Palacios sin ética y llanos sin grandeza

Palacios sin ética y llanos sin grandeza

En el Poder Judicial los magistrados pueden renunciar más de una vez. En el poder político no hablan de alecciones, aunque es lo único que mueve sus acciones. Y sus traiciones. En la oposición se cierran puertas y se abren fisuras.

Palacios sin ética y llanos sin grandeza

Los magistrados han dado que hablar esta semana. El episodio que ha protagonizado el juez Orlando Stoyanoff en la calle, donde fue filmado fuera de sí, ha vuelto a poner sobre la mesa un viejo debate. Paralelamente, la increíble nueva renuncia del juez Francisco Pissa deja al descubierto las dificultades que tiene la Justicia tucumana para sentirse libre, equilibrada y justa.

La Justicia, antes que nada, es un lugar imprescindible para el ejercicio de la democracia y para evitar los excesos a los que los poderes políticos suelen rendirse. Por eso, el esfuerzo y la preocupación principal tanto del Ejecutivo como del Legislativo es sembrar fidelidades en los pasillos, en los estrados y en cada uno de los espacios libres que haya en el Palacio de Tribunales. Menem lo hizo cuando decidió agrandar la Corte. Néstor se quedó tranquilo cuando desarmó aquella misma composición que había blindado el riojano. La Legislatura provincial mostró transparencia inusitada cuando decidió echar del palacio al entonces magistrado Enrique Pedicone y ni siquiera le hizo preguntas al vocal Daniel Leiva, quien hasta se animó a mentir al decir que no existió lo que sí ocurrió.

El poder político es ambicioso, angurriento, desvergonzado y hasta osado cuando se trata de ceder control. Y, se olvida de que la Justicia es también un lugar público (no propio ni de los amigos) y por lo tanto se debe al pueblo, a los habitantes del terruño que esperan seguridad, tranquilidad y confianza en las decisiones de esa señora de ojos vendadas armada con una balanza.

Cuenta la vicepresidenta de los Estados Unidos que cuando ella era fiscal e ingresaba a una audiencia advertía que el caso que defendía era “por el pueblo”, no por una persona determinada. Y lo explica: "Casi por definición nuestro sistema de justicia penal trata temas en los que los poderosos han perjudicado a los que tienen menos poder, y no esperamos que sea la parte más débil la que haga justicia por sí misma; lo convertimos en un esfuerzo colectivo. Esa es la razón por la que los fiscales no representan a la víctima, representan al pueblo, a la sociedad en general”, explica Kamala Harris, en su libro “Nuestra verdad”.

Un pedazo (un grupo, no todos) de la sociedad tucumana ha quedado impactada por los sucesos ocurridos esta semana. El primer debate plantea la discusión de si un magistrado tiene esa investidura y esas responsabilidades sólo cuando tiene la lapicera en la mano o durante todo el tiempo. Las dudas han abierto debates que interpelan a los políticos. Precisamente, las conductas -o los zigzagueos de ellas- plantearon esta semana que ya se despidió para siempre la necesidad de tener un código de ética judicial. Desgraciadamente serviría para que aquellos que no saben cómo comportarse o cómo adecuar sus conductas tengan un listado de artículos que les ayuden a ver cómo querría la sociedad que ellos se comportasen.

Lo curioso es que a las 12.40 del 7 de septiembre del año pasado ingresó a la Legislatura un proyecto de ley para que los tucumanos tuvieran un Código de Ética Judicial. Es muy posible que la Legislatura que estaba tan preocupada en destituir a un juez, pero no a un vocal, prefirió no enredarse en los laberintos (si los hubiere) de la ética. El proyecto tiene 12 principios: Independencia, Imparcialidad, Motivación, Conocimiento y Capacitación, Justicia y Equidad, Responsabilidad institucional, Cortesía, Integridad, Transparencia, Secreto profesional, Prudencia, Diligencia y Honestidad profesional. Es posible que al ver todas estas cuestiones también haya actuado la prudencia en la Legislatura y decidieron no tratarlo porque tal vez hayan visto que algunos amigos no podrían volver a entrar a sus despachos.

En el trabajo elaborado por el legislador Raúl Albarracín y acompañado por los legisladores Walter Berarducci y Federico Masso, se proponen cosas tan simples que parecen de imposible cumplimiento. Por ejemplo, sugieren que el magistrado con sus actitudes y comportamientos “debe poner de manifiesto que no recibe influencias, directas o indirectas, de ningún poder público ni privado, sea externo o interno al orden judicial”. Otra de las ideas propuestas dice que “el juez debe denunciar, ante quien corresponda, los incumplimientos graves en los que incurrieren sus colegas”.

El trío de legisladores plantea en el artículo 53 que “la cortesía es la forma de exteriorizar el respeto y consideración que los jueces deben a sus colegas, a los otros miembros de la oficina judicial, a los abogados, a los testigos, a los justiciables y, en general, a todos los que se relacionan con la administración de justicia”. Y en el artículo 56 proponen que “el juez debe mostrar una actitud tolerante y respetuosa hacia las críticas dirigidas a sus decisiones y comportamientos”.

