Por Alicia Liliana Fernández
25 Mayo 2021
CHAPAS EN LA SUELA. “El bailarín es al mismo tiempo el instrumento y el que lo ejecuta”, dice Gómez Sastre.
Shirley Temple, Gene Kelly, Fred Astaire y Ginger Rogers no están en las pantallas, pero siguen deslumbrando en la memoria del cine de Hollywood como grandes bailarines.
Ellos fueron maestros de zapateo americano o tap, la danza de raíces africanas que, de la mano del jazz, nació en Estados Unidos.
El movimiento de los pies en un zapateo musical, con tiempos, contratiempos y sincopados, celebra hoy el Día Internacional del Tap.
Cuesta un poco encontrar bailarines en Tucumán. Con seguridad esto se debe en gran medida, a la falta de presencialidad a que obligan los protocolos sanitarios por pandemia.
Pero además porque se trata de un tipo de danza muy acotada al todavía incipiente teatro musical, es decir, practicada sobre todo por los estudiantes de la especialidad.
Alguien que conoce el tema es Martín Gómez Sastre, que da clases de danza jazz y de tap en la Escuela de Teatro Musical Chapeau!.
“Empecé bailando jazz y en toda mi formación casi inconscientemente fui hacia el tap. También canto y actúo, porque para los musicales uno tiene que ser completo. De ahí que el tap se haya convertido en una materia que sí o sí tenía que dar, como un complemento muy importante para el teatro musical”, explica.
El bailarín nacido en Salta estudió en la Fundación Julio Bocca, en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y con referentes del tap en Buenos Aires y también en Estados Unidos (Nueva York, Pittsburg y Houston), siempre a partir de técnicas de danzas clásica, contemporánea, jazz y tap.
Nuevo interés
Gómez Sastre afirma que si bien en Tucumán había profesores que enseñaban a bailar tap, es a partir de los seminarios que dictó el maestro Leo Robaglio (ver nota inferior) en 2019 que la danza de los pies recobró interés.
Entonces él comenzó a dictar clases por iniciativa de Robaglio, hasta el stand by impuesto por la pandemia.
Coreografías y clases
Para el bailarín 2019 fue muy movido en la disciplina, entre dar clases y estudiar.
A la par, convocado por Sebastián Fernández, de Chapeau! creó la coreografía de musical “La desgracia”, dirigido por Fernández, a la vez que enseñó a bailar tap para un cuadro a los actores que intervenían en la obra.
Para la escuela Pasionarte, en la obra “La vida es jazz”, que subió a escena en el teatro Rosita Ávila y en el Hotel Metropol, Gómez Sastre bailó un solo de tap.
En la Semana de la Arquitectura bailó tap en una demostración de un tipo de pisos. Y para el Día de la Mujer en 2020 les enseñó a bailar tap a 40 mujeres, convocado por la Asociación Bancaria.
“Nunca esperé que el tap me abriera estas posibilidades como coreógrafo. Fueron experiencias hermosas y muy interesantes”, comenta.
Zapatos y piso
“Para hacer tap, aparte de tener los zapatos adecuados (que se encargan en Buenos Aires) hay que tener buen piso. El tap es musicalidad y práctica. Aparte de practicar los pasos se entrena mucho. Con los pies se hace la música -es percusión y cada paso tiene su nombre- y las chapas que llevan los zapatos tienen un porqué. Se entrena como músico y a la vez como bailarín. Es una disciplina artística muy completa porque aprendés a leer música; hay que interpretar una partitura”, define.
LOS ALUMNOS. Cuando se podía presencial, la alegría en la clase de tap.
Cuestión de entrenar
“El tap no exige saber bailar otras técnicas, ni clásico ni contemporáneo ni jazz. Es cuestión de entrenar; tiene algunas características del jazz, pero se abre a otros ritmos. Para mí es incluso mejor si la persona no tiene técnica”, opina.
“El bailarín formado, por ejemplo en danza clásica, está acostumbrado a estirar la punta del pie y a contraer el talón, lo contrario a lo que pide el tap. Tenés que tener el tobillo disponible y suelto, porque si uno contrae el pie o estira el empeine no sirve, no tiene funcionalidad porque requiere una dinámica de zapateo rápido. Tiene que ser más ‘a tierra’, como marca una danza de afrodescendientes, de la calle, de origen social, como el jazz, que se fue trasladando al escenario”, explica.
Presencial
En la danza en general el aprendizaje requiere presencialidad porque en las casas no hay pisos adecuados para tomar clases. “En tap hay que tener sí o sí piso de madera porque las chapas de los zapatos se arruinan en pisos de cemento. Y en el tap para el docente es imprescindible escuchar, ver ritmo y movimiento, y la virtualidad con el delay es complicado”, lamenta.
Si bien en estos momentos no hay dónde tomar una clase presencial por las restricciones sanitarias, al ser el tap una danza para personas de toda edad -”es apto para todo público, y podría tener muy buena recepción”.
Abrir la cabeza
Acerca de qué le dio el tap cmo artista, Gómez Sastre no tiene dudas acerca de todo lo bueno que recibe: “el tap me abrió la cabeza en cuanto a detalle y oído; es como escuchar la música desde otro lugar, porque uno cuando baila tap tiene que acompañar la música. Incluso creo que uno cuando baila modifica lo que está bailando, y eso es lo mágico: el bailarín de tap es un instrumento más. Es al mismo tiempo el instrumento y el que lo ejecuta. Es una danza que se disfruta hasta con los ojos cerrados”.
Beneficios:
- El bailarín no necesita mirar el piso
- Fortaleza en el abdomen, fuerza en los pies
- Resistencia para mantener movimientos
- Fortalece el tren inferior
- Coordinación en los movimientos
- Concentración y memoria
- Mejora el estado de ánimo
Hoy
Evento federal
Además de conmemorar la fecha patria, los “taperos” celebrarán el Día Internacional del Tap con un evento federal. Bailarines de tap de todo el país fueron convocados a grabar coreografías de tap a partir de una canción de Fito Páez. Se editarán videos esde Santa Cruz hasta Jujuy y se estrenarán en una transmisión en vivo por YouTube. Martín Gómez Sastre será el representante de la provincia en el evento virtual que organiza la Asociación Argentina de Tap (Aatap).
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