La era de las cavernas

La era de las cavernas

Por Daniel Dessein para LA GACETA.

La era de las cavernas
15 Agosto 2021

Imaginemos ese momento en la caverna. Un hombre primitivo representando -con gestos, con sonidos- la hazaña de ese día, contando su lucha con el animal salvaje. Los más chicos siguiendo la historia con los ojos muy abiertos. El fuego calentando los cuerpos e iluminando la escena. Y la fuerza del relato, exorcizando el temor al peligro exterior.

La pandemia nos obligó a resguardarnos en nuestras cavernas contemporáneas. La asimilación de las formas de prevención, los avances con las vacunas, el hartazgo y la necesidad flexibilizaron el encierro. Pero el temor continúa y muta.

Cada noche volvemos a nuestras casas y procesamos cómo nos fue en un día más dentro de la historia colectiva de la lucha contra el virus. Recibimos las actualizaciones de los indicadores del drama. Constatamos cuántos enfermaron y murieron en las últimas horas. En la charla de los adultos, se cuela el dato de proximidad. Enfermó o murió un amigo o un conocido. Nos miramos y celebramos en silencio que seguimos sanos.

¿Qué miran los chicos? El panorama es desolador. Cientos de miles de nietos perdieron a más de 80.000 abuelos por Covid en la Argentina. Nuestros chicos fueron testigos del derrumbe de la armonía y la esperanza en sus hogares.

Millones se desconectaron de sus amigos y perdieron buena parte del último año escolar y del actual. La escuela es el espacio al que van a encontrar su rumbo. También es el gran dinamizador social. Tenemos una infancia desorientada dentro de una nación extraviada.

Aparece la tentación del truco evasivo para alejarlos de la lúgubre realidad. “Quizás ignoramos que todos los niños son serios –escribía María Elena Walsh, en este suplemento, en 1956-; unos trágicos, otros melancólicos, otros disimulados, siempre están más allá de la cárcel de tonteras en que pretendemos encerrarlos y distraerlos de la verdad”.

Tenemos los libros. Fueron la base sobre la que se apoyó la construcción de un país en medio de un desierto. Cartas de navegación como las de Alberdi, como también todos aquellos textos que forjaron a los ciudadanos que transformaron los sueños del siglo XIX en la potencia de principios del XX. Los libros siguen siendo las herramientas con que cuentan nuestros hijos para labrarse un destino auspicioso. Allí están las historias que nos preparan para la vida, la memoria que recupera el pasado, los ejercicios que nos muestran el poder del lenguaje y las posibilidades de nuestros proyectos.

Los libros son también los talismanes que nos permiten repetir el ritual ancestral. A través de ellos, cuando llega la noche, podemos contar esa historia que alimenta la imaginación, aleja el miedo y nos trae un poco de consuelo y paz, antes de dormir.

© LA GACETA

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