Cómo es vivir sintiendo que la comida es una amenaza

Cómo es vivir sintiendo que la comida es una amenaza

Los trastornos alimentarios se multiplican en pandemia. Las redes sociales son una verdadera amenaza. Una nutricionista nos cuenta su experiencia. “La enfermedad se apodera de vos”, confiesa Agustina Murcho.

Cuando a María Agustina Murcho la internaron, estaba deshidratada y con niveles de potasio muy bajos. Intentaron darle té con azúcar. Ella no lo quería tomar. Su vida estaba en peligro, pero no le importaba. Tenía miedo a engordar. “Así es esta enfermedad; se apodera de vos”, explica la joven, en uno de los capítulos de su libro “Vulnerable”, en el cual relata su experiencia tras haber sido diagnosticada con anorexia a los 15 años.

Ahora, a los 32, Agustina es una reconocida nutricionista experta en trastornos alimentarios. Además, decidió aprovechar la tecnología para prevenir la enfermedad. En su cuenta de instagram @nutricion.ag alerta a sus más de 380.000 seguidores acerca de las dietas peligrosas, lleva mensajes positivos y desmitifica conceptos erróneos en relación al cuerpo.

La comida fue su refugio y su cárcel, confiesa. ¿Cómo empezó todo? De la misma forma que en muchos casos: comenzó a desayunar poco, a no comer nada en el colegio y a hacer un escándalo a la hora del almuerzo o de la cena. Peleaba todo el tiempo con sus padres. Se veía cada vez más flaca y eso la motivaba a seguir bajando de peso. “En el colegio me decían que no me veían bien y yo lo sentía como una victoria: mi flacura les preocupaba. Mis acciones tenían el resultado esperado. Quería que todos me prestaran atención y lo estaba logrando, pero sin darme cuenta de que me estaba destrozando”, cuenta sobre su batalla contra los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA).

Hoy, que se conmemora el Día Mundial de Acción por los TCA, Agustina comparte con nosotros su preocupación por cómo aumenta la incidencia de esta patología. “En cada persona que transita un TCA los comportamientos son diferentes, pero lo que tienen todos en común es ese miedo a ciertos alimentos, sienten que la comida es una amenaza, también hay mucho miedo a aumentar de peso. La comida para estas personas es algo que no las deja vivir tranquilas, les condiciona la vida”, explica.

Peligro en las redes

Una de las situaciones más alarmantes en la actualidad, según Murcho, es cómo las redes sociales se han convertido en un peligro para las personas vulnerables. Porque desinforman y generan inseguridad y baja autoestima.

“En las redes se ven cuerpos inalcanzables; muchas de las fotografías suelen estar manipuladas; entonces, una persona con baja autoestima e insegura probablemente caiga en un TCA para copiar un cuerpo, generando graves consecuencias físicas y psicológicas”, expresó.

Esta realidad se hizo más patente durante la pandemia y especialmente porque pasamos más tiempo conectados. El contenido de las redes sociales se centró en potenciar el culto al cuerpo y la comida sana. Surgieron, por otro lado, desafíos muy peligrosos. Uno de ellos es el denominado glow up, una tendencia que hace alusión a la pérdida de peso en medio de la cuarentena. La escena es casi siempre la misma; un video al comienzo de la crisis sanitaria versus uno actual, que documenta una transformación celebrada con miles de likes y comentarios por los usuarios de la red.

En todo el mundo, se calcula que los casos de trastornos alimentarios aumentaron hasta un 30% en el último año. Además, las investigaciones muestran que muchos pacientes tuvieron recaídas. La psicóloga Mara Fernández, especialista en tratamientos de TCA, nos da algunas pistas de por qué el aislamiento impactó en esta enfermedad.

“Argentina es el segundo país del mundo con mayor cantidad de casos de TCA, luego de Japón. Dicho esto, no es llamativo que la sociedad esté más preocupada por lo estético que por salir vivos. La pandemia por covid-19 implica una mayor dificultad de adaptación para quienes padecen trastornos alimentarios”, apunta.

