Laila Alí: de bailar para la familia a dos millones de seguidores en TikTok

Laila Alí: de bailar para la familia a dos millones de seguidores en TikTok

Empezó con el diccionario tucumano y ahora su acento y su humor se instalaron como marca registrada en todo el país y en muchos lugares de habla hispana. “Somos una familia que se pelea por contar la anécdota y quién la cuenta más graciosa. Estamos gritando todo el tiempo y muchas veces me nacen las bromas de eso”.

Con destellos violetas en el pelo, un jean y una remera casual, Laila Alí entra en los estudios de LA GACETA. Hace un año y medio no se imaginaba que dos millones de personas la iban a conocer. Ni mucho menos todo lo que le esperaba. Si de rating se trata, en el mundo de las redes Laila la rompe. Más de 30.000 seguidores en YouTube (que arrancó hace unos meses), más de 260.000 en Instagram y dos millones en TikTok. Y no para de crecer. Su acento tucumano y su humor se instalaron como marca registrada en todo el país y en muchos lugares de habla hispana.

De niña bailaba “Zorba el Griego” para su abuela, y ya se subía a los escenarios vestida de española. Se miraba al espejo y jugaba a hacerse una entrevista. Soñaba con llegar lejos, con “ser famosa” mostrando su arte. Y hoy puede decirse que llegó, aunque no tenga un límite todavía. Lo que empezó como un juego de aburrimiento pandémico (aunque con la mirada bien puesta en generar algo más) hoy la tiene entre notas en los diarios, en la televisión, presentaciones en bares y muchas ofertas laborales más.

- Más allá del furor de las redes ¿quién es Laila Alí?

- Suelo parecer más chica pero pasé por muchas cosas, aunque no parece. Tengo 25 años y en todas me prendo. Trato de ser auténtica, de no abandonarme. Muchas veces me ha pasado que me he perdido en el medio, pero siempre fui yo.

- ¿En qué te inspirás para hacer humor?

- Me inspiro mucho en mi mamá. Toda mi familia, mis abuelos, todos son payasos. Somos una familia que se pelea por contar la anécdota y quién la cuenta más graciosa. Estamos gritando todo el tiempo y muchas veces me nacen las bromas de eso. Y también de la vida real; muchos videos me he inspirado en gente que he conocido. Me pasa con las profesoras, con los tipos de amigas y muchas veces hago de mí misma. Hice videos de la amiga celosa, que son cosas que yo hago y obviamente exagero.

- En las otras redes sociales creciste un montón y ya te podríamos decir influencer…

- Sí, en Instagram es distinto, está tu público fijo que ya conoce tu humor, tu verdadera forma, no la actuación. Ya tiene una conexión con vos, te manda mensajes, que yo suelo contestar y conversamos mucho.

- Y digo influencer porque hay hasta una actriz conocida que te escribe…

- ¡Sí!, el día en que me siguió la China Suárez ha sido tremendo. Pero no porque sea la China Suárez en sí, sino porque es de tan alto rango que yo pensaba en cómo es que yo le he aparecido a esta persona y encima le he gustado y me ha seguido. Encima me contesta las historias… Pero no sólo ella, también muchos otros influencers, actores; es más, con muchos he quedado que vamos a juntarnos, que queremos vernos o me dicen “te queremos conocer” y para mí es super loco eso.

- Y vuelvo a tu crecimiento, ¿cómo lo medís? Porque esto se ha convertido en un trabajo para vos.

- Yo el éxito lo mido por las oportunidades que me llegan. Antes me medía con los números, si tenía muchas vistas, muchos likes, etc. Pero hoy en día hay rachas en que no tengo tantos likes pero me llegan muchas ofertas de cosas grosas y digo ¡Guau!, la gente, empresarios, marcas, todos están viendo un potencial en mí. Eso es lo que me parece muy groso.

- ¿O sea que se puede vivir de esto?

- Sí y no. Depende. Tenés que llegar a cierto rango y a algo seguro, tener un público muy fuerte para vivir de esto. O ser ya muy famoso por demás pero sí pienso que si uno es inteligente y sabe administrar la plata, su tiempo y demás, para mí sí podés llegar a vivir de esto.

- ¿Es difícil llegar a ser tiktoker, influencer?

