Algo huele mal en la grieta

Algo huele mal en la grieta

30 Mayo 2021

Santiago Garmendia - Doctor en Filosofía

La ideología es un concepto tan necesario como polémico. Quizás porque, como dice Terry Eagleton, se parece a la halitosis en aquello de que siempre la tienen los demás -y es uno el pobre que tiene que soportarla-.

Básicamente, resulta sumamente difícil reconocerse como un portador de discursos que legitiman las injusticias. Así como venimos pensando que somos las personas sanas y que no contagiamos la Covid-19...

El antagonismo político siempre es redituable cuando se mantiene en el plano ideológico en el que ocurre esa magia de que se borran diferencias y se distinguen igualdades. La ideología es una verdad dada vuelta, sino nadie la creería. Carl Marx utilizaba la metáfora de la cámara de oscura, que da vuelta la imagen que captura, porque las distinciones tienen bases reales, que son distorsionadas. Me explico: no creo que nadie objete que la más horrible y evidente diferencia entre argentinos (“argentinos“ ya es una aplanadora de diferencias), es la pobreza. Sin embargo, vamos a encontrar en todo el gradiente de necesidades insatisfechas definiciones “políticas“ diferentes.

El antagonismo, la grieta, etcétera, funcionan cuando la discusión queda en la espuma, en cuestiones de piel, en histeria política. Lo podemos comprobar en nuestros celulares, en nuestros muros -¡y vaya muros!-, en las pantallas (¡!). Casi no hay nada allí que se pueda llamar discusión.

El antagonismo se pronuncia como inmortal y universal, como un Boca-River, ocultando a toda la verdadera liga y enriqueciendo a gallinas y bosteros.

Las rotativas

El filósofo Federico Penelas señala que lo que nos falta es una verdadera cultura del conflicto. El desacuerdo absoluto no puede ser una conclusión automática a la mínima tensión, y demasiado a menudo cerramos la persiana del diálogo ante el disenso. Quizás se llegue a un momento en el que las posiciones se muestren irreconciliables, pero esto tiene que ser el producto de la argumentación, no el punto de partida. El núcleo de la reflexión de Penelas es que retrocedemos por miedo a debatir, ¡en nombre de la tolerancia!

Dice la leyenda que a Yrigoyen le hacían un diario aparte con las noticias que querían que él crea. De esta forma se lo excluye de toda discusión y capacidad de decir algo significativo. El filósofo Ludwig Wittgenstein señala en Investigaciones filosóficas que si no hay un momento intersubjetivo de confrontación de los significados, anulamos la posibilidad misma del lenguaje. Si sólo yo, o mi tribu por así decirlo, somos los nunca mejor dicho, y somos los tribunales de nuestras propias afirmaciones, ocurre lo que expresa Wittgenstein con una metáfora:  es como si comprásemos varios ejemplares del mismo diario para cerciorarnos de la verdad  (Investigaciones filosóficas, 265). Pensemos en el peligro de combinar el diario personal, con la repetición ilimitada. Todos tenemos nuestro enano ideológico que, en nombre de la tolerancia, busca leer lo que se confirma a sí mismo reproduciendo esa lógica antagónica en una tirada infinita que tanto bien le hace al status quo. Que tan mal huele.

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