Mañana será un día ejemplificador de lo que significa la trama olímpica. El voley y el básquet pondrán en “modo pausa” no sólo a los simpatizantes del deporte sin distinción de disciplina que con cada Juegos Olímpicos nos regocijamos: también afectarán a aquellos que no son tan cercanos a la actividad deportiva. Estas competencias causan un efecto parecido al de un Mundial de fútbol: todos, en menor o mayor medida, ponen atención a lo que pasa.
El primer turno de juego, desde las 5, le quedó a la selección de voley. La Argentina que conduce Marcelo Méndez entusiasmó luego del gran triunfo ante Estados Unidos, bronce olímpico vigente, para recibir la puñalada al sueño. Italia será el rival. “Llevamos a Estados Unidos, una potencia como Francia, a la que también derrotamos, a jugar nuestro juego”, valoró Facundo Conte. El punta-receptor sintetizó lo que viene enloqueciendo a los rivales: el que es potencia, pierde la paciencia cuando no es el que domina, en consecuencia, su camino se empina. Por eso, Brasil y Rusia, en derrotas que eran probables, tuvieron que trabajar más para triunfar. Si Argentina gana, irá por Polonia o por Francia.
Si el voley causó una tremenda expectativa en la última fecha de la ronda de grupos, el básquet igual, pero al revés. Los dirigidos por Sergio Hernández, también en una zona complicada como la del voley, no llegaron con la holgura que se esperaba de un actual subcampeón mundial que incluso, por algunas horas, dependió de resultados ajenos y terminó clasificando como mejor tercero al vencer a Japón. Mañana, desde las 9, el aliento “albiceleste” pasará del voley al básquet para contrarrestar a Australia que, como todos los que clasificaron primeros, está invicto. De ganar, Argentina se cruzará con España o con Estados Unidos. “Estamos donde queríamos estar. Ahora nos metimos entre los ocho mejores y nos convertimos todos en candidatos”, analizó Hernández. Una reflexión que también se puede aplicar al voley, que quedó unido al básquet.