La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce siete categorías de ecosistemas. En Tucumán tenemos cinco: bosques, entornos de agua dulce, montañas, tierras agrícolas y zonas urbanas. Sí, en la provincia más chica del país concentramos gran parte de la diversidad del mundo. ¿Lo sabías?
Hoy, como cada 5 de junio desde 1972, y por iniciativa de la ONU, se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. El objetivo es sensibilizar a la población sobre el tema e instar a los políticos a tomar acciones concretas. Con la pandemia quedaron al descubierto las consecuencias de la pérdida de los ecosistemas, resultado de la acción humana.
En esta oportunidad y bajo el lema “Reimagina, recrea, restaura”, el organismo insta al mundo a detener y revertir el daño que hemos hecho y pasar de explotar la naturaleza a cuidarla, según anuncia en su sitio oficial. Nos toca, entonces, comenzar a cuidar lo nuestro.
“Un ecosistema es un sistema biológico que se compone de una comunidad de organismos, tanto animales cómo vegetales, entre otros, y un medio físico donde se relacionan”, explica Sofía Nanni, bióloga e investigadora del Instituto de Ecología Regional (IER). “Son importantes porque dependemos muchísimo de ellos. Sin ir más lejos, toda la Sierra de San Javier nos provee de agua, de carbono, es un escenario perfecto para actividades recreativas, algo que no es menor. El agrícola, por ejemplo, que nos brinda alimento y fuentes de trabajo -agrega-; los ecosistemas nos dan muchos beneficios, lo que se conoce como servicios ecosistémicos, aquello que la naturaleza da a la población”.
Que tengamos cinco ecosistemas dferentes se debe a nuestra geografía. “La ubicación en el subtrópico y el gradiente de montaña es lo que genera heterogeneidad espacial y de ecosistemas. Es un atributo propio de la naturaleza y de nuestra geografía”, cuenta Alejandro Diego Brown, ecólogo y presidente de la Fundación ProYungas.
Estado actual
Hoy arranca el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), buscando acciones que reviertan la situación hasta 2030. “Cada ecosistema tiene su propia historia de vínculo con lo humano y su historia de degradación y preservación. Entonces, cada uno está en una situación diferente”, advierte. “La actividad agro industrial aquí ha logrado que los ecosistemas de pedemonte y un poco de la región chaqueña húmeda hayan tenido un proceso de transformación y fragmentación, por lo que queda muy poco de esa superficie -expone-; todo este desarrollo ha concentrado a la gente en el pedemonte, vaciando las montañas y generando un estado de conservación en las yungas en el área por encima de los 500 metros de altura”. Añade Nanni: “las yungas están mejor porque tienen conservada la cobertura natural ya que son pocas las actividades productivas que hacen. La parte más transformada es lo que sería la ecorregion del chaco, más al este de la provincia, por las actividades productivas, sobre todo cultivo y ganadería”.
“La región chaqueña se ha degradado por el pastoreo intenso, siendo el ecosistema con mayor presión en Tucumán”, acota Brown. Los otros ecosistemas, típicos de montaña como el altoandino y los valles, por su parte, tienen un nivel de uso moderado, y buen estado de conservación. El acuático, en cambio, está también muy en peligro. “Tucumán ha soportado toda la presión de la contaminación agro industrial y los desechos urbanos. Se necesita trabajar para la recuperación, sobre todo del agua”, advierte el especialista.
El caso de las Yungas
Que la acción del hombre es la que perjudica la vida silvestre, ya deberíamos saberlo: básicamente somos responsables de lo que le pasa al planeta. Un ejemplo es el de las Yungas y la plaga del siempreverde (o ligustro), que amenaza el equilibrio del ecosistema. “Crece muy rápido, da buena sombra y no pierde las hojas; estas son las características que lo hacen un buen invasor”, comenta la bióloga Priscila Powell, del IER. Resumiendo, el ecosistema es amenazado por esta planta china. “No necesitan asistencia humana y, como la dispersan las aves (comen su fruto y expulsan las semillas) pueden entrar bien dentro del bosque y ganarle espacio a las especies nativas”, añade.
Con el avance de las invasoras se simplifica el ambiente. “Entonces hay menos recursos de alimento, refugio, crecimiento, cambian hasta los ciclos de nutrientes que hacen que los suelos de las Yungas tengan ciertas características de humedades y fertilidad. Estamos cambiando todo el ecosistema. Y eso tiene consecuencias aunque no vayamos al cerro”, advierte.
“Hay efectos indirectos por el ligustro que la gente no puede percibir: como absorben mucha más agua que las especies nativas, pueden afectar la disponibilidad de líquido en arroyos o ríos, que alimentan los ríos que vemos en la llanura. Al cambiar la estructura del ecosistema, hay efectos que no podemos imaginar, incluso sobre las ciudades”, alerta. Y así como en las Yungas, la acción antrópica ha cambiado todos los ecosistemas y necesitamos revertirlo si queremos tener un futuro saludable. Cuidar los ecosistemas es cuidar el futuro.
¿Hay conciencia?
“Los tucumanos somos pioneros en conciencia ambiental. La Reserva forestal La Florida es la primera reserva provincial que se creó en el país, en 1936, para proteger la zona de ríos que alimentaba el área productiva de la provincia y para uso doméstico. Esto quiere decir que tenemos conciencia de lo que tenemos que proteger y por qué, y lo venimos haciendo hace casi un siglo con normativas”, afirma Liliana Fortini, encargada de la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos de la provincia.
Ahora bien, el trabajo es conjunto. Además de las autoridades, la sociedad en general debe ser responsable. “No hay la suficiente conciencia; hay que trabajar mucho en el valor de los servicios ecosistémicos y el gran tesoro de biodiversidad que tenemos. Nosotros siempre hemos mirado a nuestro territorio en función de la productividad, pero llegó la hora de mirarlo desde la sustentabilidad, cómo sostener en el tiempo lo que hay”, considera Florencia Sayago, directora de la secretaría de Medio Ambiente de Tucumán.