Cartas de lectores IV: los niños (I)

Cartas de lectores IV: los niños (I)

13 Agosto 2021

Incuestionablemente, nuestro mayor tesoro son los niños, con la caudalosa corriente de ternura y amor que nos brindan, cuya inocencia y simplicidad nos interpelan con espontáneas acciones o reacciones. Ellos tan pequeños, convocantes en su ingenuidad, siembran cada día una semilla de luz dejando huellas en el corazón, transportándonos a su dulzura. Ellos. En el abordaje intangible del tiempo, no obstante, van marcando las horas que aglutinándose en la memoria, celebran su presencia en nuestras vidas. Ante la maravilla que representan nos comprometen con su infancia a una amalgama permanente de sabiduría y disposición ofreciéndoles buenos ejemplos. Nada más efectivo en la enseñanza de valores que los paradigmas que marcan imperceptiblemente de los modelos que advierten en su entorno y de los diferentes medios de comunicación, especialmente las redes sociales, los juegos que con naturalidad manejan desde bebés por la vida acelerada de los mayores que no les permite percatarse del daño irreversible que podrían capitalizar si no son controlados. Superados por la situación dejan en sus manos celulares, esa bomba de tiempo que en algún momento podría estallar en sus cabecitas inquietas, en sus cerebros inmaduros reflejándose en su comportamiento. Entonces, cómo no recuperar la entrañable figura del pequeño escuchando música, bailando, dibujando, cantando, acercarlos al arte como tarea esencial para su desarrollo o jugando al aire libre o con jueguitos didácticos que los estimulen mentalmente, preparándolos para un mundo cada vez más complejo. En este conglomerado actual nos debemos una vinculación más estrecha con nuestros niños. Comprometernos, darnos íntegramente. Sembrar en la infancia es la consigna. Después podría ser tarde. En la peregrinación por el almanaque nos detenemos en el Día del Niño, considerada fecha importante. Pero debería hacerse extensivo al año entero. Cada minuto suma o resta. Hablarles incluso cuando están en el nido tibio del regazo materno Hacerlo con paciencia y ternura dándoles una guía permanente de comportamiento para su inserción social facilitándoles las pautas que regularan su conducta. Los pequeños perciben la carga afectiva que los rodea sintiéndose así contenidos, y actúan en consecuencia. No a la sobreprotección que los inhibe en su desarrollo y desenvolvimiento Sí al aprendizaje y la conciencia de sus capacidades para conocer donde residen sus fortalezas y sus debilidades.

Nelly Elías de Benavente 


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