Mil medias pintas de cerveza para animar a los más jóvenes a vacunarse. Esta semana conocimos la primera campaña que aparece en el radar local y que replica un modelo que hasta ahora veíamos en las noticias internacionales con alguna sonrisa escondida. La iniciativa, a diferencia de otros países, no surge de un impulso oficial, sino de emprendimientos privados que “premiarán” a los que presenten el carnet de vacunación.
Sin embargo, por más atractivas que parezcan, estas campañas dejan en evidencia algunos aspectos alarmantes para considerar el momento actual de la vacunación. En primer lugar, las estrategias están dirigidas a una población joven que parece estar poco interesada en inocularse contra el coronavirus. Los datos oficiales están certificando esta tendencia luego de que se observara una disminución progresiva en los porcentajes de vacunados por rango etario. El Ministerio de Salud informó que el 96 % de los mayores de 70 años residentes en la provincia ya fue vacunado al menos con una dosis. En el caso del grupo de 50 a 70 años, el porcentaje es del 90%, mientras que en el padrón de 30 años, el 71 % fue inmunizado.
En segundo lugar, las acciones promovidas por entidades privadas llaman la atención en medio de una segunda ola en la que el Estado no está desplegando todo su poderío comunicacional y logístico para incentivar a los más chicos a vacunarse. En los últimos meses vimos todo tipo de campañas destinadas a la prevención, al cuidado y a los protocolos contra la Covid-19, pero frente a la solución definitiva contra la pandemia pareciera que aún las autoridades no encontraron la tónica justa para un grupo etario clave. Los más jóvenes son los que están más expuestos en la calle.
Lamentablemente, ni bebidas, ni dinero, ni boletos de lotería le están sirviendo al gobierno de EEUU para acelerar el ritmo de vacunación. A principios de junio, Joe Biden lanzó el “mes de acción”, una estrategia que incluía a empresas privadas y cuyo objetivo fue el de llegar al 4 de julio, día de la independencia norteamericana, con un 70% de la población con al menos una dosis de la vacuna. El porcentaje todavía está lejano: según la organización Our World in Data, hasta el 29 de junio el país del norte contaba con un 53,80% de la población vacunada.
Malte Thieben, un historiador médico alemán, advirtió ante la cadena Deutsche Welle que el escepticismo que muestran muchas personas en el mundo ante las vacunas “es tan antiguo como la misma vacunación”. El especialista, dedicado a la historia de las inoculaciones, indicó que ya hubo un efecto parecido a principios del siglo XIX con la vacunación contra la viruela: “en aquella época la vacunación era nueva y el escepticismo era inicialmente grande. Por eso las autoridades ofrecían comida, regalaban caramelos o incluso concedían medallas de vacunación, como incentivo para vacunarse voluntariamente”, explicó.
Caer en un sistema de reconocimientos materiales puede ser riesgoso. La estrategia con los más jóvenes puede ser más inteligente e inclusiva, sin culparlos ni demonizarlos, para entender sus temores y concientizarlos de lo importante que será su accionar para salir de esta crisis sanitaria.
Habrá que poner el foco ahora en la franja etaria de 25 a 29 años que ya puede acceder a la vacuna en Tucumán. En las primeras 24 horas de habilitación de turnos, se registraron 69.000 personas, el 57,5% del padrón. Será entonces tarea de los referentes de los más jóvenes incentivar a que tomen conciencia de la importancia que es protegerlos y cuidar a su comunidad.