San Martín sigue sumando virtudes a su repertorio. Ayer la posesión de pelota fue casi propiedad absoluta de Agropecuario, pero el que hizo el gol y se quedó con los tres puntos fue el “Santo”.
Para lograr su cuarta victoria al hilo en el torneo y quitarle el invicto que el “Sojero” ostentaba como local, los dirigidos por Pablo De Muner utilizaron su libreto más conocido; pero esta vez lo hizo a la inversa, de atrás para adelante.
En esta ocasión, el “Santo” le cedió el protagonismo al dueño de casa. En la primera mitad, vio como los jugadores locales corrían hacia adelante e intentaban jugar a un toque y en velocidad. Pero haciéndose fuerte del medio hacia atrás, reduciéndole los espacios a su rival e intentando dejar correr los minutos para transferir la desesperación a su oponente.
Era raro ver que en esta ocasión San Martín no ejercía presión alta y la generación de fútbol era casi nula. Pero da la impresión, que esa fue una estrategia que salió desde el banco.
De Muner entendió que a un duelo que se disputaba en una cancha en pésimas condiciones, contra un rival que no pierde casi nunca jugando en su reducto, había que trabajarlo de a poquito. Y eso hizo San Martín.
Porque lo mejor del equipo se vio en los últimos 20 minutos, cuando ajustó las marcas, asfixió con la presión alta y, con esa receta encontró el gol que terminó entregándole tres puntos claves para achicar aún más la brecha con los de arriba.
“Hay que acostumbrarse a ganar también en el barro”, dijo De Muner, y está bien. Porque para ser protagonista hay que saber adaptarse a cualquier circunstancia.