69 postes de luz y ninguna flor

69 postes de luz y ninguna flor

Dentro de pocos días, en la semana del 9 de julio, la plaza Independencia se verá liberada del corset que la rodea y apreciaremos, por fin, cómo quedó la remodelación. Al menos esa es la fecha prometida por las autoridades municipales, seis meses más tarde de la fijada originalmente, demorada por la pandemia. Por el momento, a lo lejos se divisa la cubierta blanquísima que protege a la restaurada Libertad. Y no mucho más, porque se sigue trabajando a toda marcha. Mientras, a la espera del corte de cintas, vale mirar con detenimiento el entorno, esas cuatro cuadras que conforman un todo inescindible con la plaza y que, por lo tanto, merecen idéntico cuidado. Ahí la deuda es notoria, alimentada por una decisión que levantó controversia desde el primer momento: la instalación de 69 postes de luz, cuyo efecto de contaminación visual es tan fuerte que, desde algunas perspectivas, hasta impide ver los edificios.

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Son 22 columnas extra large, dotadas del tamaño propio de las que alumbran las autopistas, apuntando hacia la calle: cuatro por 25 de Mayo, seis por 24 de Septiembre, seis por Laprida y seis por San Martín. Y son 47 columnas más cortas, con las luminarias enfocadas al corazón de cada manzana: nueve por 25 de Mayo, 13 por 24 de Septiembre, 13 por Laprida y 12 por San Martín. Un total de 69, todas pintadas de negro, formadas en hilera como si de soldados en un desfile se tratara. La ampliación de las veredas les dio lugar, pero ese aire ganado a la calle no las disimula ni integra en armonía con el paisaje. Al contrario.

Urbanistas y arquitectos critican en off este diseño tan particular. Prefieren aguardar a la inauguración de la plaza, en la que también proliferan las nuevas columnas de alumbrado. “No pongamos palos en la rueda”, es el mensaje común. Porque puede que la luz funcione bien, advierten, pero desde lo estético el espectáculo es insalvable. Tampoco es necesario un título universitario para sacar conclusiones, es un simple ejercicio de sentido común. Hay algo que no cierra en esas columnas, un mar de obstáculos visuales que impide, justamente, el lucimiento de un entorno que precisa una urgente jerarquización.

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Lo que se evidencia alrededor de la plaza es la falta de planificación. Esas cuadras dicen mucho de la identidad de la capital, a partir de la cambalachesca convivencia de magníficos edificios pertenecientes a nuestro patrimonio histórico con propiedades precarias y de dudoso gusto, en un par de casos semiabandonadas. Podemos contar con una plaza esplendorosa, pero si en la vereda del frente se acumulan locales comerciales cerrados y frentes sucios tanta belleza se neutraliza. En el municipio hay conciencia de la situación y por eso están apurando a los propietarios para que mejoren las fachadas. No es sencillo.

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Esto de la falta de armonía se refleja en lo heterogéneo de la edificación y en el destino que encuentra cada rincón de las cuatro cuadras. Todo esto se acumula frente a la plaza Independencia:

- Cinco sedes oficiales: la Casa de Gobierno, el Ente de Turismo (en dos locaciones), oficinas de la Secretaría General de la Gobernación, el antiguo Banco Provincia (cerrado) y la Caja Popular.

- Un museo: la Casa Padilla (continúan las obras en el interior).

- Dos templos: San Francisco (en obras, que parecen acelerarse) y la Catedral.

- Una iglesia cristiana: llamada Dokime.

- Un centro cultural: en la Casa Rougés.

- Un club social: el Jockey.

- Un teatro: el Mercedes Sosa.

- Un hotel: el Garden Plaza.

- Una sucursal bancaria: el Banco Ciudad.

- Una sede empresaria: la Federación Económica.

- Una universidad: la San Pablo-T, repartida en dos locaciones.

- Cinco bares/restaurantes.

- Seis drugstores.