Según explica, para que una persona desarrolle un trastorno alimentario, debe haber una combinación de factores: psicológicos, neurológicos, genéticos, familiares y socio ambientales. “Muchas veces el factor socio ambiental funciona como disparador. El trastorno alimentario actúa como denunciante ante la dificultad de la persona para ser autónoma e independiente. Situaciones como la salida de la adolescencia, la pérdida de un ser querido, la separación de los progenitores, una mudanza, o una experiencia traumática pueden resultar un conflicto para la persona, y ante la imposibilidad de encontrar recursos psíquicos para elaborarlos, comienzan a aparecer los síntomas de la patología”, especifica.

Es esperable que ante esta situación inexplicable, surjan emociones confusas. “Las personas comienzan a sentirse más ansiosas, angustiadas, irritables, tristes, enojadas. Emociones, que quizás por su ritmo de trabajo y ocupación habitual, jamás habían registrado o se habían permitido sentir, y es ahí donde los síntomas del TCA hacen su aparición. El estar encerrados en el hogar, rodeados de comida puede resultar amenazante para las personas que ya tienen un problema con la alimentación, apunta la profesional, quien da consejos desde su sitio de Instagram: @hablar_sana.

Los distintos estereotipos de belleza que se tratan de imponer socialmente afectan especialmente a los niños y adolescentes. “Desde el comienzo de la cuarentena lo único que se veía en las distintas aplicaciones era cómo hacer para no engordar o que hacer para bajar de peso. Para aquellas personas vulnerables, puede ser un detonante”, advierte.

A tiempo

Poder reconocer a tiempo los síntomas de un trastorno alimentario es fundamental para buscar ayuda, sostiene Agustina Murcho. Ella, que también sufrió bulimia, estuvo en tratamiento varios años hasta que le dieron el alta a los 25.

“Hay señales a las que debemos estar atentos. Más que algo nutricional, lo primero que se ve es la pérdida de la menstruación en pacientes más restrictivos. Los pacientes que suelen tener atracones y vómitos, llegan a las consultas por los malestares que estas acciones ocasionan. Si no buscamos ayuda, puede haber pérdida de piezas dentales, reflujo gastroesofágico o desgarro de esófago, úlceras, deshidratación, y también sobrepeso y obesidad”, describió.

Otras señales son: restricciones alimenticias, descensos y subidas bruscas de peso, conductas de aislamiento en eventos sociales donde la comida está de por medio.

Prevención

“Una forma de prevención es tomar conciencia sobre lo que se ve, a qué cuentas se siguen, estar atentos a los sentimientos que nos pueden generar el consumo de algunas páginas. Hacer “limpieza” de aquello que puede resultar tóxico y nocivo para la salud mental y física. Tratar de aceptar nuestras propias limitaciones, nuestro cuerpo. Entender que cada uno es como es, y que no podemos ser idénticos a los demás”, aconseja la psicóloga Fernández.

Agustina Murcho, por su parte, apuesta a que si uno (o un hijo, por ejemplo) no se siente bien con su cuerpo hay que buscar ayuda. “Para crear una relación saludable con la comida, es clave hacerlo junto a un profesional de la nutrición que no dé dietas restrictivas, que tome al paciente como un humano, y que, a su vez, tome en cuenta la salud mental. También con un psicólogo, ya que la mala relación con la comida viene por una historia de vida”, propone.

En general, los tratamientos para las personas con TCA son interdisciplinarios: lo ideal es que médicos clínicos, psicólogos, nutricionistas, psiquiatras acompañen al paciente a salir de esta problemática, sostiene Mara Fernández. Según la gravedad del caso, algunos hacen tratamiento ambulatorio, otros necesitan hospital de día, algunos tienen acompañante terapéutico en la casa, a veces hay internación clínica o psiquiátrica.

Aunque es difícil salir, no es imposible. Así lo sostiene Murcho: “una persona que transitó anorexia o bulimia no debe continuar su tratamiento de por vida. Y cuanto antes se trate, mejor, sino se cronifica y es muy difícil salir. Un paciente con TCA puede recuperarse tranquilamente, pero muchas veces hay pensamientos que quedan. Si hubo un tratamiento, la persona consigue herramientas para no caer y pedirá ayuda de nuevo cuando lo necesite”.

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