Aquí importa más el rey que el trono

Aquí importa más el rey que el trono

¿Por qué, a diferencia de otros países, los ex presidentes argentinos no tienen predicamento?

Aquí importa más el rey que el trono

Las imágenes son excesivamente contrastantes. Aquí nomás, en Uruguay, el conservador Julio María Sanguinetti (presidente entre 1985 y 1990 y entre 1995 y 2000) es el secretario general del partido Colorado. Y José “Pepe” Mujica, que integró el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y fue jefe de Estado entre 2010 y 2015, lidera el Movimiento de Participación Popular, ala mayoritaria del Frente Amplio, el partido de izquierda hoy en la oposición. Los dos siguen siendo hombres de referencia en sus movimientos políticos. Y también fuera de ellos.

Allá lejos, en Estados Unidos, los ex mandatarios también tienen un papel rutilante dentro de sus partidos. Pero el asunto va todavía más allá: hay demócratas y republicanos que, tras haber sido adversarios, hoy son grandes amigos. 

En la Argentina, en cambio, Carlos Menem fue detenido por la causa de la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Fernando de la Rúa fue llevado a juicio por el escándalo de las coimas en el Senado para que se aprobara la flexibilización laboral. Néstor Kirchner, de encabezar las encuestas de popularidad en su último año de gestión, pasó dos años después a perder las elecciones de medio término de 2009 contra Francisco de Narváez en Buenos Aires. Cristina Fernández, reelecta en 2011 con el 54% de los votos, se fue del PJ y perdió en 2017 como candidata a senadora por Buenos Aires (salió segunda, detrás de Esteban Bullrich). Mauricio Macri, pese a titular “Primer tiempo” su libro lanzado este año, halla resistencia dentro del mismísimo PRO contra cualquier intento de un “segundo tiempo” a través de una candidatura este año.

¿Por qué, desde la vuelta de la democracia, no tienen predicamento los ex presidentes argentinos?

CARLOS MENEM. Fue detenido por la venta ilegal de armas. CARLOS MENEM. Fue detenido por la venta ilegal de armas.

Solución de continuidad

Una primera cuestión explica los contrastes mencionados: en Estados Unidos y en Uruguay, los ex presidentes se retiran en vida de la política. En el caso norteamericano, la Constitución fija que ningún ciudadano puede ser electo presidente en más de dos oportunidades. Así que, a lo sumo, hay una reelección y luego a otra cosa. Es más, reciben una pensión vitalicia de U$S 2 millones anuales, para garantizar que tendrán sus necesidades básicas satisfechas, por así decirlo.

En Uruguay no hay reelección consecutiva, con lo cual los mandatarios necesariamente dejan el poder tras completar un mandato. A ello se suma, además, tanto Sanguinetti como Mujica anunciaron el año pasado su retiro de la vida política, en términos de contiendas electorales y búsquedas de cargos públicos. Es decir, hay una solución a la continuidad en el poder. Y con ello, hay circunstancias temporales concretas durante las cuales los ex mandatarios abandonan el lugar de contendientes.

A partir de esa dinámica se pueden explicar, en parte, casos como el de Chile, donde tampoco hay reelección consecutiva (tanto Michelle Bachellet como Juan Sebastián Piñera, en veredas ideológicas opuestas, terminaron sus gobiernos y, luego de un período, fueron reivindicados por sus partidos y por los electores, que los ungieron jefes de Estado una vez más). O como el de Brasil, donde el dos veces presidente Luis Inacio “Lula” da Silva, detenido en una causa por corrupción con la obra pública cuando era el favorito de las encuestas para los comicios de 2018, hoy vuelve a estar a la cabeza de los sondeos de opinión para los comicios de 2022.

El eterno renacer

Una segunda cuestión, propiamente argentina, es que este es un país donde una porción sustancial de los discursos políticos propone una eterna refundación. Desde la socialdemocracia (Elisa Carrió propone cíclicamente firmar un “nuevo contrato social”), hasta los conservadores (Ricardo López Murphy fundó un partido llamado nada menos que “Recrear”, que en 2005 se alió a Compromiso para el Cambio, dando lugar a Propuesta Republicana: el PRO), pasando por el peronismo, que con el kirchnerismo pregona desde su eslogan fundacional una nueva Argentina: “Un país en serio”.

“Somos como marineros que deben reparar su nave en mar abierto, en plena tormenta, sin poder desmantelarla del todo para reconstruirla como debe ser”, metaforizó el filósofo Otto Neurath acerca de la ciencia, donde sí hubo verdaderas revoluciones. La visión de la política argentina acerca del país, en cambio, es que siempre es necesario desarmarlo para volver armar. Y en ese convencimiento, ¿de qué sirven toda experiencia anterior? ¿Qué predicamento puede tener quien ya ha navegado un barco que es necesario desguazar?

Sustitución de la historia

“Vivimos en una era de la conemoración”, manifestó en Tucumán (parafraseando al historiador británico Tony Judt) el historiador salteño Gregorio A. Caro Figueroa en 2015, durante la ponencia inaugural de las “X Jornadas sobre la Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino”.

En el libro homónimo del Centro Cultural Alberto Rougés que compila los trabajos de ese encuentro, Caro Figueroa describió que esta “era de la conmemoración” posee “un contenido, una intensidad y un sentido que genera más desacuerdos que acuerdos, más confrontaciones que consensos. Refundidas en una sola, memoria e historia corren el riesgo de convertirse en botín de gobiernos y de ideologías, dando lugar a escaramuzas o batallas puestas al servicio del uso espurio de la historia”. Entonces lanzó una advertencia, antes formulada por Judt: “Permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso”.