- Nueve comercios: tres heladerías (una de ellas, las más tradicional, cerrada y en obras), una tienda de mascotas, un negocio de venta de artículos para celulares, una farmacia, un gimnasio, una casa de revelado de fotos y un local de venta de empanadas.

- Cinco locales comerciales desocupados: algunos con el cartel de alquiler, otros sin referencia y uno que anuncia “alquilado”. También está vacía la carcasa del viejo Hotel Corona, apenas ocupada en la planta baja por el Ente de Turismo.

- Cuatro edificios de departamentos para viviendas. En uno de ellos, en la ochava suroeste de 24 y 25, el reloj público no funciona desde hace años. En esa esquina todavía flota el recuerdo de la confitería Bombay.

- Un estacionamiento.

- Tres kioscos de revistas (uno da la impresión de estar definitivamente cerrado).

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La enumeración viene a cuento de lo diverso que es ese entorno. Demuestra que la ciudad está viva y es cambiante, pero también lo complicada que asoma la misión de armonizar semejante cantidad de edificios, de estilos y, por supuesto, de intereses. La impresión es de lo más curiosa; por tramos es un atractivo registro de las variables arquitectónicas que atravesó Tucumán a lo largo de las décadas. Y a pocos metros parece más un bazar o una geografía suburbana, para nada ajustada con la centralidad del espacio que ocupa. Esto se nota principalmente a lo largo de la cuadra de 24 de Septiembre, en esa sucesión de construcciones desangeladas ubicadas entre la Catedral y la señorial Casa Nougués, en la que funciona el Centro Cultural de la Universidad de San Pablo-T.

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La defensa del patrimonio es un tira y afloja de nunca acabar. Lo que se rescata por un lado corre el riesgo de perderse por el otro, de allí la necesidad de vivir con la guardia alta. Durante la ejecución de las obras de remodelación en la plaza emergieron vestigios del antiguo Tucumán. Por 25 de Mayo, ladrillos que podrían formar parte del basamento del viejo Cabildo. Por 24 de Septiembre y por Laprida, rieles y durmientes sobre los que corrían los tranvías hasta hace poco más de medio siglo. ¿Qué hacer con estos materiales? Se habló de dejarlos a la vista del público, cubiertos por algunas clase de vidrio, blindex o plástico. Lo que se decidió, a fin de cuentas, fue volver a taparlos con cemento, a la espera de que “en el futuro” se tome alguna determinación. ¿No era este el momento preciso, aprovechando que la zona está en obras? Dejar para mañana lo que puede hacerse hoy, toda una tradición tucumana, suele servir de excusa. De lo que ya no se ve pocos se acordarán en el corto plazo. Triste -y acostumbrada- realidad.

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A propósito de las referencias históricas, en 24 de Septiembre y 25 de Mayo se erigía la casa natal de Juan Bautista Alberdi. Es una buena oportunidad para que las autoridades -provinciales o municipales- marquen con fuerza ese registro. A causa de las remodelaciones, la placa de cerámica alusiva quedó dentro del local gastronómico que ocupa la esquina. Muy cerca de allí, en 24 de Septiembre y Laprida sobrevive otra placa de cerámica. Consigna que en el lugar se habilitó la primera “botica” de Tucumán, a cargo de Cosme Massini, cuyo nombre llevó el negocio durante tanto tiempo que aún hoy se lo sigue identificando como la “farmacia Massini”.

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Es frente a este multiforme conglomerado de edificaciones, a lo largo de 400 metros de veredas, que se erigen las 69 columnas de iluminación. Si de movida la naturaleza de ese perfil urbano era de lo más  discordante, el agregado de esta colección de pilares espesó aún más la salsa. Y, como quedó apuntado, si la plaza es el ingrediente central del menú la guarnición no puede fallarle. La tucumanidad está ansiosa por descubrir en qué consiste este renacer de su paseo principal, emprendimiento que va mucho más allá de un lavado de cara. En los detalles -y el entorno no es menor- se juega también gran parte de la calidad de la obra.

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