El atletismo ofreció esta mañana mucho de lo que el público espera de los Juegos: pulsaciones a mil, espectacularidad, fotos para la historia. Así fue la final de los 100 metros. Además de establecer un arrollador 1-2-3 en el podio, Jamaica celebró el nuevo récord olímpico logrado por Elaine Thompson (10”61), lo que derribó una marca de 33 años, la que había establecido Florence Griffith-Joyner en Seúl 88. Fue una carrera descomunal de las jamaiquinas, reinas de la velocidad. También hizo historia Polonia al conquistar el oro en la posta de 4x400 mixtos, especialidad debutante en los Juegos. La medalla de plata fue para República Dominicana, por apenas 34 centésimas.
Y los Juegos también son capaces de desnudar la otra cara del espíritu humano. Esa menos amable, la que aparece cuando el viento sopla en contra. Novak Djokovic se había burlado de Simone Biles cuando dijo que la presión no es algo que se soporta, sino que se disfruta. Y lo cierto es que al serbio, que es simpático y comprador cuando le va bien, lo consumió la presión y se marcha de Tokio con las manos vacías. Ahí se vio el otro Djokovic: irascible, descontrolado y grosero. No sólo por haber arrojado la raqueta a la tribuna después de perder el bronce contra el español Pablo Carreño, en especial por haber dejado en la banquina a Nina Stojanovic, su compañera en el dobles mixtos. Djokovic alegó cansancio y una lesión para bajarse del partido por el bronce. Llegó a los Juegos como una estrella y se va totalmente estrellado.
Mientras, ¿cómo marchan las ilusiones argentinas?
Estados Unidos hizo los deberes contra República Checa y le permitió a la Selección depender de sí misma para avanzar a los cuartos de final. No fue un regalo para el básquet argentino, más bien un acto de justicia que le devuelve al equipo la posibilidad de mantenerse entre los ocho mejores del mundo. Para eso necesita derrotar esta noche a Japón, rival que en los papeles está dos escalones abajo. Pero un par de asteriscos acompañan este dato: los japoneses son locales -además de ser dirigidos por el argentino Julio Lamas- y, sobre todo, la Selección no ha mostrado en Tokio lo mejor de su juego.
Son momentos bisagra en los Juegos, esos duelos que determinan la suerte de un ciclo olímpico. A fin de cuentas, el trabajo de años se reduce al rendimiento durante un puñado de minutos. Así de exigente, así de apasionante y así de arbitrario puede ser el deporte de alto rendimiento. Y justo en ese lugar estarán parados Los Leones cuando comience esta noche el partido con Alemania por los cuartos de final. El análisis, a partir de lo visto en Tokio, inclina la balanza hacia los europeos, pero Argentina es campeona olímpica y ese es un plus que pesa en los cruces mata-mata.
Son horas decisivas para el hockey, y en el caso de Las Leonas habrá que ver hasta qué punto influye la derrota sufrida anoche a manos de Australia. Ese 0-2 las ubicó terceras en la zona y elevó la vara del cruce de cuartos de final. El partido era muy parejo hasta que en el último cuarto un error de Valentina Raposo les sirvió el primer gol a las australianas. A Raposo la aguarda una carrera extraordinaria: con apenas 18 años, la salteña representa el futuro de nuestro hockey. Y justo a ella le tocó equivocarse. Una buena lección de lo que representa jugar al máximo nivel. Las Leonas hicieron las cosas bien hasta que se metieron en zona de fuego, donde la pólvora sigue mojada. Fallaron en los córners cortos, un pecado que ya no pueden seguir cometiendo.
Otro que depende de sí mismo para avanzar a los cuartos de final es el seleccionado de voley. Necesita derrotar a Estados Unidos, en un choque de pronóstico reservado: las chances se miden en 50 y 50. Argentina viene de jugar tres tie-breaks consecutivos: perdió con Brasil y les ganó a Francia y a Túnez. Eso habla de lo cerrados que son los partidos, pero también del corazón del equipo.
Y si de instancias determinantes se trata, las próximas horas serán claves para las tres tripulaciones que batallan por subir al podio. Lange-Carranza (en la clase Nacra 17), Facundo Olezza (en Finn) y Victoria Travascio-María Sol Branz (en 49er FX) corren desde atrás y aspiran, básicamente, a la medalla de bronce. Ninguno la tiene sencilla y la realidad es que están mucho más cerca del diploma, lo que obliga a una actuación superlativa en las regatas que les quedan. En el caso de los defensores del oro olímpico no podía faltar la épica, porque Cecilia Carranza corrió con una lesión en la espalda. Cualquiera sea el epílogo de esta aventura, lo de las tripulaciones es excelente en Tokio.