Vivimos una época única. Hay que remontarse más de 100 años para encontrar un fenómeno epidemiológico de esta gravedad: el virus SarsCov2 y su enfermedad pulmonar el Covid-19 han puesto, sin dudas, al mundo patas para arriba.
A más de un año de su comienzo -aun no del todo claro en Wuhan- el virus ha recorrido dos veces el mundo con su sombra de enfermedad, muerte, discapacidad, miedo y pobreza.
Sin dudas “el sapiens” (nosotros) le ha dado pelea al virus como nunca antes nos hubiéramos imaginado. No sólo pudimos detectarlo por test diagnósticos fiables a poco de aparecer, sino que a menos de un año tenemos, no una, sino varias vacunas seguras y efectivas para combatirlo.
Sin embargo en este “partido” no todo ha sido tan exitoso: la “dirección técnica” internacional ha cometido errores estratégicos que deben haber sido festejados en el vestuario “rival” o mejor dicho “viral” como goles en contra.
Entre ellos no fue menor el desfinanciamiento de los organismos internacionales para luchar contra las pandemias, como los Estados Unidos durante la presidencia de Trump. El intento falaz de querer echarle culpas a medio mundo por la aparición de una pandemia -que estaba prevista y preanunciada por la comunidad científica- tampoco ha sido de alguna utilidad.
Pero quizás uno de los capítulos más interesantes tiene que ver con la producción de vacunas y su distribución absolutamente inequitativa. Los países ricos, además de producir las vacunas se las están colocando a toda su población, aún a aquellos con muy bajo riesgo de padecer formas graves o muerte por el virus. También a aquellos turistas que atraídos por esta panacea moderna que viajan de compras al mejor estilo “deme dos” (dos dosis). Peor aún si le sobra stock piensan en venderlas a muy buenos precios al resto de la humanidad que pueda pagarla.
Así algunos países llegaremos con gran esfuerzo a vacunar a los grupos de mayor riesgo y otros muchos no vacunarán ni a sus médicos y enfermeras quienes engrosaran a sus listados de enfermos y muertos. En este escenario escuchamos al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden sumarse al pedido de los países periféricos para liberar las patentes de las vacunas de Covid19. Es un gesto tardío de solidaridad que poco servirá sin la voluntad de la transferencia tecnológica requerida para poder “copiar” moléculas de la complejidad de estas vacunas para garantizar la calidad de las mismas. Salvo que este capítulo nos lleve de un escenario como el actual de ausencia de vacunas, a un futuro panorama de vacunas de segunda marca y de dudosa calidad lo que sería aún de mayor preocupación. Es preferible que los líderes mundiales presionaran a la industria, que fue financiada en gran medida por sus gobiernos, a colaborar con el fondo Covax, destinado a una distribución equitativa de las vacunas, no con el 2% de su producción actual sino con el 50 % de la misma a precios de mercado o menores. Eso sí solucionaría en parte la situación.
No todas las culpas, sin embargo son ajenas. Aquí en el terruño, también nos equivocamos. Cuando Horacio Rodríguez Larreta por motivos únicamente electorales decide que no va a cumplir las restricciones que se imponen desde la Casa Rosada para todo el país, solo consigue generar más circulación comunitaria, más casos, más internados y más muertos. La situación en CABA es gravísima: 1.200 casos acumulados en 14 días cada 100.000 habitantes al menos triplica el valor más alto permisible para mantener clases presenciales, riesgo inútil e innecesario. Alguien debería decírselo: “puede fallar”.
Interesante además que para Rodríguez Larreta y la Corte Suprema de Justicia de la Nación el “AMBA” no exista como unidad jurisdiccional, pero para recibir los subsidios al transporte de Nación, o para que los porteños paguen la mitad de lo que pagamos en las provincias por la tarifa eléctrica no parece molestarle tanto. Sin embargo, entender que son una unidad sanitaria si le molesta….
Termino con algo positivo, de los miles de internados en terapia intensiva hoy en el país el 95% no tiene ni una dosis de vacunas, es decir, que las vacunas que estamos colocando protegen las formas graves de enfermedad, y eso no creo que lo estén festejando en el vestuario “viral”. Es un golazo.