En un reciente artículo publicado con el título “La industria madre: la evolución de la actividad azucarera” se vuelcan conceptos con insalvables omisiones que se alejan de la verdad histórica y se incurre además en gruesos errores que la deforman. Al relatar sobre los dos siglos de ella no es justo hablar solo desde 1882 con la fundación del ingenio Bella Vista y desde 1889 del Santa Ana. No se puede ignorar el enorme esfuerzo y el gran aporte que hicieron medio siglo antes los primeros grandes pioneros entre ellos Simón García en el ingenio Cruz Alta en 1824, Jean Nougués, fundador del ingenio San Pablo en 1832, los Aguirre y los Etchecopar desde el ingenio La Banda, luego Lastenia, también por esa fecha, Juan José García en 1835 del ingenio Concepción, Vicente José García con el ingenio El Paraíso en 1838, los Frías Silva con el ingenio San José en 1848, los Paz Posse con el ingenio San Juan en 1870, los Griet en el ingenio Amalia también en ese mismo año y los Padilla con el ingenio Mercedes, La Trinidad en 1878, Nueva Baviera en 1879, el Santa Rosa y La Corona en 1882, Providencia y Santa Bárbara en 1884, solo para citar los más encumbrados. Hay otro conjunto de ingenios que dejaron una gran impronta histórica muchísimos años antes del “aliento y euforia” a la que se alude y se quiere marcar como desde la década de 1880, entre ellos el Alto de Aguirre en 1850, la Reducción en 1852, Luján en 1858, San Vicente en 1864, La Invernada en 1870, Industria Argentina y Perseverancia en la década de 1870 y el San Felipe de las Vegas. Va de suyo que después de la década de 1880 a la que alude el artículo de marras se fundaron otros ingenios. Asimismo no es correcto hablar del cierre de 14 ingenios en la década de 1960 cuando en realidad fueron 11. Tampoco cabe insistir en darle entidad al mito de que “los abusos existieron y fueron el germen de la leyenda negra del perro familiar”, sin tener en cuenta los adelantos que supusieron la inmensa obra social, educativa y de salud a la que contribuyó abnegadamente la industria. Es también incorrecta la cifra de 200.000 tucumanos emigrantes a la que se alude.
Horacio Ibarreche