Imaginemos un minidiálogo más que probable, de aquí a -digamos- 25 o 30 años:
- ¿Qué recordás de tu niñez?
- La pandemia de coronavirus.
Difícil que estas marcas que vienen imprimiéndose desde el amanecer de 2020 se borren. El Día del Niño llega en un contexto infinitamente más laxo en comparación con la cuarentena del año pasado, pero aún así la covid-19 y sus variantes no dejan de acechar. Mientras, del impacto que genera la pandemia en las infancias se vienen haciendo estudios y de movida los resultados son devastadores. Veamos, por ejemplo, algunos datos que proporciona Unicef:
- Al menos uno de cada siete niños y jóvenes vivió confinado en su casa durante gran parte de 2020, lo que se tradujo en síntomas de ansiedad, depresión y aislamiento.
- El aumento de la malnutrición infantil creció alrededor de un 14% durante 2020.
- 3.000 millones de personas -no muy lejos de la mitad de la población mundial- carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos con agua y jabón en su casa. Como consecuencia, más de 700 menores de cinco años mueren cada día de enfermedades provocadas por la falta de agua y de higiene. La transmisión de coronavirus se potenció en esas condiciones.
- La pandemia provocó un desplome económico y los niños que viven en hogares pobres aumentaron en decenas de millones.
- Mientras las escuelas permanecieron cerradas, al menos uno de cada tres alumnos no pudo acceder a la educación a distancia debido a la falta de conectividad.
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Todas estas cifras globales conforman una foto que combina la realidad argentina con la tucumana. Nada de lo que mide Unicef escapa al descalabro socioeconómico provincial, traducido en el crecimiento de la miseria, la pobreza y el desempleo del que no dejamos de ser parte. Como es norma, los chicos son carne de cañón en esta guerra que aniquila cualquier expectativa de buena calidad de vida. Así que hay mucho que pensar al momento de celebrar el Día del Niño. Seguramente la felicidad de disfrutar un domingo en familia y de guardar el registro de las sonrisas genuinas, de algún retazo de alegría, hasta la certeza de que bien vale exprimir el bolsillo para extraerle un regalito. Y, por sobre todo, la necesidad de apreciar momentos que para infinidad de niños, aquí y alrededor del globo, son pura fantasía. Por todo esto, el Día del Niño es una buena oportunidad para valorar la vida. Para cuidarla.
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Serán los “chicos de la pandemia” y los efectos que el coronavirus opere sobre ellos seguirán apareciendo con el paso del tiempo. Hablamos de las necesidades básicas insatisfechas y de los estragos que producen. Otro de los aspectos preocupantes y que se está midiendo es la salud mental de niños y adolescentes. “Entre los chicos y las chicas de 3 a 12 años se observan estados de mayor irritabilidad, mal humor, enojo, fastidio e intolerancia. En algunos casos, se manifestaron cambios o trastornos en la alimentación y/o el sueño”, detalló un estudio que Unicef Argentina hizo en la Provincia de Buenos Aires. ¿Cómo manejan los niños esa emocionalidad? ¿A qué canales apelan para expresarse? La investigación -que abarcó 780 casos- destaca cómo creció en ellos y en ellas la capacidad lúdica y creativa durante los contextos de encierro. Jugar y jugar, esa fue la cuestión. Y también una lección que los adultos deberíamos repasar con mucho mayor detenimiento. La espontaneidad -la más pura humanidad- como recurso ante una adversidad alienante, peligrosa, incierta, como es la pandemia. Unicef recomendó a las familias escuchar las preocupaciones y malestares que tanto niñas, niños como adolescentes pueden exteriorizar ante la pandemia y respetar sus opiniones y emociones, favorecer la expresión de sus pensamientos y hacerlos partícipes en la toma de decisiones.
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Otro estrago generado por la pandemia se dio en el universo laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el trabajo infantil se multiplicó en nuestro país a partir de la aparición del coronavirus. Estas son algunas de las estadísticas, producto de una investigación realizada en forma conjunta por la OIT y Unicef:
- El 16% de niños, niñas y adolescentes de entre 13 y 17 años realiza tareas orientadas al mercado. De ese total, la mitad comenzó a hacerlo desde el año pasado.
- Quienes ya trabajaban antes de la pandemia realizan las mismas tareas con mayor intensidad.
- Uno de cada 10 adolescentes buscó trabajo durante la pandemia, independientemente de si ya tenía alguna clase de empleo.
- El 56% de quienes trabajan vive en hogares que recibieron alguna ayuda estatal (AUH, IFE, Tarjeta Alimentar, apoyos alimentarios, etc).
“La pandemia afectó especialmente a los niños, las niñas y adolescentes de los hogares más vulnerables, que vieron ese impacto en muchas dimensiones de su vida cotidiana, como la educación, la alimentación, la salud, la recreación y el ocio”, detalló Bárbara Perrot, coordinadora de uno de los proyectos de la OIT en Argentina. Agregó su colega María Eugenia Figueroa: “estos datos ponen en evidencia la profundización de procesos de desigualdad preexistentes y alertan acerca de sus posibles efectos sobre las trayectorias futuras de esta población”.
De esto se trata: del presente y del futuro. De los efectos de una pandemia que prometen extenderse mucho más allá de la circulación de las cepas y con las infancias como protagonistas.
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Cada Día del Niño las colectas se multiplican. Este año las ONG subrayan lo desesperante de la situación. Como siempre, los juguetes son bienvenidos, pero es tanta la urgencia que los artículos de primera necesidad, con leche y pañales a la cabeza, cuentan con un valor extra. El Tucumán solidario está a tiempo de activar con mucha más potencia los motores de aquí al domingo. Son demasiados los que no tienen nada para celebrar.