De la Tierra brota música, pero no cualquiera posee el oído lo suficientemente entrenado para saber escucharla, decía el filósofo George Santayana. Son melodías cuyas partituras se descifran en la superficie de una roca, en el perfil de una montaña o mucho más abajo, en las entrañas mismas de esta bellísima esfera azul que tanto nos empeñamos en perturbar. Los directores de orquesta capaces de seguir el ritmo de la Tierra y de comprender sus procesos para explicar el presente son los geólogos, que hoy celebran su día. Y no es una fecha menor en Tucumán, donde se enseña y se aprende geología como en pocas escuelas del resto del país.
Mahatma Gandhi lo tenía bien claro cuando afirmaba: “olvidar cómo excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”. Porque así como los tiempos geológicos, medidos en millones de años, suelen escapar a la comprensión al remontarse a eras tan lejanas, la infinidad de aplicaciones prácticas que proponen las ciencias geológicas hablan del hoy y del mañana. Pero primero están el estudio y el cuidado, bases de partida esenciales con las que egresan camadas de geólogos de la Universidad Nacional de Tucumán.
La carrera, que se dicta en la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, tiene su primer antecedente en 1967, y desde hace más de medio siglo viene creciendo al compás de las lógicas renovaciones de los planes de estudio. Desde 1974, por ejemplo, quienes egresaban como Licenciados en Ciencias Geológicas pasaron a recibir el título de Geólogos. En la década del 80, en tanto, aparecen dos entidades que reconfiguran el mapa de la enseñanza y de la actividad profesional en el país: AFAG (Asociación de Facultades con Carreras de Geología de la República Argentina) y Capeg (Comité Asesor Permanente para el Ejercicio de la Geología). Finalmente, en 1999 se crea el Departamento de Geología en la Facultad.
En ese lado virtuoso y pocas veces valorado de Tucumán, que es la capacidad de nuestros recursos humanos para generar conocimiento, los institutos de investigación de la UNT juegan el más preponderante de los roles. Por ese camino marcha el Instituto Superior de Correlación Geológica (Insugeo), fundado en 1984 e incorporado en 1996 al marco de unidades ejecutoras del Conicet.
El prestigio del Insugeo se corrobora en la cantidad y calidad de sus investigaciones (publicadas en medios especializados internacionales y en libros de edición propia); en su activa vinculación con entidades similares del resto del mundo; en su capacidad para formar y potenciar profesionales, demostrada en los estudios de posgrado que promueve y en el importante número de profesionales que logran el Doctorado en Ciencias Geológicas. Los principales ejes temáticos que abordan las líneas de investigación del Insugeo incluyen geología regional, petrografía, geoquímica, paleontología de invertebrados y vertebrados, sedimentología, icnología (disciplina que estudia las huellas dejadas en sedimentos o rocas por organismos vivos), estratigrafía dinámica e hidrogeología.
“Defender el prestigio de la actividad y velar por la ética en la profesión” fueron los principios que guiaron a los profesionales reunidos en asamblea extraordinaria en el Museo Argentino de Ciencias Naturales para instituir el Día del Geólogo. Era el 9 de junio de 1948. Desde el año anterior funcionaba el Centro Argentino de Geólogos, entidad que había dados pasos firmes en procura de la jerarquización de la actividad profesional. Los primeros antecedentes llevaban la impronta sarmientina, ya que durante su presidencia (1868-1874) se había fundado la primera Escuela de Minería (en San Juan) y se concretó la primera investigación sistématica del suelo argentino, al nacer en Córdoba la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
¿Qué hacen los geólogos?, es una pregunta recurrente y propone una respuesta tan amplia como la edad y la composición de la Tierra, y de los recursos naturales que nos ofrece. Para comprender este mapa, el geólogo despliega un arsenal de información al que no puede faltarle un pliego: ese que lo ayuda percibir y descifrar la música que emana del corazón del planeta.