Experto en el estudio de los genocidios, Daniel Feierstein , doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet en Universidad Nacional de Tres de Febrero y autor del libro “Pandemia, un balance social y político de la crisis del Covid-19”, publicado hace pocas semanas, el sociólogo asegura que “tanto a nivel social como gubernamental hay un nivel de naturalización y negacionismo que es creciente. Cada vez aceptamos más cosas que meses atrás pensábamos inaceptables”. Y afirma que para superar esta crisis es necesario retornar a la cultura del miedo. Desde Buenos Aires, Feierstein habló con LA GACETA en estos términos:
-¿Cómo ve la situación que estamos pasando?
Es un momento de mucha gravedad que requiere una cantidad de medidas importantes, como la que se tomó ahora. Está bien saber que hay un periodo de confinamiento y otro de apertura. Hay que sostener esta variación permanente. Hacerlo de modo planificado le puede solucionar a la gente la vida. Si no se tomaban medidas no había ninguna posibilidad de que el sistema de salud respondiera, pero no se puede tener una situación de que cada 10 días no sepamos cómo sigue nuestra vida.
-Da la sensación de que somos un país al que se lo come la grieta...
Es lógico que en toda sociedad haya conflictos que nos enfrentan y no es que sea solo Argentina. Aquí hay proyectos distintos de país, hay concepción políticas distintas. El problema no está en la grieta, sino en pensar que una diferencia política nos lleva a todas las respuestas o siempre pararnos enfrente de lo que piensa el otro. Se puede acordar con otros, la respuesta a una catástrofe de este tipo es poder escuchar al otro, hacer viable un diálogo. Uno puede intentar abordar la discusión por arriba. Ver cuáles son los elementos de discusión y si no hay otra forma de superarla. Por ejemplo, hay un nivel de razón en las dos posturas sobre las medidas educativas, pero no se puede tener una discusión sobre la educación sobre la base de que las escuelas no contagia. Es mentira, pero la discusión hay que darla. Todo esto implica romper la lógica fácil de presencialidad sí o no. Lo que ha hecho la Corte Suprema al impedirle a un gobierno implementar normas de cuidado sanitario es de una gravedad extrema. Es creer que no se puede hacer nada ante una pandemia. La grieta se comió cualquier reflexión sensata sobre la política sanitaria.
-¿Cuál es su opinión sobre la gestión sanitaria del gobierno?
Uno de los problemas más importantes es que tuvo un abordaje porteñocéntrico, a contramano del conjunto del país. La situación de propagación del virus estaba controlada en abril del año pasado. Era posible reanudar actividades, pero se tomaban medidas para Buenos Aires, y después vivimos los peores meses en todo el territorio nacional entre agosto y noviembre. Los medios nacionales y el gobierno se olvidaron de la pandemia sin ver qué pasaba en el interior. Me parece que el balance fue pésimo porque quedó la idea de que la pandemia no se puede combatir, algo que es falso. Hay una sensación de bajar los brazos o aplicar medidas desesperadas cuando es muy tarde. Es muy grave que un año después de la pandemia a la gente no le quede claro cuál es la gravedad de la situación ni por qué se toman las medidas que se toman, cuál es la lógica y el sentido. Fue un error esta idea de aplanar la curva, que el objetivo era convivir con el virus y de esa manera lograr que no se saturara el sistema de salud. No se quiso apostar por la supresión del virus, que era lo que estábamos necesitando.
-¿Qué lugar ocupan la Sociología y la Psicología en las decisiones que se toman respecto a las estrategias del gobierno frente a la pandemia?
Son fundamentales, ya que la pandemia es un hecho social, tiene un componente médico y biológico, es conocimiento de las ciencias de la salud, pero lo que va a ocurrir con este virus es de las ciencias sociales. Todo depende de cómo nos comportemos, tiene que ver con nuestras emociones. A la hora de diseñar un sistema de confinamiento hay procesos de distintas ramas de la ciencias sociales, pero se sigue viendo estas disciplinas como ciencias auxiliares. La capacidad de naturalización del ser humano es infinita. Erradicaría del lenguaje público el “amesetamiento” como idea tranquilizadora. Estamos muy alterados en nuestra capacidad de percepción.
-¿Qué nos va a dejar esta pandemia?
Va a depender de lo que somos capaces de hacer como sociedad. Es de esperar que dentro de un tiempo la situación esté controlada, pero va a dejar marcas en la sociedad, consecuencias sociales, económicas y políticas. Tuvimos un buen comienzo de cooperación y solidaridad pero duró dos meses, pero después nos quedamos en que cada uno hacía lo que le parecía. Pero esto no terminó, tenemos la posibilidad de revertirlo, con un Estado que pueda asistir a los que sufrieron más este proceso, distribuir la riqueza... Son desafíos que vamos a tener que abordar.
-Hay demasiados negacionistas en este país...
Hay que distinguir al negador del negacionista. Negadores podemos ser todos, es una respuesta psíquica natural, la tenemos que entender y confrontar, tenemos la tendencia a negar y debemos compartir no siempre viéndola en el otro sino en nosotros. Pero es al negacionista al que debemos combatir. Hay que quebrarle el acceso a la palabra colectiva, reducirla al espacio marginal que ocupa ya que no tiene ningún tipo de bases. Hay mucha responsabilidad de los medios en tirar abajo las voces negacionistas. El hartazgo es natural, estamos todos sufriendo, hay que entender, ayudar a sobrellevarlo, pero no ayuda es que dejemos salir nuestro odio, hay que poder ser mas tolerantes con nosotros mismos, pero críticos.
- Usted sostiene que el miedo en estas circunstancias es necesario...
Lo que hace falta es buena información y no tener miedo al miedo, no tranquilizar innecesariamente a la población. Se plantea un estado de situación como si estuviera más controlada de lo que está, y esto tiende a relajar a la población. Tenemos que tener aumentos de cuidados pero las autoridades transmiten un control total, y eso no es real. A ningún funcionario le gusta dar malas noticias, pero esto llega a confundir a la población. Se agregaron camas que no existen para no reconocer que el sistema está al borde de la saturación y eso construye una realidad imaginaria. El sistema de salud está colapsado y esto alguien lo tiene que decir. Lo dicen los medios, pero los funcionarios lo dibujan. Nos comportamos a partir de cómo construimos la representación, y la construimos con demasiada tranquilidad. No deberíamos estar tranquilos. El momento es de una catástrofe pocas veces vista. A veces hay que evitar el pánico, pero si se prolonga en el tiempo negamos la situación, llevar tranquilidad es contraproducente, debemos recordar el peligro. No tenerle miedo.
› Daniel Feierstein
Director del Centro de Estudios sobre Genocidio
Investigador Conicet en Universidad Nacional de Tres de Febrero
Doctor en Ciencias Sociales
Escritor
Consultor y coautor del Plan Nacional de Derechos Humanos