Mitos electorales antes de las PASO: ¿hay muertos que votan?
A lo largo de los años se fueron afianzando una serie de mitos en cada contienda electoral que se daba en la provincia. Esas afirmaciones, si bien tienen un origen fundado, no son necesariamente ciertas, y LA GACETA se encarga de derribarlas.
No es un capítulo de “The Walking Dead”, la reconocida serie norteamericana de temática posapocalíptica en la que miles y miles de zombis se levantan de su tumba y aterrorizan a la humanidad. El relato autóctono es menos fantástico, aunque igualmente intrigante. Se dice que, de tanto en tanto, cada vez que en Tucumán se celebra una elección, hay “muertos que votan”. ¿Mito o realidad?
La estratagema en cuestión consiste, básicamente, en que una persona interesada en el triunfo de tal o cual candidato consigue el DNI de una persona fallecida que aparece habilitada para sufragar en el padrón confeccionado por la Justicia Nacional Electoral. Con aquel documento en mano, según se dice, el impostor se presenta en la mesa de votación asignada. Luego de hacer fila como cualquier vecino, entrega el DNI ajeno al presidente de mesa y, a cambio, recibe el sobre vacío. Mientras tanto, los fiscales partidarios tachan el nombre y apellido del “finado” en sus planillas de control. A continuación, el elector “fantasma” entra al cuarto oscuro, elige su boleta y, una vez afuera del aula, introduce el sobre en la urna correspondiente. Por último, estampa una firma en el padrón, recibe nuevamente el DNI y se marcha con el deber cumplido. Así, el impostor puede retomar su identidad como persona “viva”, luego de sumarle un voto extra a su lista predilecta.
Ante todo, una advertencia. Esta maniobra está contemplada en el Capítulo II del Código Electoral Nacional, donde se enumeran los delitos electorales castigados por ley. “Se penará con prisión de uno a tres años a quien (…) suplantare a un sufragante o votare más de una vez en la misma elección, o de cualquier otra manera emitiere su voto sin derecho”, consigna el artículo 139, inciso “d” de dicha normativa.
Ahora bien, ¿existen antecedentes de “muertos que votan” en Tucumán? “La única forma es que salga de debajo de la tierra. El que está muerto, está muerto”, enfatizó una fuente de la Justicia Federal con competencia electoral en esta provincia. Según este experimentado funcionario judicial, para que se registre un caso de suplantación de identidad en un proceso electoral debe producirse toda una confabulación que incluya no sólo al presidente de mesa, sino también a todos los fiscales partidarios afectados al lugar de votación. Incluso, explicó, aun consiguiendo el DNI de una persona fallecida que figure habilitada a votar, el impostor se encontrará con un obstáculo difícil de sortear: en la actualidad, los padrones cuentan con la fotografía correspondiente a cada elector, por lo que el margen para este tipo de maniobras se reduce de manera exponencial.
Décadas atrás, aclaró sin embargo la fuente en cuestión, se registró un caso de “ciudadanos zombis” en la provincia. No fue en una elección general, sino en una interna partidaria. Finalizaba la década de los 80 y, con el regreso reciente a la vida democrática en Argentina, el sistema daba lugar a distintos tipos de “trampas”. En una votación que iba cabeza a cabeza, una mesa ubicada en los Valles Calchaquíes resultaba decisiva para la definición de los comicios. Y los apoderados de la lista que iba perdiendo se percataron de un dato clave: el 100% de los votantes habilitados en la mesa en cuestión habían sufragado. “De pronto, aparecieron con las actas de defunción de tres de los votantes”, rememoró la fuente. La anécdota no acaba allí: en primera instancia, el juez electoral a cargo consideró que la irregularidad era evidente, por lo que declaró la nulidad de toda la mesa. Sin embargo, la decisión fue apelada, y la Cámara dio vuelta el fallo. “Tiene que haber cuatro o más electores sin derecho a voto en una mesa para que se la considere inválida. De lo contrario, se impone el derecho al sufragio del resto de los ciudadanos”, apuntó el funcionario judicial.
Entonces, ¿pueden votar los muertos? Según los testimonios recolectados, se trata de una operatoria demasiado compleja para que, con el sistema actual de fiscalización, pueda ser concretada con éxito. Sí son más habituales otras maniobras, como los intentos de “mudar domicilios” o de inscribir en una mesa a votantes de otras provincias. Por lo pronto, los “ciudadanos zombis” forman parte de los mitos electorales de Tucumán.