Un debate es oxígeno. Ayuda a pensar. Invita a comparar. Enseña a escuchar. Es un verdadero ejercicio de libertad. Se ponen en juego palabras, pero se imaginan principios, valores y sueños. Se transparentan las diferencias y se subrayan los parecidos. Las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias proponen todo esto y cuando cada frente se anima a exponérselo a los ciudadanos, la democracia respira y ensancha los pulmones. Más aún en tiempos de Covid.
Los dos debates que expuso LA GACETA a través de LG Play permitieron entender cómo vive y qué propone Juntos por el Cambio.
Contrastó la experiencia legislativa de los precandidatos Silvia Elías de Pérez y Alberto Colombres Garmendia (Cambiemos Tucumán). Ellos expusieron habilidad, tranquilidad, pero también tensaron la cuerda. Y cuando lo hicieron el blanco fijo fue el Partido de la Justicia Social. En más de una oportunidad lanzaron dardos contra el intendente Germán Alfaro y contra la diputada Beatriz Ávila. Paula Quiles y Ramiro Beti (Juntos para Construir) no escatimaron elogios para mitigar el daño de los señalamientos.
Paula Omodeo y Roberto Sánchez (Juntos por Tucumán) pasaron el debate más tranquilos y se dieron tiempo para responder que son un equipo.
Elías de Pérez fue la más contundente a la hora de enfocar como enemigo al kirchnerismo. Los otros precandidatos repartieron sus críticas para golpear al gobernador Juan Manzur y al vicegobernador Osvaldo Jaldo, de quienes cuestionaron los excesivos montos que manejan en los poderes políticos.
Cuando se apagaron las luces del estudio, la primera sensación que dejó el debate fue que por un lado estuvieron los postulantes de Cambiemos Tucumán y por el otro quedó una suerte de bloque entre Juntos por Tucumán y Juntos para Construir. Eso se notó especialmente en los debates libres.
Las coincidencias estuvieron en los proyectos y en las ideas. Entre los principales temas destacaron la necesidad de frenar la presión impositiva o buscar reducir el IVA. De terminar con los subsidios que favorecen a empesarios específicos. No dudaron a la hora de negar la reelección indefinida; y sobre una eventual reforma constitucional, de nuevo los más experimentados advirtieron que no era el momento, mientras que los más novatos no descartaron su necesidad.
Las caras de los debates son las de los votos, pero hay equipos detrás. Esos anónimos no faltaron; estuvieron en los gestos, en las miradas y en los desplantes. No faltaron en alguna lámina o en las boletas que mostraron los candidatos. Ellos midieron cuándo discutir, a quién señalar, cuándo no llevar el apunte al otro y a quién reconocerle coincidencias.
“Chicas”, “querido amigo”, “compañeros”, “no se dejen kirchnerizar”, “Silvita”, “los intendentes”, “estar juntos hubiera sido lo ideal”. Se escucharon esas chicanas incómodas encerradas en un marco de respeto que se selló con un choque de puños, como un buen debate en pandemia.