- Quisiera que hable del sentido del humor de Manuel Peyrou.
- Una cosa graciosa que me contó Borges fue que iban caminando por Florida y delante de ellos una mujer espectacular. Manuel le dijo a Borges: “Apurémonos, la única esperanza es que sea fea de cara”. Emma Risso Platero, que era amiga de los dos, lo llamaba "el ingenioso". Conmigo no era reservado ni muy tapujero. Pero con Borges y Bioy, sí. Borges hablaba mucho de sus antepasados y Bioy de sus parientes ricos gracias al comercio agropecuario. Manuel nunca les dijo que era nieto del coronel Manuel José Olascoaga, uno de los organizadores de la Campaña del Desierto de (Julio Argentino) Roca, fundador de Chos Malal y primer gobernador del Neuquén. Un tipo casi renacentista porque era militar, pintor, topógrafo, explorador, escritor, músico, dramaturgo y periodista, entre otras cosas. Tampoco supieron que era sobrino nieto de Bernardo de Irigoyen. Sospecho que se sentía poderoso teniendo esos secretos.
- ¿Cómo era el tío Manuel Peyrou? ¿Era tan ingenioso como en el trato con sus amigos?
- En el trato cotidiano era muy divertido. Contaba muchas anécdotas. A mí, por mi edad, me interesaban las que protagonizaba con mujeres. Era muy audaz. Estaba en el cine y se sentaba al lado de una que le gustaba pero que estaba con el marido y le deslizaba en la mano un papelito con su nombre y teléfono, aprovechando la oscuridad. Otra vez, me contó que varias veces estaba en la cama con distintas mujeres y aparecía el marido. En una ocasión, en pleno invierno, se pasó parte de la noche en calzoncillos en un balcón. Otra vez se oyó que la puerta de calle se abría y la mujer dijo temblando "!Mi marido, escondete!" Él se negó y la mujer salió de la pieza y al rato volvió pálida y le dijo "Te espera en la esquina". Mi tío me dijo: "Me equivoqué de esquina y fui hacia donde estaba, pero como era más bajo y flaco, el hombre se interesó por una vidriera y no pasó nada". También contaba anécdotas de malevos y de escritores famosos.
-Tengo interés en conocer sus ideas políticas. En las cuatro novelas posteriores a El estruendo de las rosas está claro que no tenía una buena idea del peronismo. Pero más allá de ese fervor, ¿había alguna teoría política o idea con la que se sintiera más cómodo?
-Era un hombre muy rutinario y cómodo. Después de la revolución de Uriburu le ofrecieron el puesto de agregado cultural de Argentina en la Embajada en Paris y se negó. Me dijo: “¿Cómo iba a ir si en ese momento estaba saliendo con una rubia?". Yo creo que era bastante individualista y anárquico. Creo que odiaba más a los nuevos ricos que a los peronistas. Los italianos le causaban risa. Era muy honesto y generoso.
-¿Por qué cree que su obra –necesaria, fundamental– ha sido en parte olvidada, al menos por un sector de la crítica? Percibo que el olvido es injusto y que la reedición de sus obras forma parte de la imprescindible difusión de un autor clave.
-Mi tío era muy odiado en casi todos lados porque se burlaba de todos y no ejercía las relaciones públicas. Despreciaba los honores. Incluso se burló cuando lo nombraron académico de la lengua. Creo que solo admiraba a gente reservada como él. Una vez me contó que a la vuelta de su casa de la calle Esmeralda había un portero con el que hablaba frecuentemente de temas variados. Él no sabía nada del hombre, salvo que era inusualmente culto y educado para ser portero. Un día pasó por la casa y encontró un grupo de gente en la puerta. Eran miembros de la Embajada Húngara. El portero era un príncipe de esa nacionalidad que acababa de morir y los diplomáticos se iban a encargar del entierro.
-¿Cuáles son sus libros más logrados? ¿Destacaría uno de sus cuentos o algún pasaje de sus novelas?
-A mí me gustan los cuentos “La espada dormida”, “La Doradilla”, “Locomotoras y vagones” y las últimas cuatro novelas las prefiero a El estruendo de las rosas. Creo que, aparte de su antiperonismo, son muy verdaderas. Su antiperonismo es lo menos importante a mi juicio. Por lo demás, toda su familia era radical, aunque estaban en contra de Hipólito Yrigoyen. Su padre, Antonio -que era abogado-, fue candidato a diputado por el Partido Radical Antipersonalista. Por cierto, Antonio tenía una amistad fraternal con Joaquín Castellanos.
-Borges dice en el poema dedicado a Manuel Peyrou: La nostalgia fue un hábito de su alma./ Le placía vivir en lo perdido… ¿Usted tenía esa percepción de Manuel Peyrou?
-Creo que Manuel vivía en el pasado. Era muy nostálgico. Pero también era valiente. Una vez retó a duelo a Córdova Iturburu, un crítico de arte que se mostró grosero con su hermana Julia, que era pintora (solo pintaba ángeles) y era la íntima amiga de Norah Borges. El hecho es más curioso porque Manuel y Julia se llevaban tan mal que no se hablaban. Finalmente, Córdova pidió disculpas.
PERFIL
Oscar Peyrou es presidente de la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica y miembro de la Federation of Film Critics of Europe and the Mediterranean (Fedeora).
Por Fabián Soberón para LA GACETA