En la interna de Juntos por el Cambio no hay dos listas, sino tres. Así que no habrá, simplemente, un triunfador y un derrotado, lo cual es resultado “natural” de los comicios. De las PASO, en este frente, saldrá un ganador, un perdedor y uno que resultará último. Y esta posibilidad es, políticamente, aterradora. Ese pavor empuja a los precandidatos opositores a salir “degollando” a la “huella” del ciclo de debates de LA GACETA. Claro que en democracia no se “mata” políticamente a nadie, pero el “último” requerirá un milagro para resucitar su carrera.
Precisamente, el debate de los postulantes a senadores tuvo dos grandes batallas en esta lógica. La primera fue entre los radicales. El diputado José Cano dirigió sus críticas, en el comienzo, al intendente de Yerba Buena, Mariano Campero. Le reprochó que los vigías municipales sean monotributistas, le cuestionó tener un empleado municipal cada 60 votantes y le planteó que si no es candidato testimonial y de ser electo asume en la Cámara Alta, le dejará la intendencia al manzurismo. Campero, a su turno, recordó que el parlamentario avaló la ley que habilitó la reforma constitucional de 2006.
La segunda fue contra el intendente de la capital. Cano le cuestionó que no recuperara el Palacio de los Deportes. Y Germán Alfaro le espetó que, con el Plan Belgrano, Cano no trajo “ni un cordón cuneta”. “Fuiste alperovichista”, dijo el radical. “Nunca ganaste una elección”, le gritó el peronista. “Gané en la Capital en 2015”, respondió el diputado. “Te dedicaste a jugar al fútbol en Olivos”, disparó el jefe municipal. “Aclará si sos testimonial”, desafió el parlamentario. “Plan ‘Coreano’”, se le oyó a Alfaro. “No podés ir y volver de este espacio cuando te convenga”, soltó Cano. “Vos querés un curro”, le gritaron.
Es “a matar a morir” en las urnas. Porque unos quedarán, políticamente, más muertos que vivos.