En un partido como el de anoche, en el cual supuestamente “Atlético se jugaba una clasificación”, tantos errores, tantos goles en contra y tantos momentos de tensión, suelen hacer del análisis posterior una carnicería. Un revoleo de culpas y responsabilidades que debe terminar con conclusiones fuertes y cabezas rodando. Al torneo le faltan dos fechas todavía y, además, la dirigencia “decana” no acostumbra hace años (quizás una década) a cambiar el fusible más fácil de sacar antes de tiempo. Menos de 12 partidos tampoco lo ameritan. Entonces dejemos esa opción de lado y pasemos a las conclusiones fuertes: Atlético es un mal equipo de fútbol. O al menos lo es el que juega esta Copa de la Liga Profesional 2021.
Las ideas que sostenían algunos de “todavía estar con chances matemáticas” y de agradecer “resultados que lo beneficiaban” fueron una fantasía. Una construcción imaginaria que se topó con la realidad anoche en la derrota 2-3 contra Talleres en el Monumental.
Un equipo que recibe -como mínimo- dos goles por partido y que comete errores groseros en defensa absolutamente todos los partidos jamás puede ser un buen equipo. Acá no hay sorpresas ni aprovechamiento de la situación: desde el comienzo del torneo señalamos las enormes falencias del equipo atrás.
Ayer fueron Gabriel Risso Patrón y Gustavo Toledo. Durante todo el torneo fue Guillermo Ortiz y hasta que se lesionó sufrió con Santiago Vergini. Los nombres cambian, pero el resultado en el área propia es el mismo.
Y no pretendamos que el poder ofensivo equipare todo. La paradoja más grande de la noche fue ver a Guillermo Ortiz definir como si fuera un delantero en el gol del descuento.
También hacen a un mal equipo de fútbol, las malas decisiones de su cuerpo técnico, en este caso de Omar De Felippe. Atlético terminó el partido supuestamente “clave para la clasificación” sin Ramiro Ruiz Rodríguez, una de las mayores promesas del club y la figura del primer tiempo (y de buena parte del torneo), sin Leonardo Heredia (su jugador más talentoso) y sin Ramiro Carrera (el mejor jugador del torneo). Ninguno de los tres estaba lesionado. La corrida de Ruiz Rodríguez por izquierda y su gol para el 1-0 podía presagiar más goles para el juvenil, pero jamás su reemplazo y que terminara viendo el final desde el banco.
En el medio campo, De Felippe nunca encontró la dupla de volantes centrales que le aportara equilibrio al equipo. No tener el núcleo también dañó a la defensa, pero esa es responsabilidad conjunta con jugadores como Cristiana Erbes, Guillermo Acosta y Nicolás Aguirre. No sólo no jugaron bien sino que los dos primeros acumulan tres rojas en el torneo y el último, varias lesiones.
Del otro lado pareció haber un buen equipo de fútbol. O al menos uno más decente. Porque la tradición futbolera manda a que rueden cabezas después de partidos como estos, pero poco dice de darle crédito al rival. Talleres se aprovechó de los errores de Atlético, claro, pero también desplegó sus virtudes. Michael Santos tuvo su noche consagratoria. Por algo la “T” está en zona de clasificación. Algo de lo que Atlético está lejos. Mucho más lejos de lo que la tabla indica (que ya de por sí es bastante lejos).