Cinco mitos sobre emigrar

Cinco mitos sobre emigrar

Son cada vez más los tucumanos que se quieren ir a vivir a otro país. Sin embargo, aparecen opiniones diversas que pueden llegar a desalentar esos planes. ¿Verdad o mentira? De esto hablan jóvenes que ya están instalados en otras latitudes.

Cinco mitos sobre emigrar

Hablar de emigrar lleva a un sinnúmero de opiniones. Los argentinos somos así: no hay tema del que no podamos hablar. O conocemos a alguien o leímos en algún lado o damos nuestro parecer, aunque sea sin fundamentos.

Con el objetivo de ayudar (o tal vez no), en estas charlas nunca faltan las típicas frases sobre el tema: “podés terminar lavando copas”, “la vida es cara”, “vas a ser discriminado”, entre otras.

La de irse a otro país es una decisión muy personal y que se debe a razones particulares; la idea no es juzgar si está bien o mal, sino simplemente hablar de una realidad que sucede.

Tucumanos alrededor del mundo cuentan, en diálogo con LA GACETA, si los típicos rumores que muchos repetimos son mitos o realidad.

1. Necesitás mucho dinero

Existe la idea de que es necesario contar con mucho dinero para poder emigrar. Aimé Ramón vive en Barcelona (España) hace tres años y explica que todo depende de a qué país vayás y en qué condiciones, si es con papeles o no o con algún proyecto o no.

En su experiencia esto si fue una realidad. “Me vine con € 3.000, tenía casa donde vivir, por lo tanto no pagaba alquiler. Si tenés que pagarlo, necesitas más dinero”, asegura. Pamela Samaniego, que vive en Nantes desde 2018, reflexiona: “creo que sí se necesita dinero para emigrar, más si estás en Argentina ganando en pesos y querés ahorrar en dólares o euros. Si emigrás al extranjero sin nada, es decir, sin familia o trabajo pactado, hay que prever dinero para alojamiento, comida, pasajes, mantenerse hasta encontrar trabajo”.

Ignacio “Nacho” Caunedo también dejó Tucumán hace tres años y, luego de vivir en Suecia y Dinamarca, se afincó en Alemania. Él considera que no se necesita mucho dinero: “siempre está bueno ‘cuanto más, mejor’, para estar más tranquilo, pero conozco gente que se vino sin nada. Lo bueno es que siempre tenés acá un amigo, un conocido, alguien que pueda alojarte, que es lo más caro al principio; creo que con 1.000 euros ya es un montón con lo que te podés tirar un lance para emigrar”, comenta.

2. Ganás bien, pero no ahorrás

Otro gran mito es que en el exterior uno puede ganar más y en otra moneda, pero probablemente el estilo de vida también sea mucho más caro y sea dificultoso ahorrar. Aimé cuenta que en España la vida no es cara; ella trabaja en una tienda media jornada. Ahora, con la pandemia, cobra un sueldo mínimo. “Con este ingreso yo sola no podría vivir, estaría muy justa; si no estuviera con mi pareja de ninguna manera me alanzaría para ahorrar”, explica.

Gonzalo Salas dejó su peluquería y se fue hace dos meses a Nueva York. “El estilo de vida que deseás darte es muy personal, pero aquí hay para todos los gustos. El sueldo te alcanza para pagar alquiler, alimento, transporte, servicios móviles, y te queda un margen para ahorrar”, dice.

“Yo, teniendo un sueldo mínimo, he podido ahorrar. No te das la gran vida de Ricardo Fort (ríe), pero llegás tranquilamente a fin de mes y ahorrando algo. Todo se puede, depende del estilo de vida de cada uno”, coincide Pamela.

3. Establecerse es difícil

Mucho se dice sobre acostumbrarse a la vida afuera: establecerse en lo económico y en lo social y cultural, se rumorea, es complicado. “No es difícil, yo en Alemania me mudé ya en dos ciudades. Estuve en Frankfurt y ahora estoy en Colonia. En los dos lugares, teniendo permiso de trabajo, con la visa que tengo, no demoré más de una semana en conseguir alojamiento y empleo”, expone Caunedo.

“A mí me sigue costando establecerme; no tengo muchas ganas de vivir aquí, me cuesta, las costumbres son diferentes, la gente vive de otra manera, las prioridades son otras. Al principio no tenía papeles y al no tenerlos me ha sido imposible conseguir trabajo”, agrega Ramón que, de hecho, consiguió sus papeles gracias a la unión con su pareja.

“Es difícil si no tenés un empleador que te haga una visa de trabajo, o si no estás casado con una persona de esa nacionalidad; tenés la visa de estudio, pero en general tienen vigencia por sólo unos meses. Es fácil salir del país y estar algunos meses fuera, pero establecerse ‘posta’ es más difícil. Lo más importante es tener un permiso de residencia que permita trabajar; acá el trabajo en negro es nulo”, asegura Samaniego.

4. Vas a ser discriminado

“Aquí (por Cataluña), y en toda Europa, más que seguro. Hay muy pocos lugares en los que yo he observado que la discriminación no sea moneda corriente. En Cataluña es fuerte, si bien los argentinos tienen cierto prestigio dentro de lo que son los latinoamericanos”, alerta Aimé según su experiencia en España.

“En los trabajos que tuve jamás fui discriminada por ser extranjera o sudaca. Al contrario, todas las personas que encontré siempre estaban entusiasmadas de tener una colega extranjera y les encantaba hablar de Argentina”, subraya Pamela desde Francia.

“No es cierto; aquí hay muchísimos latinos. A veces es noticia por ciertos hechos aislados de discriminación o ataques a asiáticos, pero en nuestro país la discriminación es muchísima con las comunidades bolivianas, peruanas, paraguayas, con la diferencia que está demasiado naturalizado en el común de la gente”, reflexiona Gonzalo ahora en Estados Unidos.

“Discriminación hay en todos lados; particularmente no me ha tocado, salvo algún comentario como diciendo ‘si estás en Alemania deberías hablar alemán’, pero fueron casos aislados. Creo que somos muy capaces y nos respetan. Somos muy trabajadores los latinos en general y eso está muy bien visto. Incluso en otros países, como Dinamarca, muchos anuncios buscaban argentinos porque ya habían tenido éxito con ellos, entonces sabían que trabajamos bien”, concluye Nacho desde Alemania.

5- Terminás siendo lavaplatos

¿Quien alguna vez no ha escuchado a otro decir que el emigrante está condenado a ser un simple lavacopas? “Es totalmente un mito lo del trabajo de lavacopas que, por supuesto, es un trabajo digno y permite vivir sin problemas en un país desarrollado. Conozco casos que trabajan en el área de informática, de marketing, de ingenierías; conozco casos de éxito, pero creo que la barrera más que nada es el idioma. Si uno sabe el idioma puede trabajar de lo que sea”, considera Caunedo.

“Siempre digo que Estados Unidos es el país de las verdaderas oportunidades; trabajo hay para todos sin importar tu status migratorio. Puestos hay variados, pero mucha demanda en fábricas y restaurantes”, acota Salas.

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