollarse y reubicarse en el escenario internacional como fuertes competidoras.
En segundo lugar, las condiciones en Asia central y Medio oriente, empeoraron. Tanto por el costo en vidas humanas, como por el incremento de la inestabilidad, la pobreza y la violencia, muchos países de esta área registran condiciones deplorables y carecen de perspectivas hacia el porvenir. En Afganistán, específicamente, la salida de los norteamericanos precipitó el retorno de los talibanes, lo cual abre - hacia el futuro - una incógnita mayúscula.
Finalmente, en esta coyuntura, el terrorismo se ha fortalecido y se ha expandido. Indudablemente, la conflictividad regional ha estimulado el aumento del número de organizaciones radicales, ha contribuido a su fortalecimiento logístico y operativo, ha facilitado su propagación hacia otras regiones del planeta, como África, y ha incrementado, de manera sistemática, la generalización de la violencia. De hecho, según los datos del Observatorio Universitario de Terrorismo (OUT), en 2019 hubo en la región, 474 atentados; en 2020 (año de pandemia y cuarentena) 592, y en lo que va de este 2021, ya se registraron 646, con un total de 1837 muertos y 2005 heridos.
El 11-S ha sido una dura lección y por ella hemos aprendido que - con el paso del tiempo - los terroristas han aprendido de sus errores y de sus aciertos, se han perfeccionado y, sobre todo, han progresado notablemente en el manejo de la tecnología. Así, y lamentablemente, es muy probable que, en el corto y en el mediano plazo, sus acciones continúen y hasta se intensifiquen. Sobre todo, porque a nivel internacional, no existen acuerdos ni consensos entre los Estados para coordinar la manera de enfrentarlos.
En cada nuevo siglo, la lucha terrorista se hará más activa… y así, se logrará el gran objetivo de conducir al mundo a la intensificación de las calamidades. (S. Necháiev 1868)