En la guitarra laten acordes criollos, andaluces y árabes

En la guitarra laten acordes criollos, andaluces y árabes

Leandro Salvatierra, músico tucumano radicado en Leipzig, partió hace más de dos lustros a Europa. Con la cantante Luise Rauer, formó el conjunto Amalaya.

EN ALEMANIA. Salvatierra se fue de Tucumán hace una década. EN ALEMANIA. Salvatierra se fue de Tucumán hace una década.

Un chispazo de flamenco le enciende los sentidos. Un aire de guitarra se derrama en los latidos. La brújula del corazón le señala Europa. Las seis cuerdas piensan que pueden tener una nueva patria. Hace más de una década, un sueño, amasado en música, comenzó a caminar. “En 2008, durante una siesta tucumana paré la pelota, reflexioné y lo vi claro: necesitaba conocer Andalucía. Un lugar que idealicé durante mi adolescencia, desde que un disco que mi mamá me trajo de Buenos Aires, abrió una puerta que avivó aún más un fueguito que ya estaba encendido, el de la música. En ese CD escuché una guitarra diferente. Usaba un mismo idioma pero contaba sobre otro mundo y entusiasmaba: la tocaba Paco de Lucía, un verdadero influencer. Trabajé, ahorré lo justo y me fui. Dejé mucho y me llevé poco más que mi guitarra. La maleta estaba preparada para unos meses, que se volvieron más de 13 años, repartidos entre España y Alemania”, cuenta el tucumano Leandro Salvatierra, que junto a la cantante alemana Luise Rauer, es el mentor de Amalaya, conjunto que integran también instrumentistas sirios, que ha lanzado en las redes digitales “Casa”, su primer disco. El músico está radicado en Leipzig.

- ¿Qué te atrae del flamenco? ¿Le encontrás puntos de contacto con nuestra música?

- Si bien no me considero guitarrista flamenco, más bien un menjunje criollo de distintos estímulos, el contacto con el flamenco y el legado árabe y judío de Andalucía me marcó mucho. Me ayudó a entender mejor todo, desde mi propio idioma hasta mi identidad musical. Me llevó a descubrir además músicas más allá del flamenco, como la música árabe y sefardí. Jerez y Tucumán explotan de guitarras. En ese nuevo mundo sentí algo familiar, conocido, me sentí “en casa”. No solo en lo musical, sino en el amor y el valor incondicional a la guitarra, como medio básico de expresión y creadora de belleza. Como un dios necesario que siempre ata cabos en la cultura. El flamenco de peñas trasnochadas, de calle y de barrio, desborda de familiaridad, festeja el encuentro. En Tucumán, viví mucho de eso en familia, con amigos o desconocidos.

- ¿Cómo resultó la experiencia española?

- España fue un aprendizaje en lo musical y mucho en lo personal. Toqué con distintos músicos que conocí en las ciudades donde viví, como Córdoba y Granada, aunque quizás el proyecto principal resultó ser el conocerme mejor a mí mismo como músico y como alguien que, lejos del núcleo, debía ser solo. En Cádiz, viví algo especial: durante unos años toqué y canté por sus calles, compartiendo el bagaje musical que traía. La respuesta de la gente fue abrumadoramente cálida. Se convirtió en un trabajo que disfruté, con el que pude hasta pagar mis estudios y mi vida. De ahí salieron nuevos amigos y oportunidades.

MENTORES DE AMALAYA. La alemana Luise Rauer y el tucumano Leandro Salvatierra se conocieron en España. MENTORES DE AMALAYA. La alemana Luise Rauer y el tucumano Leandro Salvatierra se conocieron en España.

- ¿Te vas a Alemania por Luise? ¿Qué expectativas de vida y artísticas tenías? ¿Se fueron cumpliendo?

- En Granada, conocí a una compañera esencial, Luise. Una estudiante alemana de idiomas que conocía bien a Atahualpa Yupanqui y “Luna tucumana” era una de sus canciones favoritas. Su necesidad explosiva de crear, contar y cantar, fue un imán que nos juntó y nos puso a crear, a jugar. Hicimos un dúo, cantamos en algunos lugares y al terminar nuestros estudios decidimos continuar esa historia en pago alemán. Así, viajé a la hermosa ciudad de Leipzig (¡ni había escuchado su nombre alguna vez!) No entendía una sola palabra del alemán, pero como me gustan los idiomas, rápidamente comencé a molestar con preguntas de alemán a todo el mundo y a hacer cursos. Este país me abrió las puertas. La cultura está bien valorada, la sociedad es muy abierta, como su internacionalidad latente. Cada pequeño o gran proyecto artístico, hecho con amor y esfuerzo, suele dar sus frutos, aunque por supuesto, el arte aquí y en cualquier parte, jamás resulta fácil. Siempre se necesita mucho pulmón y convencimiento. Eso no es diferente, pero creo que aquí existen las herramientas y apoyos para llevar a cabo los proyectos de todo tipo. Manejar bien el idioma es muy importante.

- ¿Tienen los alemanes una música autóctona como puede ser nuestro canto en el valle o popular, como el tango?

- Difícil comparar músicas tan distintas. La música de Wagner, Bach, Beethoven, se considera autóctona, por ejemplo. Aunque aquí no usarían tanto ese adjetivo, ya que ciertos conceptos como “lo propio” o “lo autóctono” cobraron un significado oscuro y bien discutido, por su desgaste y mal uso durante la época fiera ya conocida. Pero lejos de ese interesante debate y mucho más lejos del mundo clásico, sí hay otras músicas populares: desde algunas tradicionales de incansables ritmos 2/4, tipo “marcha”, donde el bandoneón -¡que nació acá en Sajonia!- no falta, luego la música pop “Schlager” y la electrónica tan típica de Berlín. Copleras vallistas no se ven, lamentablemente…

- ¿Cómo surge la idea de crear Amalaya?

- Una combinación de casualidades, del entorno, creo que es resultado de una búsqueda que se fue dando casi naturalmente. En 2016, como dúo ya jugábamos con la mezcla de música árabe y ritmos folclóricos argentinos o latinoamericanos, inspirados por el conocimiento de Luise sobre el idioma y la cultura árabe, y nuestras ganas de romper cosas que “ya son”, buscando darle otro color. Más tarde, con los músicos Antonio Morejón (voz) y Fabian Klentzke (piano), apretamos el botón principal para crear Amalaya. Por otro lado, Leipzig acogió a cientos de refugiados de Siria y algunos de ellos son músicos profesionales del oud (laúd árabe) con quienes nos fuimos conociendo de a poco por la música. Cuando Luise se recibió de arabista-filóloga, organizó un encuentro con familiares, estudiantes, profesores y amigos. Esa noche, un pequeño grupo de músicos (alemanes, sirios y un tucumano) dimos un mini recital improvisado, con lo que ya sonaba a mezcolanza. Cuando terminamos alguien se acercó y nos dijo: “esto es muy bueno, ¿quisieran tocar en el Museo Grassi, de Leipzig? Podría organizarlo”. Ni imaginamos cuán importante e increíble sería eso. Poco después estábamos dando nuestro primer concierto como Amalaya en una hermosa sala interna del Museo de Instrumentos Históricos de Leipzig.

- ¿Cómo definirías la estética del conjunto?

- Amalaya es el encuentro de la guitarra criolla argentina y latinoamericana con el laúd árabe, con aires mediterráneos, y en combinación con instrumentos y motivos de las tradiciones musicales de Siria, el Líbano y Egipto, con textos en español, árabe y alemán.

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