“Esto a la noche es siempre una oscuridad. Pero ahora con lo del ‘Pulguita’ ya va a ver, todo se va a iluminar”. El muchacho que estuvo armando la logística en la sede de Unión Simoca lanzó la frase y nos vimos obligados a mirar hacia arriba. Un reflector, cual spot de estudio de cine, estaba esperando en las alturas para darle aún más brillo a la estrella de la película. Luis Miguel Rodríguez, el hijo pródigo del pueblo, iba a volver a sus pagos, e iba a mostrarse ante su gente y con los suyos en ese lugar. No se trataba de un regreso más. Lo hacía como héroe y campeón, luciendo una camiseta rojinegra. Tomó esa condición el viernes, cuando con sus pies mágicos contribuyó de gran manera para que Colón de Santa Fe logre su primer título en la Primera división del fútbol argentino en 116 años de existencia.
“No hay palabras para describir lo que estamos viviendo en la familia Rodríguez. No tomo conciencia. Estoy como shockeado” dijo el crack, rodeado de propios y extraños, la voz firme por momentos, trémula por instantes. Las emociones para él no se manifestaban sólo con eso, sino también en su sonrisa, en sus ojos iluminados, en cada abrazo.
“Lo primero que me preguntaron es si había traído la copa”, alcanzó a decir sobre aquello que mostró orgulloso al final del 3 a 0 a Racing en San Juan. “Sabía que el DT, Eduardo Domínguez, se la quedaba hoy (por ayer) para el almuerzo, para que las familias se saquen fotos. Pero yo quise venirme, está ‘desesperado’ por hacerlo. Después voy a poder sacarme”, afirmó, antes de precisar: “quise venir a estar con la gente que me vio y sufrió la final de 2019”.
“Pulguita” llegó con algo de retraso según el horario que se había anunciado a su ciudad natal. Lo hizo en su camioneta y fue directamente al club. Un buen despliegue policial controló que nada fuera de lugar ocurriera en la previa. De a poco fueron llegando curiosos y medios de prensa, incluso nacionales. Y cuando el protagonista de la noche se ubicó en un costado de la cancha, luciendo una campera de Colón, ya todo era expectativa por escucharlo hablar.
De buen humor, muy predispuesto, recibió gustoso la camiseta de Unión Simoca de parte del presidente, Javier Molina (la cual se puso inmediatamente). El intendente de la ciudad, Marcelo Herrera, le entregó una placa en la cual quedó plasmado que se lo declaraba “Persona Ilustre y Embajador del Deporte”. A su lado, su mamá, Beatriz Ardiles, con la emoción a flor de piel, al igual que sus hermanos, cuñados y demás familiares.
“Uno nunca se fue. Siempre voy a estar unido aquí. Si me voy a jugar a cualquier lado a Europa, siempre voy a volver. En estos momentos quiero disfrutar y estar tranquilo. Quiero pasarla bien en Simoca por algunos días, visitar a mis amigos”, añadió Luis Miguel, ante las miradas arrobadas de quienes lo rodeaban. Todo el acto informal se hizo en orden y sin aglomeración de personas.
A eso de las 20.15, el ídolo empezó a ser parte de una caravana que recorrió la ciudad. La gente fue saliendo de sus casas y lo saludaba con gritos y aplausos. En el pórtico de la ciudad hubo fuegos artificiales. Toda Simoca se convirtió por un rato en la capital de la alegría.
Antes de que “Pulguita” se “pierda” en la caravana, hubo palabras para su futuro. “Hay charlas. Ahora estoy aquí para disfrutar por 10 días. Tengo que volver para cumplir mí contrato y obviamente que mí representante está hablando”, dijo. “A vos qué te gustaría”, le preguntaron. Hubo un silencio. Mirada al infinito, y leve sonrisa. “Uno va a conversar con Colón, porque se lo merece. Vamos a escuchar al club por lo que hizo por uno”. “¿Y Atlético?”, se le repreguntó. “El hincha quiere que vuelva. Cuando me retire, lo voy a hacer con la camiseta de Atlético”, aseguró. Por lo visto, esta historia tendrá más capítulos.