DE LA RÚA. Fue enjuiciado por el caso de las coimas en Senado. DE LA RÚA. Fue enjuiciado por el caso de las coimas en Senado.

De esa sustitución también está compuesta la falta de predicamento de los ex presidentes. Un racconto histórico de sus gestiones sacará a la luz, en todos los casos, aciertos y errores. Pero cuando en lugar de rigor histórico sólo rige el imperio subjetivo de la memoria, deviene que sin ir muy lejos, a la vuelta de la última década nomás, todo lo que hizo el kirchnerismo o es maravilloso y revolucionario o es corrupto y devastador. Y que toda la experiencia macrista fue pura dignidad y honestidad o absoluto saqueo y endeudamiento.

Éticas abismales

Una cuarta cuestión está dada por las distancias abismales que tienen hoy, aquí, la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”, en la clásica distinción de Max Weber. La primera “se rige únicamente por principios morales y donde siempre y por encima de todo, se deben respetar estos principios, como por ejemplo ‘decir la verdad’, independientemente de las circunstancias. Y por tanto la mentira, por más excepcionales que sean las circunstancias, siempre será un comportamiento ilícito, éticamente reprobable”. La segunda “considera que el criterio último para decidir ha de fundamentarse en la consecuencia de la acción. O sea decir la verdad continua siendo el principio moral de referencia, pero no se puede aplicar de forma automática”. En términos prácticos, “la ética de la convicción” es la del “deber ser” y es el discurso de toda oposición. Mientras que “la ética de la responsabilidad” es lo que efectivamente puede hacerse y es la prédica de todo oficialismo.

Pero en el campo de los hechos argentinos, no hay grandes valores compartidos, que se diferencian sutilmente en torno del criterio de aplicación. En este país, las discrepancias no pasan porque todos quieren lo mejor para el país, pero unos mediante un Estado grande y proteccionista, pero costoso; mientras que otros mediante un Estado pequeño y eficiente, pero ausente. Aquí, las diferentes oposiciones acusan a los distintos oficialismo de atrocidades, calamidades y crímenes políticos de los más aberrantes: robarse un PBI, endeudar la Argentina con el FMI hasta hipotecarla por toda la eternidad; hacer volar un pueblo de Córdoba para tapar el tráfico de armas ilegales; usar dinero de los contribuyentes argentinos para coimear parlamentarios y aprobar leyes perjudiciales para los contribuyentes argentinos, asesinar fiscales, montar un sistema de espionaje contra adversarios y familiares, complotarse para evitar el esclarecimiento de atentados terroristas, perseguir y encarcelar opositores y negarles tratamiento médico hasta lograr que se mueran, rechazar vacunas contra el coronavirus por motivos ideológicos… y sigue la lista. Un lista que llegó en todos los casos a los tribunales, pero respecto de la cual la Justicia no ha echado luz alguna. De modo que denunciar lo peor es práctica habitual porque no tiene ninguna consecuencia ni para el acusado ni para el acusador.

¿Qué predicamento puede tener cualquier ex mandatario si, según sus opositores, es casi un milagro que la Argentina siga existiendo después de su gestión?

CRISTINA. Terminó su mandato en 2015. En 2017 perdió la elección. CRISTINA. Terminó su mandato en 2015. En 2017 perdió la elección.

Falacia de la autoridad

Un último elemento emerge en la escena nacional. Dicho con una metáfora política, aquí importa más el rey que el trono. De sectores (“núcleos duros”, les llaman ahora) fidelizados en personalismos. Tanto de centro izquierda como de centro derecha. En figuras en las cuales han encontrado carismas que se encuentran por encima de propuestas y de realidades. En hombres y mujeres que tienen un objetivo, y cuyos yerros no se consideran como tales, como desaciertos, sino como imposibilidades: no los dejaron “hacer”.

Si lo que importa es el líder y no la institución, hasta el punto de que los errores serán negados fanáticamente, y cuando no puedan ser negados serán justificados con “relatos” y teorías conspirativas, necesariamente, la única autoridad es el poder. Y cuando se pierde el poder, se pierde la autoridad, no importa lo buena que haya sido la gestión. Quien no tiene poder pierde todo estatus. Todo estatuto. Y si el que tiene algo para decir es nadie, lo que se oye es nada.

De allí que los ex presidentes terminan siendo, a menudo, parias. Cuando no, directamente, presos.

NÉSTOR. En 2007 dejó el cargo. En 2009 perdió los comicios. NÉSTOR. En 2007 dejó el cargo. En 2009 perdió los comicios.

De adversarios a amigos

El caramelo que expuso la relación fraterna

Fue tan sorprendente como revelador. Durante el funeral de su padre, el ex presidente (1989-1993) George Bush, el también ex mandatario (2001-2009) estadounidense George W. Bush saludó con un apretón de manos a cada uno de los asistentes, pero tuvo un gesto particular para con la ex primera dama Michelle Obama: le regaló un caramelo. 

Era un gesto de complicidad: por razones de protocolo, el servicio de ceremonial de la Casa Blanca ubicó en diferentes actos a la esposa del demócrata Barack Obama (sucesor de Bush en la Casa Blanca) al lado del republicano. Y en una oportunidad, ella le pidió un caramelo para suavizar la garganta luego de acceso de tos. 

Entre ellos empezó a surgir una relación que, con la sucesión de los diferentes actos, devino en amistad. Barack Obama no es ajeno a esa vinculación afectiva: él se encontraba en plena gira de presentación de su libro de memorias, “Una tierra prometida”, y suspendió todos los compromisos para acompañar a ese viejo adversario que se había tornado su amigo.

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