Gobiernos y líderes políticos de Latinoamérica, de Estados Unidos, de Europa y de organismos como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos repudiaron el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse.
El mandatario fue acribillado a balazos, en su casa, por un grupo comando. Su esposa Martine está en estado crítico. Es el octavo presidente latinoamericano asesinado en funciones desde la Segunda Guerra Mundial.
El crimen es un eslabón en una larga cadena de tensiones que viene creciendo en el empobrecido país, el primero de América Latina en independizarse, en 1804, y el protagonista de la primera y única revolución triunfante de esclavos en el mundo.
Desde hace décadas, Haití se debate entre las reivindicaciones sociales internas y el intervencionismo de las grandes potencias, a veces disfrazado de tutela y protección, señala el historiador Juan Francisco Martínez Peria.
“Moïse era miembro del Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK), una fuerza de derecha neoliberal, que llegó al Gobierno en elecciones que fueron acusadas de fraude”, explica el autor de “Libertad o muerte, historia de la revolución haitiana”.
En 2018 un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que implicó un ajuste y aumento de combustibles, motivó protestas multitudinarias que aún siguen. De hecho, una movilización convocada para el domingo, estaba llamada para a exigir la renuncia de Moïse. (Télam)