Nunca como con SARS-COV-2 la ciencia fue tan rápida para empezar a dar respuestas a la crisis; nunca como en estos últimos 16 meses el planeta generó y compartió saberes y tecnología: la covid-19 nos acecha a todos y claramente, no se podía parar (hasta que llegó la cuestión de las patentes de las vacunas, pero no es este el espacio para ese debate).
Lo que mucha menos gente sabe es que, pese a los confinamientos y las dificultades para conseguir insumos o para hacer trabajo de campo, entre otras trabas, “la otra” ciencia, la que no se ocupó de la covid-19 tampoco bajó las persianas. No lo hizo en el mundo; tampoco en Tucumán.
Todo lo contrario: hemos generado mucha ciencia aplicada... y de la pura también. Por ejemplo, el equipo del Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas Lagunas Andinas (Proimi- Conicet), dirigido por María Eugenia Farías, publicó en 2020 el hallazgo de un “eslabón pedido” en la cadena de la vida: un organismo capaz de vivir sin oxígeno que confirma la hipótesis de que, en el origen, la fotosíntesis se hacía a partir de arsénico.
Barajar y dar de nuevo
No fue fácil. Hubo que cerrar laboratorios (los que tienen tubos de ensayos y los que no; que los cientistas sociales también trabajan en laboratorios); adaptar grupos de trabajo para poder producir a la distancia; reformular proyectos, replantear plazos, buscar financiamiento extra... También resignarse a que los ensayos podían perderse, o convencer a las autoridades de que, aunque no se refirieran al coronavirus, muchas investigaciones eran prioritarias y esenciales. Va un ejemplo.
“Nuestra responsabilidad es producir plantines sanos y genéticamente puros de diferentes variedades comerciales de caña de azúcar. Lo hacemos cultivándolos in vitro a partir de tejidos de una planta madre”, contaba por riguroso teléfono durante el ASPO Aldo Noguera, jefe de la Sección Biotecnología del Itanoa (Estación Experimental/Conicet). Si ellos no hubieran vuelto al trabajo presencial -con todos los recaudos del caso-, la zafra 2020 habría sido imposible.
Insistimos: no fue fácil, pero, resalta Atilio Castagnaro, director del Centro Científico Tecnológico NOA Sur del Conicet, de la cual forman parte investigadores de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero, durante 2020 el trabajo se potenció: los convenios firmados (con empresas, y con organismos oficiales y privados) las actividades de transferencia (tanto tecnológica como social) y la facturación por los Servicios Tecnológicos de Alto Nivel prestados crecieron un 40%.
Qué se investiga
El abanico disciplinario de lo que se investiga en Tucumán es inmenso, maravillosamente amplio y muy variado. Estas son sólo pequeñísimas muestras de lo que se pudo hacer durante el duro 2020; dos rasgos destacables, en muchos casos, son la interdisciplinariedad y el trabajo interinstitucional.
Ejemplo de ello es la búsqueda de agregar valor a especies vegetales nativas y de validar preparaciones ancestrales, que devino en el desarrollo de un gel de propóleos con electos antibióticos, capaz de hacerles frente a algunas de las bacterias “más feroces”; fue un trabajo conjunto entre el Inbiofiv (Conicet-UNT), dirigido por María Inés Isla, y el INTA Tucumán, de la mano del ingeniero químico Luis Maldonado y hospitales del sistema público de salud.
También en trabajo conjunto, el Centro Experimental de Estudios en Camélidos Sudamericanos, de la Facultad de Agronomía de la UNT, dirigido por Silvana Apichela, y tres investigadores del Insibio (UNT/Conicet) desarrollan herramientas para reintroducir la cría de llamas, cuyos comportamientos como especie son mucho más amigables con el ambiente que, por ejemplo, los de las cabras.
Para ello ponen a punto técnicas específicas de reproducción asistida, luego de constatar que los protocolos de inseminación artificial y transferencia de embriones que se aplican en otras especies no funcionaban. “Aquí es clave el trabajo de la ingeniera Ana Díaz, que cuida las llamas en esta cuarentena”, contaba Silvana, convencida de que la nueva normalidad argentina debía incluir los camélidos originarios. Y ya tuvo algo de razón: Lolo y Manchas, dos de los “huéspedes” del centro, forman parte del desarrollo de una terapia para responder al coronavirus. Pero ya hablaremos de ello.
Ciencias sociales
También los estudios sociales hicieron avances importantes. Por ejemplo, la Facultad de Derecho de la UNT lanzó un proyecto con el Conicet por el que cofinanciarán becas doctorales de sus egresados. Y las dos primeras becarias, María Belén Leguizamón y Victoria Fernández Almeida trabajan temas relacionados con derechos reconocidos por la ley -pero que en los hechos con mucha frecuencia no se cumplen- de grupos especialmente vulnerables: la población indígena de Tucumán (Belén) y mujeres indígenas y campesinas (Victoria).
