Cuando Wali Iturriaga empezó a dedicarse al fitness hace más de 20 años, su objetivo no fue ponerse una peluca y subirse a las tablas. El humor ha sido una constante en su vida, pero no fue hasta hace unos pocos años que comenzó a ser una profesión. Y es que casi por casualidad surgieron los personajes que le dieron fama a nivel nacional y lo posicionan hoy como uno de los principales humoristas en redes sociales, su universo expresivo.
“Siempre estuve metido en el arte, tocando en bandas de rock, estudiando teatro o edición. Con el tiempo se me ocurrió hacer humor y así surgió un personaje llamado ‘Cachilo’, que es una caricatura de un villero correntino. Se hizo viral muy rápido y eso me dio la posibilidad de ponerme la peluca, sus dientes, y empezar a ir a los barrios”, explica el humorista en diálogo con LA GACETA.
Lo hace justo antes de llegar a la provincia, donde esta noche, a las 21 y en el teatro Mercedes Sosa (San Martín 479) ofrecerá su show a sala llena.
¿Ir por los barrios? Iturriaga cuenta que desde joven tuvo la inquietud de ayudar a los más necesitados, ya que se crió en las cercanías de los barrios más humildes de su Corrientes natal. “Yo me iba a hacer videos de humor con la gente de ahí y así se fue dando hasta que surgió ‘Jenny, la paraguaya’, que pegó muchísimo afuera de mi provincia; a los dos o tres meses ya estaba subiéndome a escenarios”, resume.
Su Jenny representa lo que se conoce cómo una persona tóxica, aquella que en una relación sentimental siente celos, y es controladora, intensa e hiriente. “Es una supuesta mujer que, con pelo largo y una remera de zumba, trata de contar historias dónde todos se puedan sentir identificados -indica-. Es una caricatura exagerada; sus relatos empezaron de cosas que me pasaban a mí con mi mujer. Si bien somos totalmente diferentes al personaje, hay discusiones cotidianas o cosas que ocurren y que uno trata de transformarlas teatralmente y llevándolas al extremo”.
El humorista dice que el mensaje que subyace en su personaje tiene que ver con que una violencia de género que existe de los dos lados y destaca que hay muchas cosas en una pareja que se pueden cambiar. “Me llegan muchos mensajes diciendo ‘yo era así’, ‘yo era tóxica pero cambié y ahora nos reímos con mi marido’ o mensajes de hombres que se ven reflejados en esta ficción”, puntualiza.
El actor narra que, al principio, tomó con mucho temor las repercusiones que su personaje pudiera tener en la comunidad paraguaya. “Me crié yendo y viniendo del Paraguay, parte de mi familia está allá... Pero siempre lo hice con mucho respeto”, asevera. Que Jenny sea de ese país tiene que ver con sus propias raíces y también es una forma de homenajear a su abuela.
Por supuesto, a los haters (cómo se denomina a los críticos feroces y agresivos en redes) no les pudo escapar: “cuando veo un comentario muy malo, me pongo en el lugar del otro y trato de escribirles y contarles parte de lo que hago. Jenny es un personaje, pero atrás de eso hay una persona con educación, valores, una familia. Y estoy muy lejos de querer dañar a alguien”.
Admite que no le interesa la fama, pero la ve, además de un trabajo, como una forma de ayudar. “Sigo siendo el mismo, trato de tener los pies sobre la tierra, de volver a las raíces, de saber por qué estoy acá y cuál es mi misión”, reflexiona. Por misión se refiere a su costado solidario: creó algunos comedores sociales y colabora en otras causas. “El merendero más grande se llama Los Cachilitos y está en un asentamiento en uno de los barrios más humildes de Corrientes. Fuimos creando muchas cosas básicamente desde cero, luchando con un montón de cosas, entre ellas amenazas. Fue complicado, pero le metimos para adelante. ¡Fue tan loco! Cachilo se volvió tan famoso que yo salía vestido de él. Se metía con los que estaban fumando, tomando o planeando robar y se ponía a escucharlos, a dar buenos consejos... Así logramos que muchos chicos cambien. Eso me ponía reloco y decía: ‘acá hay un mundo que se puede cambiar si todos aportamos un poquito’”, remarca.