Apuntes sobre Desentierro, el nuevo poemario de Mateo Diosque

Apuntes sobre Desentierro, el nuevo poemario de Mateo Diosque

El poemario está atravesado de versos llenos de furia, sexo y horror.

MATEO DIOSQUE. FOTO: Andru Barboza, GENTILEZA MATEO DIOSQUE. MATEO DIOSQUE. FOTO: Andru Barboza, GENTILEZA MATEO DIOSQUE.
07 Julio 2021

Daniel Medina

La editorial Puntos Suspensivos Ediciones acaba de publicar Desentierro, el nuevo poemario de Mateo Diosque. Para quienes han leído sus anteriores libros (Retroactiva, en 2017, Hueco, de 2018 y Mariquita, 2019) Desentierro significará mucho más que la confirmación de un talento.

Diosque gira sobre sus obsesiones sin repetirse. Vuelve a ellas, pero solo para alumbrar nuevos matices.

La presentación del libro se realizará este jueves 15 de julio, a las 21, por el Instagram la editorial: @puntossuspensivosediciones

Parte de la potencia del poemario radica en la musicalidad con la que se entrelazan las palabras y los versos. Hay una furia contenida, que se siente incluso cuando no se traslade a las palabras. Porque otra gran virtud del poemario es que no cae, en ningún momento, en lo panfletario. Silvina Giaganti destacó con justa razón esto sobre el anterior libro: “Si bien es un viaje por experiencias lesbo/trans/feministas, no está narrado de una manera que resulta panfletaria, sin fisuras, despolitizada. Diosque se corre de los lugares comunes a la hora de narrar una sexualidad disidente”. Un grito de guerra que se siente, pero no se ve.

Ya he señalado que en muchos de sus escritos se entrecruza lo cotidiano y lo siniestro (o lo siniestro de lo cotidiano). El mundo es siempre hostil y los peligros siempre están latentes. Algo que deja en claro en sus poemas que ante esa hostilidad no se claudica: acá nadie va a tirar la toalla. Acá nadie va a huir:

lo que aparece

en la quietud

me quiero quedar

elijo quedarme

como quien investiga

el ruido intermitente

en la cocina

a las dos de la

madrugada como

quien cuida su casa de

invasiones ajenas. me

quedo. elijo

quedarme como

quien senfrenta a lo

que pasa después de

sus actos. elijo

quedarme. me

quedo

como quien descubre

qué es lo que pasa

cuando las cosas se

tratan de algo más que

de fugarse.

Me parece que un eje de lectura está presente en un paratexto: “a la poesía, mi posibilidad de existencia en el mundo”, se puede leer en las dedicatorias. En el libro hay un segundo lugar de habitabilidad: el cuerpo. Poesía y cuerpo se confunden, se interpretan y se retroalimentan durante todo el poemario.

“de qué manera pongo el cuerpo si mi cuerpo no sentiende ni a sí mismo?”, se pregunta en un poema.

El cuerpo es una incógnita y por ende también hay una identidad que no termina de acomodarse, como esas placas tectónicas que siguen provocando nuevos sismos, después de un gran terremoto.

soy espejo

de mí mismo

mientras

no

te acercás

para notar

que tengo

toda

la identidad

enchastrada

de soledad.

Sobre el poeta pesa la mirada de los otros. Así como algunos no pueden leer un poema, también tienen problema para “leer” un cuerpo. El cuerpo/poema que se escapa del lugar común y de los cánones establecidos.

Y a veces el propio cuerpo también es extraño para quien lo habita: 


tengo el lenguaje del aburrimiento

ahora que mi voz no me pertenece. ahora

que la poesía no se me instala

en el cuerpo.

 

El poemario está atravesado de versos llenos de furia, sexo y horror; también de cierto pesimismo. Pero tanto el pesimismo como el horror son exorcizados en el poema que cierra el libro. Porque escribir es la mejor forma de reencontrarse o de (re)conocerse. Una forma de multiplicarse o de mirarse al espejo.

quiero dar cuenta de

mi propia historia porque

convergen en mi

cuerpo

muchas vidas

que son

todas

mi vida

no murió nadie

he asistido a mí

misma a mí

mismo

en forma de

millones

me he abierto la piel

ahogado en mi

propia sangre

para hacer

con todo eso

mis tantos

yo

no murió nadie

me multiplico

no voy a

mezclar mi

mirada con la de

otros

esa tristeza no

desentierro

me pertenece

esa vergüenza

no es

mía

no murió nadie

no voy a permitir un funeral

vine al cementerio a

recoger lo que sí es

mío

no murió nadie

no habrá entierro

vine al cementerio a

llevarme a casa conmigo

no murió nadie

vine al cementerio a

perforar

féretros

y levantar

en mí a quienes dieron

por muertos.

En una entrevista brindada a LA GACETA en 2019, Diosque respondió de esta manera sobre qué lecturas le habían impulsado a escribir: “La imposibilidad de encontrarme en el discurso literario de los libros que leía me hizo sentir que necesitaba crear uno propio”.

Han pasado dos años de esa entrevista, pero todo indica que las palabras siguen vigentes. Diosque escribe para nombrar vivencias que no han sido nombradas. Escribe para conocerse y para combatir. Hace de la palabra un refugio y un arma.

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