Hace 25 años nacía Dolly, primer mamífero clonado

Hace 25 años nacía Dolly, primer mamífero clonado

Gran hito en la historia de la ciencia. Proceso muy complicado. Una experta tucumana explica cómo se hizo y qué puertas abrió.

CAMBIÓ LA HISTORIA. La clonación de Dolly abrió un proceso que se continúa profundizando hasta hoy. CAMBIÓ LA HISTORIA. La clonación de Dolly abrió un proceso que se continúa profundizando hasta hoy. REUTERS

Hace exactamente 25 años, en Escocia, nacía Dolly, la oveja más famosa del mundo. Sin embargo, no lo supimos de inmediato: sus creadores, un equipo conducido por Ian Wilmut y Keith Campbell, investigadores del Instituto Roslin de Edimburgo, prefirieron no cantar victoria, así que lo anunciaron siete meses después, en febrero de 1997.

“Es que llegar a Dolly había sido muy complicado -cuenta la tucumana Silvana Apichela, docente de la materia Reproducción de la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la UNT-. Con mucho esfuerzo habían logrado 277 embriones; sólo Dolly prosperó hasta nacer”.

“Y cambió la historia de la ciencia, aunque fue sólo el principio del cambio”, añade y nos recuerda que para llegar a la clonación se tomaron células mamarias de una oveja adulta, lo cual fue al mismo tiempo revolucionario (se pensaba que era técnicamente imposible) y un problema... pero ya volveremos a ello.

El otro dato -el divertido- es que el hecho de que la célula de origen fuera mamaria terminó dándole el nombre: “Dolly proviene de una glándula mamaria, y no pudimos pensar en un par de glándulas más impresionantes que las de la cantante Dolly Parton”, le dijo en su momento Wilmut a la BBC, y añadió: “Dolly nos permitirá estudiar enfermedades genéticas para las que actualmente no hay cura, y rastrear los mecanismos que están involucrados”. Se estaba quedando corto...

Qué es la clonación

“Clonar significa copiar, y originalmente se buscaba hacer una copia idéntica de un individuo, es decir, lograr otro que tuviera el mismo material genético, y el primer hito fue Dolly”, explica Apichela.

El proceso fue así: “se tomaron óvulos de una oveja y se les sacó el núcleo; por otro lado, hicieron biopsias de las mamas de la oveja que donaría su ADN y se cultivaron las células unos días”, describe los primeros pasos.

A continuación, con electricidad se estimuló cada óvulo sin núcleo y luego se lo puso en contacto con una de las células mamarias.

“Con otro estímulo eléctrico, más ayudas hormonales, se buscaba a fusión de ambas células; así el ovocito recibía la carga genética de la oveja donadora. Si se tenía éxito, empezaba a multiplicarse, y si todo seguía bien, se lograba un embrión”, agrega.

A partir de allí , como con todo proceso de fertilización in vitro: se transfería el embrión a la hembra receptora (que no necesitaba tener vínculo alguno con las donantes); y si quedaba preñada, cuando naciera la cría sería genéticamente idéntica a la oveja había donado su ADN...

Nuestra experta lo explica en pasado, porque -explica- ya no se hace exactamente así. “Es que surgieron problemas: Dolly empezó a sufrir enfermedades propias de los ancianos, como artrosis (de hecho su muerte fue prematura) y los investigadores se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Detuvieron entonces los intentos hasta que descubrieron la razón: el ADN de origen tenía los telómetros cortos”, cuenta, y en ese mismo instante (cosas que pasan con las entrevistas de pandemia) antes de que se acabara el mensaje de audio , agrega: “ya te lo explico”.

“Sucede que el núcleo de la célula no sólo porta el ADN; tiene una suerte de reloj interno que son los telómeros (la parte final de los cromosomas); y cuando nos hacemos viejos estos se van acortando. Por eso Dolly se comportaba como una oveja vieja”, añade y cuenta que se pudo avanzar cuando los investigadores comprendieron que la solución era partir de células fetales.

Nuevos objetivos

Pronto, lo prioritario dejó de ser mayormente la copia idéntica propiamente dicha -explica-, “aunque sigue siendo una técnica muy útil, por ejemplo para recuperar especies que están al borde de la extinción, cuando quedan muy pocos reproductores”.

“Pero la clonación evolucionó mucho cuando se pudo introducir en los ovocitos sin núcleo el material genético de células fetales, pero previamente modificado. Así se dio paso a lo que se conoce como transgénesis mediada por clonación”, relata.

“En estos casos, los individuos que nacen no son idénticos al donante de ADN; tienen genes que les otorgan propiedades particulares”, agrega. “Por ejemplo, en Argentina la empresa Biosidus logró vacas que producen en la leche somatropina (la hormona de crecimiento humana recombinante). Fue un hito farmacéutico importantísimo”, destaca.

Y se avanza también en eso. La idea es, con vacas transgéncias, producir alimentos funcionales, o sea modificados para mejorar la salud o el bienestar, además de su aporte nutricional. El proyecto se llama Tambo Farmacéutico, y ya en febrero de 2007 lograron cuatro terneras clonadas que llevan en sus células mamarias el gen precursor de la insulina.

“La técnica se usa muchísimo: para obtener leche más parecida a la humana, por ejemplo; pero también para lograr proteína de la tela de araña secretada en la leche...”, agrega Apichela.

Y ante tu pregunta de cajón (“¿Quééé?”) te contamos: en 2012, investigadores de Utah, EE.UU., tomaron de las arañas el gen de la producción de la proteína de seda y lo pusieron en un segmento de ADN que copia exactamente las mismas secuencias de control de ADN en las cabras; así, cuando la cabra produce leche, la proteína de esta... es de araña.

No es un dato menor, si se piensa que esa proteína es de alto valor comercial, por su gran fortaleza y elasticidad: la seda de arañas es entre tres y cuatro veces más fuerte que el kevlar, el material utilizado en chalecos antibalas, y es más elástica que el nylon.

No; no es ciencia ficción. “Cosas veredes, Sancho”, decía Don Quijote...

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