El proyecto de código tiene 98 artículos. Posiblemente hayan sido demasiados porque nadie le llevó el apunte. Ni el Colegio de Abogados, que lo recibió el 29 de septiembre a las 10.51; ni la Asociación de Magistrados ni la Corte, sitios a los que ingresaron el mismo día, aunque unos minutos antes. También se llamaron a silencio el ministro fiscal Edmundo Jiménez, que aún de licencia recibió el proyecto; y el ministro de la Defensa, Washington Navarro Dávila. El único que dio señales de cierto interés fue el vocal decano, Antonio Estofán, quien al menos preguntó detalles del proyecto de código.

Cuando se camina por los pasillos de Tribunales, o cuando se comparte un café en la decena de bares que los rodean, hay un principio que es imposible no escuchar: “el interés es la medida de las acciones”. Indudablemente, parece que la ética no interesa porque al fin y al cabo el proyecto nunca se hizo ley. Si hubiera ocurrido, habría ayudado en casos como el de Paola Tacacho; o por lo menos a que, a la hora de renunciar, Pissa lo pensara dos veces en lugar de dimitir dos veces según lo viera conveniente para él en vez de para el pueblo por el que debería actuar.

En una sociedad huérfana de ética, hay tierra fértil para que fructifique la impunidad. Si las autoridades creen que nunca les pasará nada, inconscientemente se generará la idea de que pueden perseguir cualquier interés y ejecutar cualquier acción.

La planicie tan temida

A esta altura del año -y del texto- cabría preguntarse cuál es el interés de las elecciones. Las acciones en el oficialismo provincial se diferencian notablemente entre los principales actores de la Casa de Gobierno con los de la Legislatura. En el palacio de las escaleras, el gobernador Juan Manzur tiene todo resuelto. Cuando se le consulta sobre los comicios se limita a responder que falta mucho tiempo y que la preocupación central deben ser las vacunas. Sin embargo, hay gestos que consolidan una posible candidatura de Pablo Yedlin quien podría cambiar de cámara, pero seguiría en el Congreso de la Nación. Y, al mismo tiempo, se desdibuja la figura del vicegobernador Osvaldo Jaldo, especialmente cuando se especula que la Nación pueda digitar la confección de las listas. Mientras el tema “elecciones” parece sellado, siguen los tironeos, la seducción y los celos en las relaciones entre la divorciada pareja Manzur-Jaldo.

Cuando el defensor del Pueblo, Eduardo Cobos, decidió reunirse con el gobernador por sus obligaciones institucionales, en la Legislatura casi les da un soponcio a las principales autoridades. Tanto que no había quién defendiera al Ombudsman de las recriminaciones que le hicieron. Fueron tantas que Cobos faltó a la cita con el gobernador. Problemas parecidos sufre el intendente de Banda del Río Salí. Es que Darío Monteros, después de los últimos viajes a Buenos Aires, está viendo que se puede quedar sin trabajo como chasirete de Jaldo. El bandeño implora por un acuerdo entre Manzur y Jaldo, pero intuye que no va a pasar mucho tiempo sin que tenga que elegir. Y, ha hecho crecer tanto su estructura que más le teme al llano que a la traición.

Todos juntos van separados

En la oposición no sólo no hay una definición sobre el futuro, sino que hay tantos candidatos como disidencias. Eso es lo que más tranquilidad le da a Manzur. Los sectores de izquierda como los del resto del espectro ideológico tienen claro que sólo la unión puede darles una ilusión. Por eso del Partido Obrero hicieron una convocatoria a un congreso para conformar un Frente de Izquierda. En los yerros del oficialismo nacional y lo que dejó el macrismo ven oportunidades. Además siempre en las elecciones de medio término los partidos de izquierda encontraron mejor respuesta.

Mientras tanto, Ricardo Bussi, va dándose cuenta que no hay forma de que le abran las puertas de los otros espacios (degradada denominación que tienen hoy los partidos políticos). Pasaron los días, pero Fuerza Republicana parece que repetirá la historia de las otras elecciones.

El PRO es un partido nacional, a pesar de que muchos dirigentes tucumanos proclaman -a los gritos a veces- la necesidad de que Buenos Aires no se meta -como lo hizo muchas veces- en la vida comarcana. El PRO, depende tanto, de la metrópoli que no puede moverse libremente y ni se pronunció sobre la posible sociedad con Bussi ni con otros agrupaciones. El paraguas nacional hace que durante estos días de lluvia se mojen más de lo previsto.

A pesar de las diferencias, los radicales Silvia Elías de Pérez y José Cano, se parecen al intendente Germán Alfaro. Los tres creen haber hecho los méritos suficientes para ocupar lugares en las listas de senadores y de diputados de las elecciones de este año. La senadora y el diputado deben renovar sus credenciales y el lord mayor de la capital considera que debe ser alguien de su partido (de la Justicia Social) quien por lo menos pueda tener una banca en el Senado. Y anota en esa lista a su esposa, la diputada Beatriz Ávila.

Al fallar el proyecto del gran frente, el equipo de los intendentes se quedó sin los votos que podía aportar Fuerza Republicana. Sin embargo, siguen buscando socios. El primero que tienen a la vista es CREO y creen que Sebastián Murga podría encabezar alguna lista. Pero Mariano Campero y Roberto Sánchez tendrán que convencerlo (vía zoom, ya que el ruralista sufre el coronavirus) porque Murga siempre sostuvo que su proyecto es la gobernación. Los tiempos se acortan. Empieza a llegar el momento de tomar decisiones. Pero a pesar de muchas idas y vueltas, pareciera que muchas cosas no van a cambiar.

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