Durante los 450 días en los que el equipo no podía cantar victoria, en La Ciudadela los fanáticos comenzaron a buscar culpables. Que tal color de camiseta, que las nuevas torres de iluminación, que la energía negativa; y hasta llegaron a culpar a la imagen de la Virgen de la Merced, que desde hace algunos meses tiene un santuario en el estadio. Pero no, ayer San Martín quebró la racha negativa dejando en claro que sólo necesita una cosa para terminar los duelos con una sonrisa: jugar bien.
Esta vez, el “Santo” repitió todo lo bueno que había mostrado en Córdoba, ante un Deportivo Riestra que es un equipo bien incomodo para enfrentar. El “Blanquinegro” es un rival que tiene como principal objetivo destruir el juego enemigo, y la principal virtud de San Martín fue no desesperarse nunca. Intentó llegar siempre con juego asociado, ensanchando la cancha con los carrileros Nicolás Sansotre y Lucas Diarte y tratando de dejar a sus delanteros mano a mano con la defensa rival.
Más allá de que esta vez le llevó unos minutos acomodarse en el campo, el equipo volvió a cumplir a rajatabla el libreto ideado por Pablo De Muner. Otra vez se lo vio compacto, concentrado, intenso, solidario y con la mira puesta en el arco de enfrente. Y a eso le agregó lo que no había podido hacer en Alberdi: tener la posesión del balón durante gran parte del duelo.
Quizás una de las falencias haya sido en la resolución de las jugadas. Porque durante gran parte de la primera mitad lo desbordó a Riestra, pero falló en el golpe de gracia. Eso sí, esta vez recuperó otra de las armas que De Muner quería sí o sí: el poder en la pelota parada.
“Con la pegada de Tino Costa tenemos un plus y hay que sacarle rédito”, había dicho el DT en más de una oportunidad; y así llegó la apertura del marcador, gracias a una jugada de pizarrón, en la que Gonzalo Rodríguez se sacó la mufa y lo celebró con todo.
Al primer golpe, el “Santo” lo dio en el momento justo, minutos antes de irse al descanso. Y cuando regresó del entretiempo, liquidó el juego con una jugada bien elaborada que Matías Ballini coronó con una volea cinematográfica.
San Martín no ganaba en casa desde hace un año, dos meses, tres semanas y cuatro días; y para encontrar un juego en el que el equipo haya triunfado de manera tan contundente como tranquila, hay que remontarse varios días más.
En menos de un mes, De Muner le cambió la cara de “pe a pa” al equipo. Este San Martín no tiene nada que ver con el que arrancó el torneo. Además, recuperó futbolistas importantes y potenció a los que ya venían bien. Es cierto que aún tiene cosas para mejorar, pero incluso a este partido lo sacó adelante con una defensa de emergencia debido a dos lesiones inesperadas.
Pero lo más importante es que se sacó la mala onda como local y lo hizo con la receta más sencilla en el fútbol: jugando bien y dejando de lado las especulaciones de esas personas que prefieren culpar a cualquier cosa.