Los amigos, presentes
“Pulguita”, para los hinchas más grandes de Atlético; “Pulga” para el resto de Argentina. A excepción de una localidad: Simoca. Allí es Miguel. Desde que dio sus primeros pasos en el fútbol se las ingenió para que el mundo pueda hablar de él. Antes de ir a probar suerte en Europa, convirtió 12 goles en un partido cuando todavía era un adolescente. “Yo sabía que iba a llegar este momento. Desde que éramos chicos impresionaba verlo jugar. Maravillaba a todos”, dice Dardo Castro, un amigo que el fútbol le regaló a Luis Miguel Rodríguez.
Castro, como cientos de amigos de diferentes lugares de Tucumán, se acercaron ayer a Simoca para recibir al ídolo.
En el ambiente hay algarabía, ese sentimiento cuando alguien muy cercano logra un objetivo que buscó siempre. “Tal vez se demoró un poco en llegar el reconocimiento, pero lo importante es que lo logró”, detalló el amigo de la infancia de “PR7”.
En todo Tucumán los futboleros se dividen entre “Santos” y “Decanos”, pero en Simoca todos son hinchas de Luis Miguel. “Todo Simoca está muy contenta por este logro. Para nosotros es un orgullo porque salió de aquí.”, destacó Emanuel Vaquera, hincha de Unión Simoca, donde “Pulguita dio sus primeros pasos.
Otra de las virtudes que destacan los simoqueños de Miguel es su solidaridad y bajo perfil. “Voy a la cancha desde que soy chico, y lo vi un montón de veces ayudando al club”, dijo Vaquera sobre el jugador que también suele organizar eventos a beneficio.
"Me hizo tocar el cielo", dice su mamá
Yo siento mucho orgullo de todos mis hijos, pero a Miguel hasta no hace mucho le decía “mi bebé”. Es un hombre admirable, humilde; una persona de bien, un hijo adorado a quien muchas veces se lo dije y otras tantas me lo callé.
Él cumple una función muy importante en mi vida. Recuerdo lo chiquito que era. Pero seguía adelante. Una vez tenía una prueba en Unión Simoca y yo le decía que no vaya, que estaba enferma y que encima no tenía botines y me dijo: “mamita voy a atar a la zapatillas con este hilo”, y se fue.
Miguel siempre trató de que sus padres estén bien, de que a su familia no le faltara nada. Siendo muy chico se fue a distintos países de Europa porque tenía fija la idea de que quería ser futbolista. No saben mi angustia como madre, ese dolor de no tenerlo conmigo. Me llamaba por teléfono y me decía “todo bien, mamita. Ya vamos a tener mucha plata. Vamos a hacer nuestra casita”.
Por eso, verlo cumplir su sueño es lo más hermoso que me puede pasar en la vida. Le agradezco a Dios; esta alegría no cabe en mi pecho. Lo amo con toda mi alma y me encanta cómo creció y la familia que formó.
Que mi hijo haya salido campeón es algo único. Como madre puedo decir que toqué el cielo con las manos gracias a él.
La palabra de sus hermanos
Alba
“Mi hermano es mi orgullo, no sólo como jugador de fútbol sino como ser humano. Es una excelente persona, llena de humildad. Deseo lo mejor del mundo para él. Para nosotros, sus hermanos, es un ser incondicional. Siempre está para nosotros y con mi madre, en los mejores, y más aún en los peores momentos. Gracias a Dios siempre fuimos unidos, porque así nos criaron nuestros padres”.
Yanina
“Es una satisfacción que él haya llegado muy lejos. Es un guerrero de la vida. Nosotros formamos una familia muy humilde; nuestros padres nos criaron unidos, con mucho amor. Estoy muy orgullosa de Miguel”.
Alan
Para mí es como un padre, un hermano y un amigo. Desde muy chico que vivo con él. No lo comparo con ningún superhéroe, para mí es un león. Un excelente padre para sus dos hijos, un gran esposo y un profesional con todas las letras. Él lo es todo para mí. Es una excelente persona con todo el mundo, siempre se muestra muy humilde”.
Karina
“Me siento orgullosa de él. Vivimos con mucha alegría que él esté pasando este buen momento. Él se merecía esta revancha. Dios y mi padre lo ayudaron a concretar su sueño. Se merece todo lo mejor. Más allá de que sabemos que es un gran jugador, es una excelente persona. Un buen hermano que siempre está cuando lo necesitamos. Lo amo”.
Lorena
“Es nuestro orgullo. No cambia nunca su humanidad. Eso es algo que nos enseñaron nuestros padres. Me siento muy feliz por su gran trayectoria. Le doy gracias a Dios por cuidar a una gran persona como es él. Me siento muy orgullosa de ser su hermana”.