Los golpes de la vida duelen, pero de ellos se aprende. La Selección parece haber aprendido de ese refrán para romper una cadena de tres empates seguidos, entre partidos de las Eliminatorias y de la Copa América, que había empezado ganando. Anoche, dio la talla ante Uruguay, al que venció por 1 a 0, jugando bien en varios pasajes y, por sobre todas las cosas, cerrándole los caminos a su siempre complicado rival.
Una nueva “batalla” rioplatense anunciaba hostilidades ofensivas de manera continua, por el grado de la artillería de la que ambos disponen. Pero en gran parte del trámite sólo hubo fuego de un lado de los contendientes.
El minuto 13 fue el de la mala suerte para los uruguayos. Lionel Messi y Rodrigo De Paul reprodujeron una jugada que se viene viendo seguido en la Selección: un córner con pase corto para armar una jugada con centro “venenoso”. Y así fue. Vino desde la izquierda, dirigido por “Lio”. Guido Rodríguez, entrando a espaldas de la defensa, metió un cabezazo que descolocó por completo al arquero Fernando Muslera. La pelota dio en el palo y entró. 1-0, y se hacía justicia.
Vale decirlo: Uruguay jamás inquietó el arco defendido por Emiliano Martínez. Se perdió en sus intentos en el medio, bien neutralizados por el equipo de Lionel Scaloni. También vale decirlo: el secreto estuvo en un acertado esquema en defensa, con rápida salida. Adelante, Nicolás González se batió a duelo una y otra vez. Y aunque lo maltrataron, se las ingenió para hacerse valer.
Lo de complemento fue un caminar por la cornisa al menos hasta la media hora. Uruguay se fue adelantando, y Argentina encerrando. Pero el equipo de Oscar Washington Tabárez siguió sin incomodar a “Dibu”, aunque merodeó el área. Más todavía, los cierres argentinos fueron cada vez más acertados. Casi tanto como los cambios que practicó Scaloni, reemplazando a los cansados y golpeados González y Giovani Lo Celso por los tucumanos Ezequiel Palacios y Joaquín Correa.
El desgaste físico se fue notando, aunque hubo uno, Ángel Di María, que siguió corriendo y generando peligro. Párrafo aparte para lo que hizo Messi, a los 77’ y a los 79’: dos apiladas tremendas, con malabares incluidos, que sólo fueron destruidos por la rusticidad de la marca uruguaya.
El partido se fue consumiendo, con el nervio de lo que estaba en juego. Con la Selección proponiendo en ataque, y también poniendo alguna pierna fuerte. Con un rival maniatado, que fue perdiendo la paciencia y nunca pudo hacer valer el poder ofensivo de Luis Suárez y de Edinson Cavani.
Esta “batalla” platense tuvo un ganador. Por valentía, actitud y porque supo cómo jugar. Que pase el que siga.