La pandemia pasará, de eso no hay dudas. El aislamiento, los protocolos, los hisopados, los vuelos cancelados, los shoppings cerrados, los teatros con aforos del 30%, la gastronomía en modalidad take away, las burbujas escolares y las restricción de circulación, todo eso quedará atrás en algún momento. Los estadios con las tribunas colmadas en otros países nos lo anticipan, la pandémica pasará. Inclusive las nuevas sepas pasarán. Y cuando ello ocurra, finalmente, deberemos retomar el debate educativo que tan abrupta e irresponsablemente abandonamos a principio de 2020, y del que no nos ocupamos ni un poquito desde entonces. Claro que también deberemos atender a las cicatrices y heridas de estos meses, que son particularmente profundas en algunos segmentos de la población. Pero lo más importante es que retomemos ese debate educativo abandonado.
Varias son las razones por las que debemos retomar ese debate. En primer lugar, porque el mundo hasta diciembre de 2019 continuaba configurándose como una gran y novedosa matriz de redes, pantallas táctiles y flujos. Y la pandemia solo lo pronunció. Los datos son contundentes. La penetración de internet ya supera el 60% a nivel global, y en nuestra región está orillando el 75%. Ni en nuestros mejores sueños pensábamos hace 20 años que esto iba a ocurrir en tan poco tiempo, en tal magnitud. En nuestro país, la población de entre 16 y 64 años de edad pasa casi 10 horas diarias (el 60% del tiempo que están despiertos) navegando por internet, muy por encima de las casi 7 horas de promedio mundial. Se conectan mayoritariamente desde teléfonos inteligentes (56%, y en aumento) para, desde un ecosistema infinito de Apps, chatear (91%), usar redes sociales (89%), comprar y vender (69%), ver series y pelis (67%), usar mapas y GPSs (62%), escuchar música (53%), jugar en línea (52%), y mucho más. ¿Quiere más datos? El 67% del segmento de entre 55 y 64 años juega juegos en línea, y las mujeres de ese segmento son más activas comprando en línea que nos varones de entre 16 y 24 años de edad. ¿Qué tal?
En segundo lugar, debemos retomar el debate educativo pues los jóvenes no necesitan de la escuela para conocer. Hoy los datos, la información y el conocimiento están disponibles en la nube, con libre acceso y en múltiples formatos. De hecho, la cuarta razón en orden de importancia a nivel mundial que motiva el acceso a internet es investigar cómo hacer las cosas. Todos somos investigadores en aquello que nos interesa, y los centennials o Z más que ninguna otra generación antes. Los Z son los reyes de la navegación digital, los principales usuarios del sexto lenguaje de Logan (el lenguaje del chat y de internet, de los emojis y de los memes) y los más informados de todos los jóvenes de la historia de la humanidad. Tal vez no sepan sobre la revolución industrial, pero seguro lo aprenderán en un día cuando deban hacer una presentación a clientes, socios o jefes para explicar los desafíos de la quinta revolución industrial, que es la que estamos viviendo ahora Los Z son activos, experimentales, directos, críticos, sensibles. Son adultos en cuerpos de jóvenes, y por eso se angustian y deprimen más de la cuenta. Ellos no necesitan la asistencia de la escuela para conocer el mundo, sino que desean colaborar para crear otro mundo, y probablemente otra escuela.
En tercer lugar, debemos retomar el debate educativo para clarificar algunos aspectos sobre la labor docente. Mucho docente se esforzó mucho durante estos meses, lo sé. Pero lo hizo en la dirección equivocada y con las herramientas incorrectas, y por ello tanto esfuerzo sirvió para tan poco. Aburre escuchar que los docentes deben ser capacitados, como si alguien estuviese impidiendo que ellos mismos tomen el timón de su propio destino profesional, y se conviertan en protagonistas y arquitectos de su propio proceso de reconfiguración. ¡Es lo que se está haciendo en todas los otras profesiones! Los datos que compartí antes hablan por sí solos. Investigar cómo hacer las cosas, ¿acaso no se trata de eso?
Suelo repetir que aquellos docentes que no abrazan la época, tienen fecha de vencimiento. El tiempo se acabó, y la pandemia solo lo hizo contundentemente visible. Son necesarios docentes con las competencias necesarias, pero también, diría principalmente, con la actitud correcta. Actitud para abordar con entusiasmo al nuevo aprendiz Z, actitud para interpretar a la escuela como un concepto y aspiracional y no como una montaña de ladrillos y de recortes curriculares, actitud para abrazar una época con infinidad de recursos apropiables, actitud para comprender los avances de la neurociencia y para abandonar los ‘neuromitos’. El docente del futuro será ese arquetipo, o no será nada.
En cuarto lugar, y por último, debemos retomar el debate educativo porque el sistema actual se ha convertido en una maraña de normativas, protocolos y gobernanzas, y eso solo agrava el problema de los aprendizajes. Para peor, la conducción descansa en manos de una dirigencia política cortoplacista (¿acaso la hay de otro tipo?), que suele reñir por metas ajustadas a tiempos electorales, siempre diferentes a los que exige un sistema masivo de enseñanza. Tenemos desplegado en todo el territorio nacional un sistema educativo que se presenta como burocrático e intervenido al extremo, y que sabemos que rinde mal aún en la presencialidad, a pesar de que la reclamemos con vehemencia en estos meses de encierro. ¿Acaso no debemos hacer algo más que medir el rendimiento del sistema a través de pruebas estandarizadas? ¿Acaso solo nos queda sumar un poco de robótica por acá, algunas pasantías por allá, y no mucho más? Hágame el favor y lea el Compromiso de Chapadmalal, publicado por desde el Consejo Federal de Educación en febrero de 2020, cuando aún no sabíamos de la pandemia. ¿Solo a eso podemos aspirar? ¿La política ha reducido al sistema educativo a tan poco? Debemos retomar esa discusión.
Ya sé que más que debatir, debemos hacer. Me queda claro el punto. Yo también soy un fanático de la praxis. Pero no podemos seguir haciendo, sin saber para qué hacemos, cómo lo hacemos, y en qué dirección debemos hacer algunas cosas. El sistema educativo actual es una forma de responder a esos cuestionamientos, y todo indica que llegó el momento de reemplazarlo por un nuevo diseño, por un nuevo propósito, por un nuevo aspiracional colectivo. Es por esa razón que debemos retomar un debate profundo, serio, sofisticado, político pero de polis, no de afinidades partidarias. No debemos dejarnos presionar ni por las doctrinas, ni por los nostálgicos, ni por los templarios del conservadurismo, ni por los clubes de los intelectuales desactualizados.
Frente a la pregunta de cuál será el futuro de la educación, que publiqué en mis redes estos días, la respuesta fue bastante esperable: con otra escuela y con otro docente, con el 72% de los votos. A esa respuesta yo agrego con otros intelectuales. Para recuperar el debate luego de la pandemia, necesitamos otros pensadores, más ávidos por comprender esta época, y por utilizarla la época como la mejor plataforma para imaginar un nuevo sistema de instituciones y actores educativos.