Un nuevo confinamiento nos obligó nuevamente a pasar gran parte del tiempo en nuestros hogares. Gimnasia, cocina, series y pantallas, otra vez muchas pantallas. Parece que cuando el mundo se detiene, nuestro ritmo de consumo digital se acelera y no es para sorprendernos: a través de historias de Instagram y videos de TikTok hacemos un zapping de lo que acontece cerca y lejos de nuestras cuatro paredes. Sin embargo, ese cúmulo de información también puede afectarnos. A las historias de amigos y amigas se suman las noticias. Después de ver un plato humeante de locro aparece el regreso de Friends, el precio del Bitcoin y la cantidad de vacunas que llegarán esta semana al país. El tiempo y los clicks no alcanzan. Cuando entendimos por qué sube la carne en Tucumán, ya es tarde para distinguir las diferencias entre Sinovac y Pfizer.
“La vida es eso que pasa mientras te perdés de otra vida” diría hoy un John Lennon influencer y esa angustia fue definida hace algunos años como FOMO, siglas en inglés que traducidas a nuestro idioma refieren al “miedo a perderse de algo”. Este fenómeno social, potenciado por las redes sociales y las nuevas tecnologías, está caracterizando a una generación que crece rodeada de múltiples posibilidades, acciones y consumos.
Patrick McGinnis, un empresario dueño de un fondo de inversiones, es reconocido como el autor que acuñó el concepto de FOMO y señala que este fenómeno no es necesariamente nuevo o está directamente relacionado a nuestra pasión por las pantallas. “Estos sentimientos son biológicamente parte de quienes somos. Lo llamo la biología de querer lo mejor. Nuestros antepasados hace un millón de años estaban programados para esperar lo mejor porque eso significaba que tenían más probabilidades de tener éxito”, apunta el escritor. El FOMO no puede pensarse sin relacionarlo con otro término acuñado por el mismo autor: el FOBO, el miedo que tenemos al tomar una decisión y sentimos que pueden haber mejores opciones.
Ambos conceptos nacieron en los años en los que McGinnis realizaba sus estudios en la escuela de negocios de Harvard. En el mismo campus donde Mark Zuckerberg estaba ideando Facebook, el escritor notó que él y sus compañeros de cohorte estaban obsesionados por la “optimización social”, pensando siempre a qué fiesta, reunión o clase asistir. “No nos queríamos perder de nada y con mis compañeros definimos ese sentimiento como FOMO”, cuenta en algunas entrevistas que pueden encontrarse en Youtube. En 2004 publicó el primer artículo en el que se habló de FOMO - FOBO y sostuvo que ambas eran “fuerzas opuestas irreconciliables”, como la antítesis del yin y el yang que pueden llevar a una persona a un estado paralítico al que llamó FODA o “miedo a hacer cualquier cosa”.
La perspectiva psiquiátrica ayuda a profundizar la definición de FOMO. Jon D. Elhai publicó un paper en el que señala que el fenómeno involucra dos componentes primarios específicos: a) la aprensión de que otros están teniendo experiencias gratificantes de las que uno está ausente, y b) el deseo persistente de permanecer conectado con las personas en la red social de uno. Además, el autor y su equipo de investigación sostienen que este comportamiento no solo es activo, es decir, no solo opera cuando las personas están interactuando con dispositivos tecnológicos y redes sociales, sino también “reactivo” ya que responde a las notificaciones que se reciben a través de las propias redes y aplicaciones de mensajería. Para describirlo de manera empírica, los especialistas tomaron en cuenta escalas de comportamientos que son señaladas en sus observaciones a través de algunas de estas expresiones: “temo que otros tengan experiencias más gratificantes que yo”, “cuando me pierdo una reunión planificada, me molesta”, “estoy continuamente en línea para no perderme nada”, “temo no estar al día”.
Mientras se escribe este texto llegan mensajes de Whatsapp, un calendario de Google anuncia que en breve comienza una reunión y a la noche finalizará el curso de dibujo online que inició hace algunas semanas. El tiempo para salir a correr se agota, pues en una hora habrá finalizado el horario permitido para el esparcimiento. Sin embargo, según el propio McGinnis, somos dueños de elegir nuestras prioridades y abandonar el miedo a perdernos de algo. Como todo ser pragmático, el hombre convirtió al problema en un negocio y hoy es una celebridad que publica podcast, libros y artículos sobre cómo podemos ser más libres sin tanta optimización de nuestro tiempo. Pero como un felino salvaje, el mundo de las finanzas es más rápido: un nuevo fondo de inversión acaba de salir a la bolsa bautizado como FOMO y promete a los inversores minoristas “no perderse de ninguna oportunidad” que aparezca en el mercado.
“La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado”, dice Borges un poema obsesionado con el tiempo, en el que recuerda a su padre “que vuelve y que no ha muerto”. Quizás la pandemia nos enseñe que no hay mejor momento que el que estamos viviendo y que el miedo a perdernos de algo es una sensación que solo podemos superarla viviendo. El problema entonces no es la pregunta, el problema quizás sea la respuesta. ¿Cuánto durará este precioso momento?