“El Gobierno no tiene arrepentimiento. Están enojados por ser descubiertos, pero no arrepentidos”, señaló Cristina Pérez al comenzar su editorial de “Confesiones en la Noche” (Radio Mitre). “No hay atisbo de vergüenza o contrición por lo que pasó en Olivos”.
En ese sentido, recordó: “Primero se enfocaron en quién lo dijo, no en el hecho; luego, increíblemente, en competir por quién mostraba lo que faltaba, como si por revelar el video de la foto en un medio afín cambiara algo”.
“Intentaron denunciar operaciones en vez de admitir verdades, porque cuando a una verdad se la tilda de operación, lo que se busca es descalificarla apuntando a la utilización que hace un eventual adversario de esa información”, continuó la conductora. “Intentaron correr el blanco a los periodistas y a la oposición, viejos enemigos, para unir a la tropa. Pero no lograron advertir que la cultura del aguante, hasta de los propios, tiene un límite cuando se le da la espalda a la sociedad a la que se le provocó un daño”.
En ese sentido, también dijo: “El daño del escándalo de Olivos atraviesa todo el mosaico social. Es un daño que cerró la grieta porque alcanzó a todos y, por eso, no está funcionando para el control de daños la construcción del enemigo en la que el kirchnerismo es experta. Con el ‘Olivosgate’ como con las vacunas VIP, quedaron al descubierto frente a todos porque también engañaron a los suyos”.
“El escándalo de Olivos es un escándalo de abuso de poder por varias vías”, explicó Pérez. “Mientras se encerraba a una población con decisiones arbitrarias, se gozaba de un estatus de privilegio. Lo mismo que quedó en evidencia con el vacunatorio VIP”.
“Pero lo de Olivos, que a regañadientes se admitió como error, pero que además puede constituir como delito, revela también una concepción del poder”, agregó. “Para el Gobierno, el abuso de poder parece ser su idea de poder”.