En el ámbito de la salud comunitaria (concretamente, rural), estudios hechos por Ramiro Salazar Burgos -hoy becario posdoctoral del Conicet- mostraron como los hábitos alimentarios de los chicos de los Valles están “urbanizándose”: “contra nuestros supuestos, la transición nutricional es acelerada en las zonas rurales de Tucumán: en el 39% de ellos había sobrepeso, le contó a LA GACETA, y destacó otro supuesto cuestionado: en el campo la gente se mueve más. “Observamos que los chicos pasan mucho tiempo viendo TV, que no sólo incide en un creciente sedentarismo, sino en los cambios de dieta, producto de la publicidad... De nuevo, la globalización en lo rural”, destacaba.
Otro avance en salud comunitaria fue el desarrollo de un test de anticuerpos para hepatitis E, a más desconocida de las “hermanas H”. “Hasta no hace mucho, no había forma de diagnosticarla. Te decían hepatitis no A/no B, pero no se conocía el virus que la causaba (el VHE fue descubierto en 1983 y secuenciado en 1991). Y no se puede distinguir clínicamente de otros tipos de hepatitis víricas agudas”, destacaba en junio Guadalupe Vizoso, del Laboratorio de Biología de las Infecciones (Insibio), dependiente del Conicet y de la UNT, y directora de la investigación, que se desarrolló también en el Laboratorio Central de Ciencias Básicas de la Facultad de Medicina de la UNT., en colaboración también con el Banco de Sangre de Tucumán.
Enfrentar la pandemia
En un trabajo conjunto, un equipo que dirige Aída Benaltabef, dentro del Instituto de Química de Noroeste Argentino (Inquioa); el Centro Integral de Microscopía Electrónica, del Conicet, que dirige Virginia Albarracín y un equipo a cargo de Diego Corregidor, del Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y Visión, UNT/Conicet (ILAV) decidieron plantarle cara a la polución característica del aire invernal de Tucumán.
"Buscamos identificar que partículas hay en el aire. En primer, lugar porque muchas son dañinas. Pero además, pueden ser microorganismos, entre ellos, el SARS-Cov-2, y pueden adherirse a otras e ingresar en nuestro organismo... como si tomaran un aeroplano directo a los pulmones”, resaltaba Albarracín en plena crisis de "las quemas", en agosto. También participan del proyecto el Cerela, el Proimi y el Insibio.
También en trabajo interinstitucional, investigadores de la UNT y del Conicet, con apoyos (entre otros, el económico) del Ministerio de Salud de la Provincia, desarrollaron un test local para medir anticuerpos protectores contra el coronavirus. El trabajo fue coordinado por Rosana Chehín, del Instituto de Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA) y de la Facultad de Bioquímica de la UNT y Gabriela Perdigón, del Cerela. El desarrollo aporta una herramienta fundamental para medir la efectividad de la campaña de vacunación contra la covid-19. En este momento se está trabajando para transferir la tecnología a empresas privadas para su escalado productivo y su comercialización en todo el mundo.
Y, como adelantamos, las llamas también están siendo protagonistas de los esfuerzos para enfrentar la covid-19. En agosto de 2020 se anunció que investigadores tucumanos se sumaban al desafío mundial de desarrollar tratamientos que atenúen los efectos de la infección. Y el objetivo del estudio son unos una anticuerpos que las llamas producen, además de los convencionales, llamados “nanoanticuerpos”, porque son muy pequeñitos. Hace cuatro meses, en enero, Cheín -que también coordina esta investigación interinstitucional- anunciaba “demostramos que neutralizan el virus; hay que pasar a una prueba clínica”. Ya es una noticia grandiosa, pero además, al equipo (formado por una veintena de profesionales cuya sede de trabajo original son instituciones que dependen del Siprosa, de la UNT o del Conicet) lo entusiasman las perspectivas que se abren: el desarrollo de esta tecnología de nanoanticuerpos -apuestan- puede ser plataforma para tratar neurodegeneraciones y células cancerosas. Porque la ciencia no paró por pandemia, y tampoco parará.
Los convenios permiten desarrollar...
... con una empresa internacional de tecnología Poscosecha herramientas para control biológico de hongos de cultivos de limón (es decir sin usar fungicidas químicos) (Proimi)
... en conjunto con una empresa energética, biopolímeros para ser utilizados en recuperación terciaria de petróleo, es decir, producción de combustibles más amigable con el ambiente. (Proimi)
... junto con una empresa energética internacional, la biodegradación de plásticos por medio de microorganismos asociados a larvas de insectos (IER y Proimi).
... como parte de un equipo internacional, herramientas destinadas reducir emisiones de CO2 debidas a deforestación y degradación forestal, y a gestión sostenible de bosques y aumento de reservas forestales (IER)
... en conjunto con una empresa cordobesa, las herramientas y la ingeniería para construir packs de baterías a base de litio, tecnología está en auge en todo el mundo. (Centro de Investigaciones y Transferencias, de Catamarca)
... con la Municipalidad de San Miguel de Tucumán monitoreo del vector transmisor del dengue y diferentes métodos de captura para disminuir su abundancia. Se lleva adelante capacitación a personal municipal para que pueda continuar las actividades. (UEL: Fundación Miguel Lillo y Conicet)
... con una empresa nacional de producción de bioinsumos para el agro, y a través de ella, con una internacional, nuevas aplicaciones de un producto que ya se transfirió y se está comercializando, que permitan potenciar su función de combatir enfermedades de cultivos y estimular su crecimiento en el marco de una gestión sustentable. (Itanoa)