Cuba, complejidad y sesgo en el análisis

Cuba, complejidad y sesgo en el análisis

No se puede entender la crisis en la isla si no se discute la devastación que produce el bloqueo económico, que recrudeció en los últimos años. Por Luiz Naclerio Torres, Profesor-investigador de Relaciones Internacionales. Especialista en América Latina.

LA HABANA. El mismo día en que se desataron las protestas, también marcharon defensores del Gobierno. reuters LA HABANA. El mismo día en que se desataron las protestas, también marcharon defensores del Gobierno. reuters
14 Julio 2021

Hay una mirada sesgada de Cuba, y no es porque el tema esté hiperideologizado, sino porque Cuba se ha convertido en un arma propagandística.

La cobertura de los medios hegemónicos, los que responden al gran capital, tienden a una mirada caricaturesca y distorsionada sobre Cuba.

Se habla de dictadura, de falta de libertad y violación a los derechos humanos, dentro de unos cánones desde donde no se puede correr el análisis.

Eso, como lectores, nos tiene que poner en alerta porque se trata de un proceso complejo, que exige otro tipo de lectura.

Hay un empeoramiento de las condiciones, que se reflejan en en las manifestaciones. Pero la situación actual no puede soslayar la discusión sobre el bloqueo, que genera un impacto que fue dimensionado y medido hace ya mucho tiempo.

El bloqueo, recrudecido a partir de los 90, tras la caída de Unión Soviética, no es un dato menor ni una excusa para defender al sistema cubano.

Hay más de 200 medidas coercitivas impuestas unilateralmente por Estados Unidos y más de 200.000 millones de dólares perdidos por estas sanciones. Esto se traduce en dificultad para poder comprar los productos elementales, de higiene, medicación y de construcción, porque tienen que hacer triangulación con empresas y hacer pagos en el extranjero.

El intento de Estados Unidos para modificar el sistema de Cuba, aplica medidas que violan los derechos humanos. Hay consenso político internacional en contra de estas medidas, incluso en las Naciones Unidas, que hizo un llamado a que se facilite la adquisición de insumos, en el contexto de la pandemia.

En estos momentos, Cuba pasa por un proceso de reforma económica, con unificación de la moneda, liberación de la circulación del dólar e incremento del salario, pero esas medidas chocan con el endurecimiento del bloqueo estadounidense en los últimos años, tanto con el gobierno de Donald Trump como con el de Joe Biden

Las restricciones por la pandemia afectaron aún más a la economía cubana, al cerrar esa importante fuente de ingresos de dólares que es el turismo.

Cuba, en comparación con toros países de América Latina, ha transitado de manera exitosa la pandemia pero, en este momento, está sufriendo un pico de casos y se detectaron dos variantes muy contagiosas, con el 60% de las infecciones en áreas turísticas.

Brasil tiene 2.500 fallecidos por millón; Argentina, cerca de 2.170; Perú (con los peores índices de la región) tiene más de 3.000 muertos por millón de habitantes. Cuba registra cerca de 200 fallecimientos por millón.

A todo esto hay que sumarle el cambio generacional en la conducción política de la isla. Los revolucionarios de la primera línea ya no están, y eso impacta en términos de representatividad, capacidad de impulsar medidas y hasta en el carisma de los gobernantes.

Estos cambios estructurales, por situaciones internas y de proceso económicos, se dan en una coyuntura problemática, con una crisis energética seria y demandas sociales. Las dificultades para conseguir combustible se potenciaron medio de la pandemia, con menos ingresos de divisas y más dificultad para la adquisición de dólares, hubo un incremento de la demanda y recrudecimiento del bloqueo.

En ese contexto, las quejas son genuinas, pero aprovechadas para desestabilizar. Porque la intención de Estados Unidos de intervenir en Cuba no tiene que ver con los derechos de los cubanos ni con la situación económica que los afecta.

Lo hemos visto en cada lugar donde Estados Unidos ha intervenido. Como sucedió en Irak y en Afganistán, la intervención empeora la situación. Lo que surge, en cambio, es el caos.

Basta comparar con casos como el de Haití, un país destrozado y un Estado fallido, sin ejercicio de su soberanía, sumido en una telaraña de manejos por parte de otros países.

Los reclamos contra el autoritarismo son válidos y no muy distintos de otras realidades latinoamericanas, pero el tratamiento hacia Cuba no es el mismo. Colombia, con una enorme violencia política y “exportadora” de mercenarios para la región; México, donde en cada elección la cantidad de candidatos muertos en medio de la violencia política es altísima, no enfrentan el mismo nivel de denuncia y de escándalo.

Siempre es denunciable el ejercicio autoritario del poder, pero eso no significa que en Cuba sea el lugar donde hay más violaciones a los Derechos Humanos. Es una postura bastante cínica, un discurso para demonizar ciertos gobiernos y regímenes. Hay que hacer el ejercicio de salir del guión armado y complejizar el discurso.

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