Derecho a reparar, el desafío para cuidar el planeta

Derecho a reparar, el desafío para cuidar el planeta

En Europa hay medidas para que se puedan arreglar los artículos electrónicos que se descompongan, en vez de tener que tirarlos.

 Reparaciones de electrodomésticos, para reciclar y pensar en el medioambiente. Reparaciones de electrodomésticos, para reciclar y pensar en el medioambiente. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

Seis años después de haber comprado un microondas, Renata Martoni empezó a notar que no funcionaba bien. Lo llevó a cuatro técnicos. Uno de ellos le dijo que la reparación le iba a costar lo mismo que comprarse uno nuevo. Los otros tres le confesaron que necesitaban un repuesto, el cual -si se conseguía- podía demorar seis meses en llegar. Entonces, ella sacó la tarjeta y adquirió un nuevo electrodoméstico en 18 cuotas.

Testimonios como el de Renata se escuchan todos los días en muchos talleres de reparación con distintos objetos que se rompen: televisores, cafeteras, impresoras, equipos de música y otros tantos aparatos. Los técnicos no lo dudan: los electrodomésticos hoy son menos resistentes, fallan antes y muchas veces, ante la falta de repuestos, terminan en la basura aun pudiendo haberse arreglado.

La tendencia a fabricar e importar electrodomésticos menos durables, conocida como “obsolescencia programada”, viene generando reacciones en muchos países. No es el caso de la Argentina todavía. En Europa, a fines del año pasado, entró en vigencia la ley conocida como “el derecho a reparar”. En EEUU, en estos días también avanzó una normativa similar, ante una gran resistencia de la industria tecnológica.

¿De qué se trata el derecho a reparar? La disposición tiene varias aristas. Por un lado, busca dar un giro importante a lo que viene ocurriendo en la sociedad de consumo: la intención es revalorizar las reparaciones para que sean rentables y atractivas para los consumidores. Con ese objetivo, la ley prevé que los fabricantes deben ofrecer piezas de repuesto, actualizaciones de software y manuales de reparación de los productos de una manera clara y fácilmente legible en el momento de la compra.

En Europa, por ejemplo, ya se obliga a los vendedores de electrodomésticos y electrónica a garantizar la reparación de los productos durante al menos 10 años, para lo cual los fabricantes deben asegurar que seguirá habiendo piezas disponibles por esa década. Los nuevos dispositivos tales como lavarropas, televisores o secadores de pelo también deben incluir manuales de reparación y estar fabricados de tal manera que se puedan desmontar con herramientas convencionales cuando realmente ya no se puedan reparar, para mejorar el reciclaje.

Asimismo, las empresas fabricantes deben declarar cuánto tiempo estimado durarán sus electrodomésticos y cuáles son los posibles métodos de reparación para los dispositivos. En EEUU la legislación que se propuso requiere que los fabricantes de tecnología y aparatos proporcionen las herramientas, instrucciones y partes necesarias para que cualquiera pueda reparar sus teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras y refrigeradores, así como otros productos.

Más que necesarias

“Estas medidas, más que necesarias, buscan evitar la obsolescencia programada de las cosas, aumentar la vida útil de los electrónicos, y en consecuencia lograr un mundo más sustentable al reducir la basura tecnológica que generamos”, sostiene Sebastián Ogayar, líder de la organización Nave Tierra.

Para él, estas disposiciones tendrían que haberse tomado mucho antes en el mundo y no deberían demorarse en Argentina. Se estima que al año, cada habitante genera entre 16 y 19 kilos de basura electrónica. En Tucumán, Nave Tierra recicla entre cuatro y ocho toneladas por mes de basura relacionada con la tecnología descartada.

Ogayar explica qué es la obsolescencia programada: consiste en que el fabricante determina la duración del producto, ya sea acortándole su vida útil o directamente dejando de prestarle asistencia técnica. “Hay otro tipo de obsolescencia, la percibida, que es cuando una persona cree que su artefacto (su celular, por ejemplo) es viejo y no le gusta y decide desecharlo aun cuando funciona perfecto. Esto es ya es una cuestión más cultural. Nosotros lo vemos mucho en Nave Tierra. El otro día nos llevaron un Samsung S7 al centro de reciclado solo porque tenía una rayita al costado y al dueño ya no le gustaba”, explica.

Según Ogayar, lo que sí se puede manejar con leyes es la obsolescencia programada, la cual se vincula con muchas cosas malas: tratos injustos, explotación, tercerización de costos, etcétera. “Creo que la gente no tiene la culpa por consumir; los Gobiernos deben poner leyes para frenar la híperproducción, para exigir que haya reparación de objetos y terminar con esta situación. En nuestro centro de reciclaje tenemos más de 100 impresoras que podrían funcionar perfectamente si se las arregla, pero no hay repuestos. Llamamos a las empresas y no los tienen. Las autoridades deben hacerse cargo de esto”, reclamó.

¿Cuánto duran las cosas?

Distintos estudios hechos en Europa muestran que los celulares actuales se tiran antes de los dos o tres años; que las impresoras expiran en tres a cinco años; las aspiradoras duran unos ocho y los televisores planos, cerca de siete años, mucho menos que las pantallas del siglo XX.

Los técnicos consultados para esta nota, entre ellos Miguel Soptelo y José María Mussatti, coinciden en que las roturas de los electrodomésticos aparecen generalmente antes del quinto año. Gerardo Alvarez, que arregla lavarropas, cuenta que cada vez es más complicado conseguir repuestos. Lo mismo le pasa a Javier Rodríguez, reparador de celulares. “Además, los repuestos aumentaron muchísimo de precio este último año”, detalló.

“Los productos que consumimos parecen durar cada vez menos tiempo, y cada vez resulta más difícil repararlos. Muchos objetos están diseñados de tal manera que es imposible siquiera abrirlos, los fabricantes no ponen manuales ni repuestos a disposición de los consumidores, y la excesiva oferta de productos baratos realizados con mano de obra esclava hacen que muchas veces reparar un objeto sea más costoso que comprar uno nuevo. El Club de Reparadores busca contrarrestar esta realidad tan difícil como insostenible”, explican desde esta organización que crearon Marina Pla y Melina Scioli, con el objetivo de resucitar objetos en desuso antes de que se conviertan en residuos.

El club funciona así: tiene una plataforma para facilitar el encuentro entre técnicos, repuestos y aparatos rotos. El sitio reparar.org tiene una guía que permite buscar y recomendar servicios de reparación según rubro y localización. “Es una manera también de combatir la cultura de lo descartable que tanto daño le ha hecho a nuestro planeta”, resumen.

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