En este Oscar de la diversidad, y por primera vez, hubo (como se sabe) dos mujeres nominadas a la mejor dirección entre los cinco candidatos y el premio fue para Chloé Zhao (foto), la segunda representante femenina en obtenerlo en 93 ediciones. Alegar sorpresa es no haber estado al tanto de todo lo que venía pasando en anteriores ceremonias, donde la directora venía ganando todas las galas en este rubro para engrosar los más de 200 premios que cosecha “Nomadland” desde su estreno.
La cineasta chino-estadounidense realizó su filme en un puro estilo del cine independiente de EEUU, sin mensajes rimbombantes ni grandes discursos sociales o políticos sino orientado a la introspección y a las conclusiones autónomas del público. El sentido circular de su película profundiza esa idea, lejos de ofrecer soluciones. Un producto más identificado con la imagen parca de Sundance que con las luces de Hollywood.
El guión adaptado, que tambien escribió la realizadora y por el cual fue nominada (la estatuilla fue para Florian Zeller y Christopher Hampton por “El padre”), se basa en el libro de investigación periodistica de Jessica Bruder sobre lo que muchos consideran la última estafa del capitalismo en EEUU, aunque desde entonces hubo y en el futuro seguramente habrá otras: la explosión de la burbuja de especulación inmobiliaria en 2008. Esa crisis llevó a una gran cantidad de hipotecados a perder sus casas al no poder afrontar el crecimiento exponencial de sus deudas bancarias, quienes se transformaron en los nómades que retrata el filme, subsistiendo en casas rodantes.
La protagonista, en manos de la siempre confiable Frances McDormand, recorre el país buscando algún empleo transitorio, otra cara de la recesión: el sistema te deja sin trabajo pero con deudas, y entonces caen como piezas ensambladas precariamente el resto de tu existencia, sea ahorros, familia, amigos, la ciudad... El último paso es un exilio en condiciones de extrema precariedad, en este caso por el Oeste norteamericano, que remite a las viejas películas de carretas de cowboy en tránsito. Su mirada no es de nostalgia, sino de estar en un camino eterno, en rumbo hacia un sitio indefinido.
Uno de los méritos de la directora es haber logrado una íntima conexión con el personaje, cuyo viaje sin destino fijo es, en realidad, hacia adentro de sí misma. No existe crítica al régimen económico ni atisbo de rebeldia sino una descripción minuciosa, meticulosa y minimalista que invita a pensarse en las situaciones que atraviesan quienes están en pantalla. Propio del estatus quo estadounidense, la salida es más individual que colectiva, aunque el apoyo entre los desclasados es un tema que la atraviesa. El despojamiento de las grandes locaciones abiertas donde se filmó contribuye a la introspección: nada distrae al espectador de los rostros, las historias y las actitudes de los personajes.
En su discurso de agradecimiento, la directora recordó un juego que tenía con su padre en su China natal (emigró siendo adolescente, y se radicó en Londres primero y en EEUU luego), memorizando poemas. “Uno comenzaba: ‘la gente es buena en el nacimiento’ y esas palabras me marcaron. A veces parece que lo opuesto es la verdad, pero siempre encontré bondad, y hay que aferrarse a esa bondad de los otros”, dijo. Una síntesis perfecta de su película.
Que ya nada será igual para Zhoe, bien lo sabe. Su futuro será la contracara de su multipremiada producción: ya encara “Eternals”, nueva saga de superhéroes con elenco encabezado por Angelina Jolie, U$S300 millones de presupuesto y el respaldo del emporio Disney, con estreno para el 5 de noviembre. Será interesante ver el salto de la directora, que implica eventualmente una suerte de destierro del territorio que venía habitando. En definitiva, ella también está en tránsito hacia otro lugar.