Al igual que aquel 28 de diciembre de 1895, 2020 nos cambió la vida a todxs. Ya no son 33 espectadores en el Salón Indien du Gran Café para asistir a la primera proyección cinematográfica comercial, sino todos nosotrxs, simples mortales, cada vez más simples y más mortales. Hablar de cine postpandemia y de su contexto social, político y económico en Argentina, es tan complejo como decir: “sobre llovido… mojado”. A nuestra poca producción audiovisual de contenidos históricos, educativos o de entretenimiento, se le sumaron las restricciones sociales y el cine, se sabe, se construye en plantel, encontrándose, de manera presencial, en exteriores.
Hubo cambios importantes en los vientos de la navegación y pasamos de estar atentos a estar de frente a internet, optimizando herramientas tecnológicas, capacitándonos y participando de un ciberespacio más inclusivo, federal y hasta global, produciendo un gran sentimiento de avance, visibilizando producciones locales, abriendo miradas y mercados.
En lo personal, 2020 no sólo no fue un año perdido sino todo lo contrario. Gracias al enfoque territorial que aportan festivales como el Cortala (Yerba Buena), el de escuelas de cine latinoamericanas Flec Birri (Santa Fe), el Parque Paraguayo (Misiones) y otros en Córdoba, Río Negro y Salta, se divisaron las luces de un circuito cinematográfico que recorre gran parte del territorio nacional, y al que se accede la mayoría de la veces llenando una encuesta de Google, o gratis por un portal web, y que detrás poseen una gran gestión mixta enfocada en la difusión y distribución de productos audiovisuales locales o regionales.
Sumo a este mapeo la participación femenina empoderando el sector, equilibrando cupos y participando activamente en la producción y dirección de películas, como así la inclusión de segmentos de géneros, trans y discapacidad en los festivales: son bisagras que abren la potencialidad de encontrar una identidad propia y auténtica, generan trabajo, corren límites mentales...
Bajo este eje de acción vislumbro un tránsito similar para 2021, empujando un carro de travelling hacia una nueva representatividad cinematográfica, en la que predomine la búsqueda documental sobre una época que nos tocó en suerte, testigo de un proyectar-nos como sociedad y con el intento legendario siempre presente de pertenencia a la industria global, con nuestra excelencia técnica en recursos humanos, inigualables escenarios naturales e historia cotidiana, atiborrando guiones de magia y singularidad.
Los grandes cambios están a la vuelta de la esquina, así como que en vez del botón de Netflix, los televisores ensamblados en Tierra del Fuego traigan el de una plataforma Argentina.