- Es como que yo siempre me he visionado así... no me ha costado tanto porque yo ya era influencer antes de ser influencer. Así me dicen mis amigos. Si ves mis archivos de historias antes de tener muchos seguidores es muy loco porque hacía lo mismo que ahora. Y por eso digo guau, nunca he cambiado. Eso me hace sentir muy orgullosa de saber que nunca he perdido mi esencia, que siempre hago las mismas bromas, el mismo humor. No he cambiado para complacer a nadie.

- Me gustaría que charlemos un poco de la Laila detrás de lo que se ve en las pantallas. ¿Había algo de artista en tu familia?

- Sí, mi abuelo tocaba la trompeta, mi mamá es actriz cómica. Es una familia en la que todos cantan, les gusta mucho el tango, sobre todo a mi abuelo. Él me ha enseñado mucho de la música sin enseñarme. Cuando yo era chica tenía un tocadiscos y nos lo ponía, tenía del Chaqueño, de Gilda, de lo que te imagines, pero sobre todo del jazz, que es justamente la danza que más me gusta y más me sienta a mí y que también estudié.

- ¿Y cómo te impactó eso? Porque también tenés ese costado de la danza.

- Cuando era chica iba mucho a la casa del padre de mi papá. Él es árabe, vino de Siria y él me ponía su casete de árabe y me pedía que baile y me decía “baila, Laila”. Y yo bailaba sin saber bailar árabe, hacía lo que me entraba en la música. Hasta que un día vi que había una academia en el barrio y empecé ahí. Bailaba danza española y todos los trajes eran hechos por mi abuela, era mi modista. Mi abuela Luci es como mi madre, me ha enseñado muchísimas cosas. Siempre me dicen que soy igual a ella. Es más, tengo un novio (no sé si la gente sabe) y mi familia nos compara a nosotros con mis abuelos porque yo soy igual a ella: alterada, hablo gritando y mi abuelo es todo lo contrario.

- Y cuando ibas a la academia de baile, ¿qué pensabas en ese momento que ibas a estar haciendo hoy?

- Yo cuando bailaba es como que lo hacía para mí misma. Es extraño porque se supone que uno lo hace para los demás. Amaba que mi familia me festeje, me pedían que baile. Y sí me imaginaba, quería llegar a lo que sea. Es muy loco porque lo he logrado, si bien no he llegado por el baile es como que le di el gusto a esa Laila chiquita que quería ser vista.

- Famosa…

- Sí, es muy gracioso porque mi papá nos dice las Xipolitakis a mí y a mi hermana. Yo decía de chica que quería ser bailarina, quería ser esto o lo otro pero mi hermana decía solamente “quiero ser famosa”.

- Dos millones de seguidores... ¿Qué se siente?

- Me parece loquísimo pensar que yo con 100.000 seguidores ya sentía que estaba en el cielo pero no hay límite. Me junté a festejar cuando llegué al millón pero cuando llegué a los dos millones mis amigos me preguntaban “¿y qué vamos a hacer?” y yo decía “nada”. “Ah tenés un límite mucho más alto, ahora los 10 millones”, me decían. Es como muy loco el hecho de que empezás a naturalizar los logros.

- ¿Cómo se vive en la calle la fama de estos millones de seguidores?

- Hay algo muy especial porque al ser yo una influencer tan local de una ciudad tan chica como Tucumán me pasa que yo paso caminando y escucho cómo gritan, se codean, me sacan fotos. Y no somos como Buenos Aires, que capaz están acostumbrados a tener gente famosa. Y entonces es como que yo no sé manejarlo y tampoco las otras personas, así que hay encuentros super raros e incómodos. Pero la gente es muy efusiva, los tucumanos son muy piolas.

- ¿Qué le dirías a la Laila de hace dos años atrás?

- Le diría que no se rinda, que se la crea un poco más. Sí me pasaba que me basureaba a mí misma. Era muy negativa y eso no está bueno. Es difícil hacer un clic. Le diría que mire para adelante y que siga.

- ¿Y qué pensás que estará haciendo Laila dentro de diez años? ¿Cómo te ves?

- Me gustaría mucho trabajar en la televisión, hacer teatro, algún musical, que se me den oportunidades grandes, que estoy segurísima que se me van a dar. Y también me gustaría poder viajar, mostrar lo que hago en otro lado. También estudiar, es algo que nunca quiero dejar de hacer, estudiar humor, stand up. Tengo muchas cosas en mente, metas no muy lejanas pero te diría que no podés esperar nada de mí ni de mi futuro porque según mi pasado nunca me imaginé estar acá. Es muy impredecible.

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