Los crímenes reales tiñeron de rojo las pantallas

Los crímenes reales tiñeron de rojo las pantallas

En las últimas décadas, la industria audiovisual puso énfasis en retratar a asesinos seriales de la vida real, a través de ficciones que fascinaron al público.

“EL CLAN”. La película de Pablo Trapero narra la historia de Arquímedes Puccio y su familia, al igual que la miniserie “Historia de un clan”.   “EL CLAN”. La película de Pablo Trapero narra la historia de Arquímedes Puccio y su familia, al igual que la miniserie “Historia de un clan”.

La temática de los asesinos seriales en el cine y la TV argentinos dio en las últimas décadas un giro hacia casos reales de la historia nacional, transformándose en un objeto de interés que renovó el vínculo con el público.

En 2004 dijeron presente “Epitafios”, la intrigante coproducción de Pol-ka y HBO con Leonardo Sbaraglia, Julio Chávez, Paola Krum y Cecilia Roth, y “Sangre fría”, la tira de Canal 13 con Mariano Martínez, Nicolás Pauls y Dolores Fonzi.

Pero fue además en esa época cuando el cine y la TV se enfocaron en aquellos casos reales que trascendieron por la brutalidad de los crímenes y por el atractivo mediático que suscitaron, según consigna la agencia Télam.

La primera en figurar fue la infame Mercedes Bernardina “Yiya” Murano, la estafadora residente del barrio porteño de Monserrat, donde fue detenida en 1979 por el envenenamiento de al menos tres mujeres con las que mantenía una aparente relación de amistad, y que fue encarnada en la pantalla chica por Nacha Guevara en el primer episodio de la segunda temporada (2006) de “Mujeres asesinas”, la exitosa serie adaptada del libro homónimo escrito por Marisa Grinstein y emitida por eltrece.

Un año después, el cineasta Jorge Algora estrenó “El niño de barro”, centrada en los asesinatos perpetrados a principios del siglo XX por Cayetano Santos Godino, también conocido como el “Petiso Orejudo”, el serial más joven de Argentina interpretado en el filme por Abel Ayala.

Luego, en 2015 sería el turno del grupo de secuestradores y homicidas liderado por la familia Puccio en la serie “Historia de un clan”, con Alejandro Awada y el “Chino” Darín; y en “El Clan”, la película de Pablo Trapero protagonizada por Guillermo Francella y Peter Lanzani.

Por último, la elogiada “El Ángel” (2018) transportó al público a principios de los 70, cuando Carlos Robledo Puch -representado por un carismático Lorenzo Ferro- cometió los once homicidios y otros tantos delitos más por los que fue condenado a los 20 años reclusión perpetua.

La cinta realizada por Luis Ortega se convirtió en un éxito de taquilla y demostró una vez más que, para las narrativas criminales en clave propia, aún hay tela para cortar.

La crónica negra

En opinión de Eloy Torales, profesor de investigación criminal, los asesinos seriales no siempre eligen una característica de la víctima para atacarla. “Robledo Puch es serial, pero mataba al sereno, al compañero; los mataba por deseo”, argumentó.

Otro modus operandi fue, a mediados de los ´70 el de Juan Carlos Laureana, alias “el sátiro de San Isidro”, que en un año violó y asesinó a por lo menos a 13 mujeres, a las que también les robaba objetos personales que conservaba como “trofeos”.

Sin embargo, este joven de 22 años que había asistido a un colegio religioso en su Corrientes natal y tenía una esposa y tres hijastros, nunca fue condenado porque en febrero de 1975 murió al tirotearse con la Policía bonaerense, que lo buscaba intensamente desde hacía meses.

Más tarde, en febrero de 1979, se inició la saga de Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat, quien en poco más de un mes mató a tres vecinas a las que le debía dinero. En abril de aquel año “Yiya” quedó detenida, tras lo cual pasó 16 años en prisión y finalmente falleció estando en libertad, en 2014, en un geriátrico.

Por su parte, Arquímedes Puccio fue contador, abogado, comerciante y agente de inteligencia militar, estaba casado, tenía cinco hijos y residía en San Isidro cuando a comienzos de los ‘80 lideró su propio “Clan” para secuestrar y asesinar a personas de familias adineradas de la zona norte del conurbano.

Puccio fue condenado junto a su hijo Alejandro (ex rugbier del CASI y Los Pumas) a reclusión perpetua por tres ejecuciones a tiros y pasó 23 años en prisión hasta que recibió la libertad condicional y falleció en 2013.

En los ‘90 hubo otra organización criminal liderada por el joven estudiante de 18 años Guillermo Antonio Alvarez, alias “el concheto” y oriundo de Acasusso, quien se cree que admiraba a Robledo Puch. La banda de “los chicos bien” estaba conformada por jóvenes de clase alta y se dedicaba a robar a mano armada.

Alvarez fue condenado a reclusión perpetua por cuatro homicidios. En 2015 recuperó la libertad, pero meses después volvió a la cárcel por robo y aún permanece detenido.

En tanto, un caso de homicida múltiple en masa fue el del odontólogo Ricardo Barreda, quien en una noche de furia en 1992 mató a escopetazos a su esposa, su suegra y dos hijas en una casona del centro platense. En 1994 fue condenado a reclusión perpetua y en 2008 recuperó la libertad, volvió a estar en pareja y finalmente murió a los 84 años, solo y enfermo, en 2020.

Por otro lado, en agosto de 1995, Luis Fernando Iribarren confesó ante la Policía haber matado a su tía unos días antes, pero lo que más sorprendió a los investigadores fue que este joven se quebró y terminó admitiendo que en 1986 había asesinado y enterrado a sus padres y sus dos hermanitos en un campo cercano a San Andrés de Giles.

Iribarren fue conocido como “el chacal de San Andrés de Giles” y en 2002 lo condenaron a prisión perpetua.

Luego, en noviembre de 2011 se produjo un hecho de similares características al de Barreda y también en La Plata, donde una mujer, su hija, su nieta y una amiga de la primera fueron asesinadas a puñaladas en el interior de una casa, caso por el que fue condenado un vecino formoseño que hacía arreglos en el lugar, Javier “la Hiena” Quiroga, por entonces de 39 años, aunque por mucho tiempo se creyó que el autor de esa masacre había sido otro sospechoso: el novio de una de las víctimas, que terminó absuelto.

Hubo otros casos de asesinos múltiples pero cuyos crímenes no tuvieron una amplia repercusión mediática como en el caso del del taxista de Quilmes Hugo Acevedo, quien a principios de marzo de 1998 estranguló a su concubina y luego, en 24 horas, mató a balazos su ex esposa, a la pareja de ésta y a su padrastro. No llegó a ser condenado porque al mes siguiente se suicidó en la cárcel.

Otro asesino múltiple fue Javier Hernán Pino (31), quien salía a robar y se cree que entre febrero y octubre de 2015 mató a cinco personas en Buenos Aires, Salta y Santa Fe, hechos por los que fue sentenciado a prisión perpetua.

Probablemente, el último caso conocido de un asesino serial fue el del mecánico Rubén Recalde (60), quien atacaba mujeres, los jueves por la tarde, en locales comerciales del rubro infantil de la ciudad de Junín. En 2015 lo condenaron a reclusión perpetua por estrangular a dos mujeres en 2012 y 2014; aunque la Justicia sospecha que en 1999 ya había asesinado a otra, cuyo crimen nunca se resolvió.

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