La tierra pide auxilio y, aún con toda la evidencia del daño que le provocamos, el hombre todavía lo ignora. Se está llegando a un punto de retorno y muchos no se preocupan; quizá piensan que hay otro mundo que habitar.
Frente a esta alarmante situación, hay quienes, desde la vereda opuesta, son conscientes de que su descendencia no tendrá un mundo en el cual vivir si no se toman cartas en el asunto. Entonces deciden actuar para dejar un planeta a sus hijos.
Vivir en un mundo mejor
“Mi hija tiene que vivir en un mundo mejor; no puede ser que nadie se haga cargo”, asevera Bruno Busnelli. Padre de Martina (de cinco años), creció en una familia dónde lo ecológico y el reciclaje eran temas muy importantes; por esto, desde hace más de 25 años trabaja en esa línea. Con el nacimiento de su niña, su interés se potenció. “Cada uno, desde su pequeño mundo, puede hacer un cambio. Y así, cambiamos todo. Nosotros tenemos que ver en qué planeta van a vivir nuestros hijos, si es que va a quedar uno para ellos”, explica.
“Martina está conmigo en todo lo que hago porque la llevo; es como con los deportes: si se lo inculcás de chico, se acopla a vos o no le gusta. Nosotros hacemos que lo tome como algo natural, que no sea una obligación, para que se acostumbre, por ejemplo, a plantar arboles. A su edad, va plantando 135”, agrega el orgulloso padre. Desde bebé ella aprende sobre el medio ambiente: “ahora estamos con el tema de las huertas hogareñas; mi hija sabe que el tomate es de ella, porque lo ha plantado, lo ve crecer, lo saca y lo come pero no convida -cuenta entre risas-. Eso es algo que nos falta mejorar”.
Bruno, que forma parte de varios grupos ecologistas en los que hacen ecocanjes, construcciones de casas con ecoladrillos, plantaciones y huertas hogareñas, entre otras acciones, dice que es importante tomar conciencia. “Lamentablemente no hay tiempo, tenemos hasta 2030 para solucionar esta crisis o va a ser una batalla entre sobrevivir o la aniquilación -subraya-; hay que hacer el esfuerzo de donar tiempo por el mundo, porque tenemos que dejarle un futuro a nuestros hijos. No hay otro territorio para vivir”.
Hacerlo juntos
“La gente siempre dice que los chicos son el futuro, y es real; pero nosotros como padres somos responsables de lo que estamos dejando. La idea es que preparemos ese futuro para ellos, no que les echemos la responsabilidad para que lo resuelvan”, expone Javier Abraham, ingeniero agrónomo, que preside el programa Agricultura de Adaptación de la asociación civil Coprodesa. Apasionado desde sus 12 años por el medio ambiente, se alegra de que sus hijas Driana (12) y Eira (cuatro) lo acompañen en todas sus actividades. “Salimos al cerro a buscar semillas de la yunga, tratamos de domesticarlas en casa, ensayamos el cultivo con mi hija más grande, que quiere ser bióloga, y a la más chica, en una forma más lúdica, le gusta sembrar, andar ahí con las plantas”, narra.
Admite que desde que es padre desarrolló otra sensibilidad sobre el ambiente. “Te das cuenta lo que pasa en el mundo, y yo no quiero eso para mis hijas, que estén preocupadas de si van a tener agua para tomar -ejemplifica-; si te ponés a analizar, las proyecciones para el futuro son casi apocalípticas. Entonces me pregunto: ‘¿para qué traigo hijos al mundo si les voy a dejar un desierto o hambruna?’ Lo importante es pregonar con el ejemplo: en casa separamos residuos, hacemos lombriz compuesta, tengo huerta, un vivero y gallinas. Es muy lindo que mis hijas compartan ese entusiasmo conmigo; esa semillita que uno va sembrando dentro de ellas va creciendo y es sumamente enorgullecedor para un padre que lo tomen como ejemplo y quieran hacer lo mismo”.
Al ser consultado sobre por qué considera importante que sus hijas aprendan sobre el medio ambiente, responde: “eso les va a permitir crecer en una cultura en la que todo lo que pregonamos ahora va a ser natural, como sucede en casa. Es muy importante que ellos aprendan y vayan mamando la cultura ambiental para el día de mañana sea común; cuando un chico lo aprende, está dentro de ellos y es más fácil que lo transmitan a los demás y se haga cotidiano”.
Hay que motivarlos
“No podemos ser indiferentes a lo que hace nuestra actividad en el planeta. Para mí es fundamental que mis hijos entiendan eso, y sepan que todo lo que hacen tiene consecuencias, buenas y malas”, afirma Osvaldo Díaz, arqueólogo. Desde hace años realiza separación de residuos en casa (orgánicos y reciclables); además de tener un lombricario (lugar dónde se crían lombrices para usar los residuos orgánicos que producen como fertilizante), posee una huerta orgánica y un espacio para realizar compost. “Reciclamos todo lo que podemos”, resume.
Sus hijos, Tomás (15) y Gastón (12) crecieron en ese ambiente. ¿Cómo se les enseña? Con el ejemplo. “En mi casa somos de los que cerramos la canilla para lavarnos los dientes, nos bañamos rápido, cosechamos de la huerta -cuenta-; y los chicos lo vienen mamando. Logramos incorporárselos: ellos saben que todos los días, cuando ven el tachito de la basura orgánica lleno, lo tienen que llevar al pozo de compost. Saben que tenemos un lugar dónde separamos los reciclables y dónde dejarlos”.
Díaz asegura que lo más importante es motivarlos y que todo se aprende si hay un apoyo hogareño: “ellos separan todo, pero tiene que ver con que uno tiene los lugares establecidos. Yo tengo un espacio donde se hace el reciclado orgánico, otro para guardar lo limpio y seco. Ellos lo ven y lo usan todos los días”, justifica.
Una vez más, el ejemplo es crucial. Osvaldo entiende que, si bien los niños aprenden sobre el medio ambiente y la importancia de los cuidados, en la escuela y otros ámbitos, “en casa mandan los padres y, si el padre no tiene conducta, por más que el hijo vaya y la practique afuera, es poco probable que la incorpore”. “Cuando son buenas prácticas y uno las realiza a diario, se transmiten. Y estas prácticas diarias de vida para mí son importantísimas, porque son parte de una cuestión ideológica; es lo que hay que hacer”, remarca.